Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 66



Durante unos segundos, ninguno de los dos se movió. Simplemente estaban quietos, pálidos, mirándose el uno al otro con la preocupación latente en sus rostros. Finalmente Lily, sin decir una sola palabra, corrió por el pasillo, seguida de Theo.

—¡Debemos avisar a tu corte!—dijo Theo.

—¡No!—dijo Lily.—No voy a arriesgarlos. Tomaré el mapa del merodeador, iremos a Hogsmeade y de ahí nos apareceremos cerca de casa de mi tía.

—¡¿Nos vamos a escapar?!

—¡No hay más opciones!—gruñó Lily.— Los profesores están ocupados con los exámenes, Dumbledore no es de fiar y no pienso arriesgar a mi corte, más aparte todos siguen en el examen y no pretendo perder más tiempo.

Llegaron a la sala común, donde algunos alumnos de los grados primerizos vieron confundidos como su reina y Theo corrían hasta sus respectivas habitación y a los pocos minutos salían con la misma rapidez. Theo le colocó una larga capa negra a Lily mientras esta desplegaba el mapa y murmuraba «Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas». El mapa en blanco pronto comenzó a mostrar todos los caminos de Hogwarts.

Se dirigieron con rapidez al pasadizo de la bruja tuerta, el cual es un túnel secreto que conduce desde Hogwarts hasta el sótano de la tienda de caramelos Honeydukes, en Hogsmeade. La entrada al pasadizo estaba oculta en una estatua de Gunhilda de Gorsemoor.

Al llegar a la estatua, Lily pronunció la contraseña «Dissendium». En cuanto fue dicha la contraseña, la joroba de la estatua de la bruja se abrió revelando un pequeño tobogán hacia un túnel que conduce por debajo de la escuela. Ambos ingresaron y comenzaron a andar con rapidez a través del túnel.

Usualmente el túnel te permitía llegar en una hora a Hogsmeade, sin embargo, ambos jóvenes se apresuraron y consiguieron llegar en cuarenta minutos. Antes de salir del sótano de Honeydukes, Lily y Theo se colocaron encima la capa de invisibilidad. Después de todo, seguían siendo dos adolescentes escapando de Hogwarts.

Con el mayor sigilo posible, salieron de la tienda y, aún debajo de la capa, se tomaron de las manos antes de que Lily los apareciera en un sucio callejón. El cielo anaranjado anunciaba el ocaso, el atardecer, el final del día y el pronto inicio de la noche.

Ambos chicos de quitaron la capa, Lily la guardo rápidamente y salieron del callejón de la manera más discreta posible. Caminaron a paso apresurado, estaban a solo unas cuantas cuadras de Privet Drive, pero, conforme más se acercaban a su destino, notaron que un ambiente frío inundaba el lugar y que no había ninguna persona a las afueras.

Las casas de las familias Brows, los Cuttberg, Summers y Carter, sus vecinos más cercanos, no presentaban signos de estar habitadas. Al llegar frente a su casa, la respiración de Lily se volvió errática. Las cortinas estaban cerradas.

Su tía Petunia jamás cerraba las cortinas. Ella amaba que entrara la luz solar y solo las cerraba cuando ya estaba realmente oscuro.

Con el corazón desbocado, Lily sacó su varita y corrió a la casa, ignorando los llamados de Theo, quien la siguió. Entraron abruptamente y Lily empalideció.

Todo estaba destrozado.

—¡TÍA! ¡DUDLEY!—grito Lily.

Rápidamente comenzaron a revisar toda la planta baja. El recibidor, la sala y el comedor estaban simplemente irreconocibles. En cuanto ingresaron a la cocina, ambos ahogaron un grito, pues ahí en el suelo había dos hombres claramente muertos, vestidos de negro.

—Mortífagos.—murmuró Theo.

—No...—susurró Lily, temblando.—la protección de los collares debe haberlos matado...ellos...ellos deben estar bien...ire...ire a-arriba...

Sin esperar a que Theo le respondiera, Lily salió de la cocina con rapidez. Fue hasta las escaleras y comenzó subirlas a paso rápido. Ingresó a su cuarto y luego al de Dudley, ambos destruidos. Finalmente, quedaba la habitación de su tía Petunia. Era el último cuarto del pasillo, tenía la puerta entreabierta.

Con el cuerpo temblado y el estomago revuelto, Lily empujo la puerta y entró. Las lagrimas resbalaron de sus ojos y se dejó caer de rodillas al suelo.

Ahí, en medio de la habitación, estaba el cuerpo de Dudley cubriendo protectoramente el cuerpo de su tía Petunia.

Para cuando Theo subió a la habitación, cinco minutos más tarde, se encontró con esa misma escena, solo añadiendo el hecho de que Lily lloraba amargamente sobre los cuerpos de su familia.

—...Mamá...hermano...no...no me dejen...—sollozaba Lily.

Las lagrimas no paraban de salir de sus ojos. Theo bajo el rostro un momento, apretando los puños y reprimiendo sus propias lagrimas. Petunia y Dudley siempre lo habían tratado como a un miembro más de su familia. Por supuesto que su perdida le dolía.

Se acercó lentamente a Lily, quien se abrazaba como una niña a los cuerpos de su familia. Ahí, Theo pudo verlo. Petunia Evans tenía la ropa hecha jirones y las venas resaltaban en su blanca piel, para Theo ese era un signo intachable de haber sido torturada bajo la maldición cruciatus. Dudley, por otra parte, parecía haber sido torturado de la misma manera, pero también tenía cortes bastante profundos en todo su cuerpo.

Abrazó a Lily por la espalda y se obligo a si mismo a no llorar, puesto que debía ser un apoyo para su hermana. La abrazó con delicadeza y acarició su espalda y cabellos con ternura, en un gesto de consuelo.

Lily se desvivió llorando sobre los cuerpos asesinados de quienes fueron su madre y hermano todos estos años desde la muerte de sus propios padres. Las lagrimas no paraban de salir, después de todo, era difícil concebir que todo había acabado así.

Su tía Petunia nunca más volvería a hacerle el desayuno; ni a hacerle sus cardigans por navidad; o el llevarla de compras; ni irían juntas a la estética a un día de chicas; no le insistiría en tomar sus vitaminas; ni mucho menos volvería a hacerle su almuerzo antes de una salida con Dudley.

Dudley y ella no volverían a caminar en el parque después de cada comida; no podría volver a escucharlo burlarse de sus gustos musicales mientras el jugaba videojuegos; no lo oiría quejarse nunca más de como debía tener cuidado con los hombres; ni dormirían junto a tía Petunía las noches de lluvia como cuando niños.

Lily no estaba segura de cuanto tiempo estuvo llorando, lo único que si era seguro es que habían sido horas, pues, para cuando tuvo la fuerza para levantar el rostro y soltar el cuerpo de sus familiares, el cielo ya estaba oscuro, demostrando que ya era de noche.

Miró a Theo, quien también tenía los ojos rojos. No le sorprendía, sabía que el sentía a su familia como si fuera suya. Ninguno de los dos dijo nada por unos segundos.

—¿Qué hora es?—pregunto Lily con la voz ronca y baja.

—Ocho y cuarto.—respondió Theo sacando su reloj de bolsillo.

Eso significaba que llevaban ahí casi dos horas, puesto que habían salido de Hogwarts poco antes de las seis.

—Habrá que notificar al Ministerio de lo sucedido, yo voy a encargarme, no te preocupes.—dijo Theo y Lily simplemente asintió.

Ella soltó un suspiro y dejó caer su cabeza en el pecho de Theo.

—No estás sola, siempre me tendrás a mi. Se que no puedo compararme, pero...

—No digas eso—lo detuvo Lily— eres mi mejor amigo, mi hermano y mi alma gemela, Theo. Créeme que...

En ese momento, Lily se detuvo. Ahí, en la ventana, estaba una blanca lechuza esperando con un rollo de pergamino en el pico. Era Hedwig.

Lily codeó a Theo, quien siguió su mirada y frunció el ceño. Este se levantó y abrió la ventana, permitiendo entrar a la lechuza, quien dejó la carta en manos de Theo y rápidamente fue con Lily, restregándose contra su pecho en un gesto conciliador.

Mientras que Theo desenvolvía el rollo con intriga, Lily acariciaba a su lechuza con gesto ausente. De pronto, Theo soltó una maldición y Lily lo miró confundida.

—Tenemos problemas.—informó Theo, extendiéndole el rollo. Lily lo tomó con suavidad y comenzó a leer, reconociendo inmediatamente la letra de Hermione, aunque parecía haber sido escrito con prisa.

Lily, Theo:

No tengo idea de donde están, los he buscado por todas partes pero no los he podido encontrar, es por eso que les envió esta carta. Montague, un Slytherin de último año, le dijo a Ron que su madre iba a tener el mismo destino que el señor Weasley esa misma noche, en el mismo lugar. Aseguro ser un seguidor de Quien-Ustedes-Saben. Ron quiso golpearlo, pero Montague se burlo, diciéndole que si perdía más tiempo no podría salvarla.

No tengo mucho tiempo. Iremos al Ministerio de Magia, más específicamente al Departamento de Misterios, puesto que es donde asesinaron al señor Weasley y donde presuntamente tienen a la madre de Ron. Quisimos comunicarnos con la profesora McGonagall, Snape o alguien, pero todo el profesorado esta en junta con Dumbledore y no pudimos entrar.

Ron, Ginny, Neville, Luna y yo iremos ahí. Nuestra única opción es ir ahí en Thestralls, en realidad, te escribo esta carta mientras Ron me apresura para irnos. Por favor, ayúdanos, tengo miedo de que sea una trampa. Tengo un muy mal presentimiento de todo esto.

Hermione.

Lily se levantó inmediatamente del suelo y miró a Theo. Ambos conocían a Montague, era uno de esos tantos Slytherin que se tomaban muy enserio la supremacía de la sangre. Era miembro del equipo de Quidditch hasta que decidió retirarse sin motivo ese año.

—Montague al servicio de Voldemort, en realidad lo veo bastante real ese hecho.—admitió Theo con seriedad.— Pero, ¿Qué tan probable es que sea verdad que tienen atrapada a Molly Weasley? No tiene ningún sentido, la mujer no representa realmente un fuerte riesgo para Voldemort. En realidad, no representa ni siquiera un mínimo riesgo.

—Es una trampa.—afirmó Lily con un toque de frialdad.— Eso es más que obvio. Sabían que Ron Weasley caería redondito en ella, por eso lo manejaron así, ya que es el más impulsivo de sus hermanos.

—Sigo sin comprender el objetivo detrás de eso.—admitió Theo.

—Yo.—respondió Lily y miró los cuerpos de sus familiares.— Dudo mucho que sea mucha coincidencia que asesinaron a mi familia y al mismo tiempo raptan a Molly Weasley. Esto no es más que una trampa para atraerme a mí a través de Hermione, pues aunque su enamoramiento por el chico Weasley ya paso, ella siempre ayudaría a los Weasley.

—¿Voldemort irá al departamento de Misterios?

—Es lo más probable.—opinó Lily.— Y nosotros estaremos ahí. Vámonos. No sabemos cuanto tiempo tiene Hedwig ahí afuera, no quiero que sea demasiado tarde.

Decididos a no permitir que nadie más muriera, salieron de la casa sin mirar atrás, no sin antes lanzar muchas protecciones sobre la casa para que nadie más pudiera entrar. Aún era un misterio como es que habían traspasado las barreras protectoras, pero para este punto ya todo era posible.

Ya era bastante noche, por lo que no podían aparecerse dentro del Ministerio, puesto que estaría cerrado, por lo que Lily decidió que su única opción confiable era aparecerse cerca de la cabina telefónica de Whitehall, Londres.

Así lo hicieron, se aparecieron en un callejón y salieron de este, viendo que había mucha gente, por lo que pasaban desapercibidos. Cuando estuvieron cerca de la cabina, observaron a unos Thestrals hurgar en la basura de un contenedor. Quien sabe cuanto tiempo tenían ya ahí.

Ingresaron a la cabina y Lily marcó la misma secuencia que marcó el difunto Arthur Weasley cuando la llevo al Ministerio: seis, dos, cuatro, dos. Cuando el disco del teléfono recuperó la posición inicial, una fría voz femenina resonó dentro de la cabina.

—Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

—Lily Potter y Theodore Nott.—dijo Lily.— Vengo a salvar a unos imbéciles, a la novia de mi amigo y a mi hermana, a menos que el Ministerio se nos haya adelantado, cosa que dudo.

—Gracias— replicó la voz— Visitantes, recojan las chapas y colóquenselas en un lugar visible de la ropa.

Dos chapas se deslizaron por la rampa metálica en la que normalmente caían las monedas devueltas. Lily las tomó y le pasó una a Theo. La chapa decía: «Lily Potter, Misión de Rescate». La de Theo era igual, solo que con su nombre. Ambos se miraron.

—Por eso este país esta como esta.—murmuraron ante la falta de seguridad del Ministerio.

—Visitantes del Ministerio, tendrán que someterse a un cacheo y entregar sus varitas mágicas para que queden registradas en el mostrador de seguridad, que está situado al fondo del Atrio.

—Muy bien, ¿ya podemos pasar?—cuestionó Lily.

El suelo de la cabina telefónica se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas de cristal; los thestrals se perdieron de vista; la cabina quedó completamente a oscuras y, con un chirrido sordo, empezó a hundirse en las profundidades del MInisterio de Magia.

Una granja de débil luz dorada les ilumino los pies, y tras ensancharse, fue subieron por sus cuerpos. Ambos sostenían las varitas en alto, mirando a través del cristal para ver si había alguien esperándolos en el Atrio, pero parecía que estaba completamente vacío.

La luz era más tenue que la que había durante el día, y no ardía ningún fuego en las chimeneas empotradas en las paredes, aunque cuando la cabina se detuvo con suavidad, Lily vio que los símbolos dorados seguían retorciéndose sinuosamente en el techo azul eléctrico.

—El Ministerio de Magia les desea buenas noches.—dijo la voz de mujer.

La puerta de la cabina telefónica se abrió y Lily salió de ella seguida de Theo. Lo único que se oía en el Atrio era el constante susurro del agua de la fuente dorada, donde los chorros que salían de las varitas del mago y de la bruja, del extremo de la flecha del centauro, de la punta del sombrero del duende y de las orejas del elfo doméstico seguían cayendo en el estanque que rodeaba las estatuas.

—Vamos.—indicó Theo en voz baja. El era quien mejor conocía el Ministerio.

Se echaron a correr por el vestíbulo; pasaron junto a la fuente y se dirigieron hacia la mesa donde se sentaba el mago de seguridad que en ese momento se hallaba vacía.

Era un mal presagio que no hubiera nadie de seguridad, pero tampoco estaban muy sorprendidos, sin embargo, la aprensión aumentó mientras cruzaban las verjas doradas que conducían al vestíbulo de los ascensores.

Lily pulsó el botón y un ascensor apareció tintineando ante ellos casi de inmediato. La reja dorada se abrió produciendo un fuerte ruido metálico, y ambos entraron precipitadamente en el ascensor. Theo pulsó el botón con el número nueve; la reja volvió a cerrarse y el ascensor empezó a descender.

Para cuando el ascensor paró, la voz de mujer anunció: «Departamento de Misterios» y la reja se abrió. Ambos salieron al pasillo, donde solo vieron moverse las antorchas más cercanas, cuyas llamas vacilaban agitadas por la corriente de aire provocada por el ascensor.

La puerta, color negra, se abrió. Theo y Lily se miraron, alzaron sus varitas y cruzaron el umbral. Se encontraron en una gran sala circular. Todo era color negro, incluidos el suelo y el techo; alrededor de la negra y curva pared había una serie de puertas negras idénticas, sin picaporte y sin distintivo alguno, situadas a intervalos regulares e, intercalados entre ellas, unos candelabros con velas de llama azul. La fría y brillante luz de las velas se reflejaba en el reluciente suelo de mármol causando la impresión de que tenían agua negra bajo los pies.

Decir que el Departamento de Misterios no era misterioso, sería una gran mentira. Habían visto una sala que contenía estanques con cerebros que nadaban en un liquido verdoso; otra donde había altísimos estantes llenos de esferas que eran profecías; otra llena de plantas que flotaban en el aire; otra llena de relojes y cosas relacionadas con el tiempo; y finalmente llegaron a una que parecía una sala de Wizengamot.

—La Cámara de la Muerte.—dijo Theo en cuanto entraron.—Aquí esta el Velo de la muerte, hay que tener cuidado, quien lo traspase jamás podrá volver.

Las risas de los mortífagos resonaron en la sala, alertándolos. Theo y Lily se acercaron, había muchos mortífagos, los cuales apuntaban a Hermione, quien estaba encima de la tarima donde se encontraba el velo de la muerte. En su mano izquierda reposaba una esfera que parecía ser una profecía, mientras que en la otra tenía la varita fuertemente agarrada.

—Se acabó la carrera, Granger.—dijo Lucius Malfoy, arrastrando las palabras y quitándose la mascara.— Ahora sé bueno y entrégame la profecía.

—¡Deje...deje marchar a los demás y se la daré!—exclamó Hermione desesperada. Unos cuantos mortífagos rieron.

—No estás en situación de negociar, Granger—replicó Lucius Malfoy— Verás, nosotros somos diez, y tú estás sola...

—¡No está sola!—grito una voz en la parte más alta de la sala.—¡Todavía me tiene a mí!—

A Hermione le dio un vuelco el corazón, y Lily y Theo palmearon sus rostros: Neville Longbottom bajaba como podía hacia Hermione por los escalones de piedra, con la varita mágica de Ron firmemente agarrada con una temblorosa mano.

—No, Neville, no...Vuelve con Ron...

Longbottom lanzó un desmaiusa tres mortífagos antes de que uno de estos lo agarrara por detrás y lo inmovilizara. Longbottom forcejeaba y daba patadas; los mortífagos reían.

—Ese es Longbottom, ¿verdad?—pregunto Lucius Malfoy con desdén— Bueno, tu abuela ya está acostumbrada a perder a miembros de la familia a favor de nuestra causa...Tu muerte no le sorprenderá demasiado.

—¿Longbottom?—repitió Bellatrix Lestrange, y una sonrisa verdaderamente repugnante se dibujó en su descarnado rostro— Vaya, yo tuve el placer de conocer a tus padres, chico.

—¡Ya lo sé!—rugió Longbottom y forcejeó con tanto ímpetu para intentar soltarse de su captor que el mortífago grito:

—¡Que alguien lo aturda!

—No, no, no—repitió Bellatrix, que estaba extasiada; miró arrebatada a Hermione y luego a Longbottom—No, vamos a ver cuanto tarda Longbottom en derrumbarse como sus padres...A menos que Granger quiera entregarnos la profecía.

—¡NO SE LA DES!—bramó Longbottom, que estaba fuera de sí, dando patadas y retorciéndose mientras Bellatrix se le acercaba con la varita en alto— ¡NO SE LA DES POR NADA DEL MUNDO, LILY!

Bellatrix levantó la varita y exclamó:

—¡Crucio!

—¡Expelliarmus!

La varita de Bellatrix salió volando y Hermione soltó un grito de alivió. Lily alzaba su varita contra los mortífagos, al mismo tiempo que Theo comenzaba a aturdirlos uno a uno. Lily corrió hasta quedar junto a Hermione, mientras Theo ayudaba a Longbottom.

—¡Tomalá, Lily!—exclamó Hermione dándole la profecía— ¡Es tuya! ¡No la sueltes por nada del mundo!

De repente, en la parte más elevada de la sala se abrieron dos puertas y cinco personas entraron corriendo en la sala: Sirius, Remus, Moody, Tonks y Kingsley. Lucius se volvió y levantó la varita, pero Tonks ya le había lanzado un hechizo aturdidor.

Lily no esperó a ver si había dado en el blanco, sino que junto a Hermione, saltaron de la tarima y se apartaron con rapidez. Los mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que los acribillaban a hechizos desde arriba mientras descendían por las gradas hacia el foso.

Entre cuerpos que corrían y destellos luminosos, Lily vio como Theo luchaba contra dos mortífagos, y como Neville se arrastraba por el suelo, por lo que se tiró a tierra para llegar hasta el chico.

—¿Estas bien?—le grito Lily.

—Sí—contestó Longbottom e intentó incorporarse.

—¿Y Ron?—pregunto Hermione.

—Creo que está bien. Cuando lo he dejado seguía peleando con el cerebro.

—¿Un cerebro?—cuestionó Lily, confundida.

En ese momento, un hechizo dio contra el suelo entre ellos tres, produjo una explosión y dejó un cráter justo donde Longbottom tenía la mano hasta unos segundos antes. Los tres se alejaron de allí arrastrándose; pero entonces un grueso brazo salió de la nada, agarró a Lily por el cuello y tiró de ella hacia arriba. Lily apenas tocaba el suelo con las puntas de los pies.

—¡Dámela!—le gruñó una voz al oído—¡Dame la profecía!

El hombre le apretaba el cuello con tanta fuerza que Lily no podía respirar. Con los ojos llorosos, vio que Sirius se batía con un mortífago a unos tres metros de distancia; Kingsley y Theo peleaban contra dos a la vez; Tonks, que todavía no había llegado al pie de las gradas, le lanzaba hechizos a Bellatrix.

Por lo visto, nadie se había dado cuenta de que Lily se estaba muriendo.

No era novedad.

Entonces dirigió la varita mágica hacia atrás, hacia el costado de su agresor, pero no le quedaba aliento para pronunciar un conjuro y el hombre buscaba con la mano que tenía libre la mano de Lily que sujetaba la profecía.

—¡AAAAHHHH!—oyó de pronto.

Longbottom también había surgido de la nada e, incapaz de pronunciar un hechizo, le había clavado con todas sus fuerzas la varita de Ron al mortífago en una de las rendijas de la máscara. El hombre soltó a Lily de inmediato y profirió un aullido de dolor. Lily se dio la vuelta, lo miró y dijo, casi sin aliento:

—¡DESMAIUS!

El mortífago se desplomó hacia atrás y la máscara le resbaló por la cara: era Macnair, lo reconocía por los archivos de ex mortífagos que Theo le había mostrado. Tenía un ojo hinchado e inyectado en sangre.

—Gracias.—dijo Lily a Longbottom y enseguida tiró de él hacia sí, pues Sirius y su mortífago pasaban a su lado dando bandazos y peleando tan encarnizadamente que sus varitas no eran más que una mancha borrosa.

Lily tocó con el pie algo redondo y duro y resbalo. Al principió creyó que se le había caído la profecía, pero entonces vio que el ojo mágico de Moody rodaba por el suelo. Su propietario estaba tumbado sobre un costado sangrando por la cabeza, y su agresor arremetía en ese momento contra Lily y Longbottom: era Dolohov, a quien el júbilo crispaba el alargado y pálido rostro.

—¡Tarantallegra!—grito apuntando con la varita a Longbottom, cuyas piernas empezaron de pronto a bailar una especie de frenético claqué que le hizo perder el equilibrio y caer de nuevo al suelo. —Bueno, Potter...¡Accio profe...!

Entonces, Sirius surgió de improviso, empujando a Dolohov con el hombro y desplazándolo varios metros. La esfera había vuelto a resbalar hasta las yemas de los dedos de Lily, pero ella había conseguido sostenerla. En esos momentos, Sirius y Dolohov peleaban; sus varitas brillaban como espadas y por sus extremos salían despedidas chispas. Dolohov llevó la varita hacia atrás y Lily se levantó de un brinco, gritando:

—¡Petrificus totalus!

Las piernas y los brazos de Dolohov se juntaron y el mortífago cayó hacia atrás desplomándose en el suelo con un fuerte estruendo.

—¡Bien hecho!—grito Sirius y le hizo agachar la cabeza al ver que un par de hechizos aturdidos volaban hacia ellos.—Ahora quiero que salgas de...

Volvieron a agacharse, pues un haz de luz verde había pasado rozando a Sirius. Lily vio que Tonks se precipitaba desde la mitad de las gradas, y su cuerpo inerte golpeó los bancos de piedra mientras Bellatrix, triunfante, volvía al ataque.

—¡Lily, sujeta bien la profecía, toma a Neville y corre!—grito Sirius y fue al encuentro de Bellatrix.

Lily no vio lo que pasó a continuación, pero ante su vista apareció Kingsley que, aunque se tambaleaba, estaba peleando con Rookwood, quien ya no llevaba la máscara y tenía el marcado rostro al descubierto. Otro haz de luz verde pasó rozándole la cabeza a Lily, que se lanzó hacia Longbottom.

—¿Puedes tenerte en pie?—le pregunto al oído mientras las piernas del chico se sacudían y se retorcían incontroladamente.—Ponme un brazo alrededor de los hombros...

Longbottom obedeció y Lily tiró de el. Entonces un hombre se abalanzó sobre ellos y ambos cayeron hacia atrás. Longbottom se quedó boca arriba agitando las piernas como un escarabajo que se ha dado la vuelta, y Lily, con el brazo izquierdo levantado intentando impedir que se rompiera la pequeña bola de cristal.

—¡La profecía! ¡Dame la profecía, Potter!—gruñó Lucius Malfoy y Lily notó la punta de la varita clavándosele entre las costillas.

—¡Tomalá, Longbottom!—exclamó Lily, echando a rodar la esfera y Longbottom giró sobre la espalda, la atrapó y se la sujetó con fuerza contra el pecho. Lucius apuntó con la varita a Longbottom, pero Lily lo apuntó a el con la suya por encima del hombro y grito:

—¡Impedimenta!

Lucius se separó inmediatamente de Lily y esta se levantó, se dio la vuelta y vio que Lucius chocaba contra la tarima sobre la que Sirius y Bellatrix se batían en duelo. Lucius volvió a apuntar con la varita a Lily y Longbottom, pero antes de que pudiera atacar, Remus, de un salto, se había colocado entre Lucius y los dos chicos.

—¡Lily, recoge a los otros y sal de aquí!

Lily tomó a Longbottom de la túnica por un hombro y lo subió al primer banco de piedra de las gradas; las piernas de su compañero se sacudían, daban patadas y no lo sostenían en pie; Lily tiró de nuevo de él con todas sus fuerzas y subieron otro escalón...Entonces un hechizó golpeó el banco de piedra donde Lily tenía apoyados los pies; el banco se vino abajo y ella cayó al escalón inferior. Longbottom también cayó al suelo, sin dejar de agitar las piernas, y se metió la profecía en el bolsillo.

—¡Vamos!—grito Lily, desesperada, tirando de la túnica de Longbottom— Intenta empujar con las piernas...

Dio otro fuerte tirón y la túnica de Longbottom se descosió por la costura izquierda. La pequeña esfera de cristal soplado se le salió del bolsillo y, antes de que alguno de los dos pudiera atraparla, Longbottom la golpeó sin querer con un pie.

La profecía saltó por los aires unos tres metros y chocó contra el escalón inferior. Lily y Longbottom se quedaron mirando el lugar donde se había roto, horrorizados por lo que acababa de pasar, y vieron que una figura de un blanco nacarado con ojos inmensos se elevaba flotando.

Ellos dos eran los únicos que la veían. Lily observó que la figura movía la boca, pero con la cantidad de golpes, gritos y aullidos que se producían a su alrededor, no pudo oír ni una sola palabra de lo que decía. Finalmente, la figura dejó de hablar y se disolvió en el aire.

—¡Lo siento, Lily!—grito Longbottom, muy angustiado, y siguió agitando las piernas.— Lo siento, Lily, no quería...

—¡No importa! Intenta mantenerte en pie, hemos de salir de...

—¡Dumbledore!

—¿Qué?

—¡DUMBLEDORE!

Lily se volvió y dirigió la vista hacia donde miraba el chico. Justo encima de ellos, enmarcado por el umbral de la Estancia de los Cerebros, estaba Albus Dumbledore, con la varita en alto, pálido y encolerizado.

Dumbledore bajo a toda prisa los escalones pasando junto a Longbottom y Lily. Había llegado al pie de las gradas cuando los mortífagos que estaban más cerca se percataron de su presencia y avisaron a gritos a los demás.

Uno de ellos intentó huir trepando como un mono por los escalones del lado opuesto a donde se encontraban. Sin embargo, el hechizo de Dumbledore lo hizo retroceder con una facilidad asombrosa, como si lo hubiera pescado con una caña invisible. Solo había una pareja que seguía luchando; al parecer no se habían dado cuenta de que había llegado Dumbledore. Lily vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.

—¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor!— le grito Sirius.

El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. El no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.

—¡NO!—grito Lily.

Lily soltó a Longbottom y rápidamente bajó las gradas y sacó su varita al tiempo que Dumbledore también se volvía hacia la tarima.

El cuerpo de Sirius se curveo, pero antes de que su cuerpo siquiera tocara el Velo de la Muerte, Theo apareció, lanzándose contra el, desviando su caída hacia el suelo, lejos de la tarima y del Velo.

Ambos estaban bien y Lily pudo respirar más tranquila.

De pronto, Dumbledore ya tenía a casi todos los mortífagos agrupados en el centro de la sala, aparentemente inmovilizados mediante cuerdas invisibles; Ojoloco Moody había cruzado la sala arrastrándose hasta donde estaba tirada Tonks e intentaba reanimarla; detrás de la tarima todavía se producían destellos de luz, gruñidos y gritos: Kingsley había ido hasta allí para relevar a Sirius en el duelo con Bellatrix.

Remus, muy pálido, cesó el efecto del hechizo de Longbottom y ambos se quedaron junto a Lily.

—Vamos...vamos a buscar a los demás, ¿Dónde están, Neville?

—Están todos allí. A Ron lo ha atacado un cerebro, pero creo que está bien. Acabo de ver que Hermione esta con él, inconsciente...

Entonces se oyó un fuerte golpetazo y un grito detrás de la tarima. Lily vio que Kingsley caía al suelo aullando de dolor: Bellatrix Lestrange empezó a huir, pero Dumbledore se volvió y le lanzó un hechizo que ella desvió para luego comenzar a subir por las gradas...Entonces, Lily lo vio.

Ahí, enroscado en el dedo índice de Bellatrix Lestrange, brillaba un precioso anillo de oro blanco con un precioso diamante en forma de corazón.

Era el anillo de matrimonio de su difunta abuela. El mismo que su tía Petunia usaba todos los días.

Una ira la inundo.

—¡NO! ¡LILY!—grito Remus, pero se soltó de su agarre.

Echó a correr y trepó por los bancos de piedra; todos la llamaban pero no les hizo caso. El borde de la túnica de Bellatrix se perdió de vista pero Lily entró tras la mortífaga en la sala del tanque de cerebros, para después salir y llegar a la puerta que daba a la sala circular negra, donde Bellatrix desapareció por una de las puertas.

Lily alcanzó a distinguir el pasillo que conducía a los ascensores. Salió por la misma puerta y oyó que un poco más allá un ascensor traqueteaba, rápidamente recorrió veloz el pasillo y dio un puñetazo en el botón para llamar otro ascensor.

Lily se metió dentro y golpeó el botón del Atrio. Las puertas se cerraron y empezó a subir. Bellatrix casi había llegado al ascensor de la cabina telefónica, que estaba al final del vestíbulo, peor miró hacia atrás cuando Lily iba a toda velocidad hacia ella, y entonces le lanzó otro hechizo.

Se escondió detrás de la Fuente de los Hermanos Mágicos: el hechizo pasó rozándola y, al dar contra las rejas de oro, produjo un sonido de campanas. No se oían más pasos. Bellatrix había dejado de correr. Lily se agachó detrás de las estatuas y aguzó el oído.

—¡Sal, pequeña Lily, sal! ¿Para que me buscabas, si no? ¡Creía que habías venido para vengar a tu querida familia!

—¡¿Tú los mataste?!—pregunto Lily, sin salir de su escondite, necesitando la respuesta.

—¡Pero claro que sí! ¡Lucius y yo, junto a otros dos lo hicimos! Debo admitir que fue difícil derribar las barreras de tú familia, así como el hecho de que Lucius y yo corrimos con suerte de que aquellos collares encantados mataran a los otros dos y no a nosotros, odio admitirlo pero eres lista...aunque quizá no tanto, ya que viniste tras de mí...¿Los querías mucho, pequeña Potter? Esta baratija que me quede de tu tía es lo único remotamente decente que había en esa casa.

Lily notó que la invadía un odio que jamás había sentido; de un salto salió de detrás de la fuente y bramo:

—¡Crucio!

Bellatrix grito de dolor. Se retorció y chilló de dolor durante unos pocos minutos hasta que, lentamente, se levantó, jadeante. Lily se cobijó otra vez detrás de la fuente dorada. El contrahechizo de la mortífaga dio en la cabeza del apuesto mago, que se desprendió de la estatua y fue a parar seis metros más allá, arañando el suelo de madera.

—Debo admitir que, para ser la primera vez usando una imperdonable, te salió muy bien. ¿Pero que crees? ¡No vas a poder conmigo, Potter!

Lily oyó que ella se movía hacia la derecha para apuntarle bien; mientras tanto, ella rodeó la estatua en la dirección opuesta y se agachó detrás de las patas del centauro, manteniendo la cabeza a la altura de la del elfo doméstico.

—Era y sigo siendo la servidora más leal del Señor Tenebroso. El me enseño las artes oscuras, y conozco hechizos poderosísimos con los que tú, patética mocosa, no puedes ni soñar en competir...¡Te voy a dar una oportunidad, Potter! ¡Entrégame la profecía, lánzamela rodando por el suelo y quizá te perdone la vida!

—¡Pues tendrás que matarme porque ya no la tengo! ¡Estoy incluso casi segura de que el ya debe saberlo! ¡Voldemort debe saber que la profecía se ha perdido! No creo que este muy contento contigo, ¿eh?

—¿Cómo? ¿Qué dices?—chilló aterrorizada

—La profecía se ha roto cuando intentaba ayudar a Longbottom a subir las gradas, ¿Cómo crees que le sentara eso a Voldemort?

—¡ESO ES MENTIRA! ¡LA TIENES TÚ, POTTER, Y VAS A DARMELA AHORA MISMO! ¡ACCIO PROFECÍA! ¡ACCIO PROFECÍA!

—¡No tengo nada que entregarte! ¡La profecía se ha roto y nadie ha oído lo que ha dicho!

—¡No! ¡No es verdad, estás mintiendo! ¡LO HE INTENTADO, AMO, LO HE INTENTADO! ¡NO ME CASTIGUES!

—¡Gastas saliva inútilmente! ¡El no puede oírte!

—¿Ah, no, Potter?—dijo una voz fría y aguda,

Lily abrió los ojos. Alto, delgado, tocado con una capucha negra, el aterrador rostro con rasgos de serpiente era blanco y demacrado, y unos ojos rojos con sendas rendijas por pupilas miraban atentamente a Lily...

Lord Voldemort había aparecido en medio del vestíbulo y apuntaba con su varita a la muchacha, que se había quedado petrificada.

—¿Qué dices, que has roto mi profecía?...No, Bella, no miente....Meses de preparación, meses de esfuerzo...y mis mortífagos han dejado que Lily Potter vuelva a desbaratar mis planes...

—¡Lo siento, amo, no lo sabía, yo estaba peleando con el animago Black!—gimoteó Bellatrix y se arrodillo a los pies de Voldemort mientras el se le acercaba lentamente.—Amo, debes saber que...

—Cállate, Bella. Enseguida me encargaré de ti. ¿Acaso crees que he entrado en el Ministerio de Magia para escuchar tus penosas disculpas?

—Pero amo...El esta aquí, esta abajo...

Voldemort no le prestó atención.

—A ti no tengo nada más que decirte, Potter. Ya me has fastidiado bastante, llevas demasiado tiempo molestándome. ¡AVADA KEDRAVRA!

De pronto, la estatua dorada del mago sin cabeza de la fuente había cobrado vida, y saltó al suelo desde su pedestal y se colocó entre Lily y Voldemort. El hechizo rebotó en su pecho cuando la estatua extendió los brazos para proteger a Lily.

—¿Qué...? ¡Dumbledore!

Lily miró hacia atrás. Dumbledore estaba de pie frente a las rejas doradas. Voldemort levantó la varita y otro haz de luz verde golpeó a Dumbledore, que se dio la vuelta y desapareció en medio del revuelo de su capa. Al cabo de un segundo, apareció de nuevo detrás de Voldemort y agito la varita apuntando a lo que quedaba de la fuente.

Las otras estatuas también cobraron vida. La estatua de la bruja corrió hacia Bellatrix, que se puso a gritar y a lanzarle hechizos que rebotaban en el pecho de la estatua; esta se abalanzó sobre la mortífaga y finalmente la inmovilizó contra el suelo.

Entre tanto, el duende y el elfo doméstico se escabulleron hasta las chimeneas empotradas a lo largo de la pared, y el centauro, que ya solo tenía un brazo, salió al galope hacia Voldemort, que desapareció y volvió a aparecer junto a la fuente.

La estatua del mago empujó a Lily hacia atrás y lo aparto de la refriega, mientras Dumbledore avanzaba hacia Voldemort y el centauro galopaba en torno a ellos.

—Has cometido una estupidez viniendo aquí esta noche, Tom.—dijo Dumbledore con serenidad.— Los aurores están viniendo en camino...

—¡Pero cuando lleguen, yo me habré ido y tú estarás muerto!

Luego lanzó otra maldición asesina a Dumbledore, pero no dio en el blanco, sino que golpeó la mesa del mago de seguridad, que se prendió fuego. Dumbledore también uso su varita, y fue tal la potencia del hechizo que emanó de ella que, pese a estar protegido por su dorado guardián, a Lily se le pusieron los cabellos de punta cuando el rayo pasó a su lado.

Esa vez, Voldemort se vio obligado a crear un reluciente escudo de plata para desviarlo. El hechizo, fuera el que fuese, no le produjo daños visibles al escudo, aunque le arrancó una fuerte nota parecida al sonido de un gong, francamente estremecedor.

—¿No quieres matarme, Dumbledore?—pregunto Voldemort asomando los entrecerrados y rojos ojos por encima del borde del escudo— Estás por encima de esa crueldad, ¿verdad?

—Ambos sabemos que existen otras formas de destruir a un hombre, Tom—respondió Dumbledore, impasible, y siguió caminando hacia Voldemort como si no temiera absolutamente nada, como si no tuviera ningún motivo para interrumpir su paseo por el vestíbulo— Reconozco que quitarte la vida no bastaría para satisfacerme...

—¡No hay nada peor que la muerte, Dumbledore!

—Te equivocas.—replicó Dumbledore, que continuaba acercándose a Voldemort y hablaba con despreocupación, como si se discutieran tranquilamente aquel asunto mientras se tomaban una copa.—De hecho, tu incapacidad para comprender que hay cosas mucho peores que la muerte siempre ha sido tu mayor debilidad.

Otro haz de luz verde surgió de detrás del escudo de plata. Esta vez fue el centauro manco, que galopaba delante de Dumbledore, el que recibió el impacto y se hizo añicos, pero, antes de que los fragmentos llegaran al suelo, Dumbledore echó hacia atrás su varita y la sacudió como si blandiera un látigo.

Una larga y delgada llama salió de la punta y se enroscó alrededor de Voldemort, abrazando también el escudo. Por un instante pareció que Dumbledore había ganado, pero entonces la cuerda luminosa se convirtió en una serpiente que soltó a Voldemort de inmediato y se dio la vuelta, silbando furiosa, para enfrentarse a Dumbledore.

Voldemort desapareció y la serpiente echó hacia atrás la parte del cuerpo que tenía levantada del suelo, preparada para atacar. Hubo un fogonazo en el aire, por encima de Dumbledore, y en ese preciso momento reapareció Voldemort: estaba de pie en el pedestal, en el centro d ela fuente donde hasta hacía poco se alzaban las cinco estatuas.

Otro haz de luz verde salió despedido de la varita de Voldemort y la serpiente atacó. Entonces Fawkes descendió en picado ante Dumbledore, abrió mucho el pico y se tragó todo el haz de luz verde: estalló en llamas y cayó al suelo, pequeño, encogido e incapaz de volar.

De inmediato, Dumbledore blandió su varita y describió un largo y fluido movimiento: la serpiente, que había estado a punto de clavarle los colmillos, saltó por los aires y quedó reducida a una voluta de humo negro, y el agua de la fuente se alzó formando una especie de capullo de cristal fundido y cubrió a Voldemort.

Durante un instante lo único que se vio de el fue una oscura, borrosa y desdibujada figura sin rostro que se estremecía sobre el pedestal; era evidente que intentaba librarse de aquella sofocante masa...Pero de pronto desapareció y el agua cayó con gran estruendo en la fuente, se derramó por el borde e inundó el suelo.

—¡AMO!—gritó Bellatrix.

—¡Quédate donde estás, Lily!—ordenó Dumbledore con voz atronadora; por primera vez parecía asustado.

Hubo una fuerte explosión y todo se volvió negro para Lily...No sabía cuantos minutos pasaron, pero cuando pudo recobrar la consciencia y abrir lo ojos, vio que la estatua sin cabeza que la había protegido estaba tumbada boca arriba, resquebrajada e inmóvil. Levantó un poco la cabeza y entonces descubrió a Dumbledore a pocos centímetros de ella.

—¿Estas bien, Lily?

—Sí...¿Dónde esta Voldemort? ¿Quiénes son esos, qué...?

El Atrio estaba lleno de gente; en el suelo se reflejaban las llamas de color esmeralda que habían prendido en todas las chimeneas de una de las paredes; y un torrente de brujas y de magos salía por ellas. Cuando Dumbledore la ayudo a ponerse en pie, Lily vio las pequeñas estatuas de oro del elfo doméstico y del duende, que guiaban a un atónito Cornelius Fudge.

—¡Estaba aquí!—grito un individuo ataviado con una túnica roja y peinado con coleta que señalaba un montón de trozos dorados que había en el otro extremo del vestíbulo, donde unos momentos antes había estado atrapada Bellatrix.— ¡Lo he visto con mis propios ojos, señor Fudge, le juro que era Quien-Usted-Sabe, ha agarrado a una mujer y se ha desaparecido!

—¡Lo sé, Williamson, lo sé, yo también lo he visto!—farfullo Fudge, que llevaba un pijama bajo la capa de raya diplomática y jadeaba como si acabara de correr un maratón.— ¡Por las barbas de Merlín! ¡Aquí! ¡Aquí, en el mismísimo Ministerio de Magia! ¡Por todos los diablos, parece mentira! ¡Caramba! ¿Cómo es posible?

—Si baja al Departamento de Misterios, Cornelius—sugirió Dumbledore, que parecía satisfecho con el estado en que Lily se encontraba y dio unos pasos hacia adelante; al hacerlo, varios de los recién llegados se percataron de su presencia (unos cuantos levantaron las varitas; otros se quedaron pasmados; las estatuas del elfo y del duende aplaudieron, y Fudge se llevó tal susto que sus zapatillas se levantaron un palmo del suelo)—encontrarán a unos cuantos mortífagos fugados retenidos en la Cámara de la Muerte, inmovilizados mediante un embrujo antidesaparición, que esperan a que decida que hacer con ellos.

—¡Dumbledore!—exclamó Fudge con perplejidad—Usted...aquí...Yo...

Entonces miró salvajemente a los aurores que lo acompañaban y quedó clarísimo que estaba a punto de gritar: «¡Deténganlo!»

—¡Cornelius, estoy dispuesto a luchar contra sus hombres y volver a ganar!—anunció Dumbledore con voz atronadora— Pero hace solo unos minutos con sus propios ojos ha visto pruebas de que llevo un año diciéndole la verdad. ¡Lord Voldemort ha regresado, y en cambio hace doce meses que está usted persiguiendo al hombre equivocado; ya es hora de que empiece a usar la cabeza!

—Yo...no...Bueno...—balbuceó Fudge y miró alrededor como si esperara que alguien le dijera lo que tenía que hacer. Como nadie decía nada, añadió:—¡Muy bien! ¡Dawlish! ¡Williamson! Bajen al Departamento de Misterios a ver...Dumbledore, usted...usted tendrá que contarme exactamente...La Fuente de los Hermanos Mágicos, ¿qué ha pasado?—añadió con una especie de gemido contemplado el suelo del Atrio, por donde estaban esparcidos los restos de las estatuas de la bruja, el mago y el centauro.

—Ya hablaremos de eso cuando haya enviado a Lily a Hogwarts.—dijo Dumbledore.

—¿A Lily? ¿Lily Potter?

Fudge se dio bruscamente la vuelta y se quedó contemplando a Lily, que todavía estaba pegada contra la pared, junto a la estatua caída que la había protegido durante el duelo entre Dumbledore y Voldemort.

—¿Qué hace ella aquí? ¿Qué...qué significa esto?

—Se lo explicare todo cuando Lily haya regresado al colegio.—repitió Dumbledore.

Y entonces se apartó de la fuente y se encaminó hacia el lugar donde había caído la cabeza dorada del mago. La señaló con la varita y musitó: «Portus». La cabeza emitió un resplandor dorado y tembló ruidosamente contra el suelo de madera durante unos segundos y luego volvió a quedarse quieta.

—¡Un momento Dumbledore!—grito Fudge mientras aquél recogía la cabeza del suelo e iba hacia Lily— ¡No tiene autorización para utilizar ese traslador! ¡No puede hacer esas cosas delante del ministro de Magia como si..., como si...!—exclamó, pero se le entrecortó la voz cuando Dumbledore lo miró autoritariamente por encima de sus gafas de media luna.

—Quiero que dé la orden de echar al profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de Hogwarts.—sentenció Dumbledore.— Quiero que diga a sus aurores que dejen de investigarme. Voy a darle...—Dumbledore sacó un reloj de doce manecillas del bolsillo y lo consultó— media hora de mi tiempo esta noche; creo que con eso bastará para repasar los puntos más importantes de lo que ha ocurrido aquí. Después tendré que regresar a mi colegio. Si necesita usted más ayuda de mí, no dude en consultarme en Hogwarts, por favor. me llegarán todas las cartas dirigidas al director.

Fudge miraba a Dumbledore con unos ojos más desorbitados que nunca; tenía la boca abierta y su redondeado rostro estaba cada vez más sonrosado bajo el desordenado cabello gris.

—Yo..., usted...

Dumbledore le dio la espalda.

—Toma este traslador, Lily.— le tendió la cabeza dorada de la estatua y obligó a Lily a ponerle una mano encima.—Me reuniré contigo dentro de media hora.— le aseguró Dumbledore quedamente.—Uno, dos, tres...

Lily volvió a notar aquella sensación de que tiraban de un gancho detrás de su ombligo y el lustroso suelo de madera desapareció bajo sus pies. El Atrio, Fudge y Dumbledore se habían esfumado, y ella volaba en un torbellino de sonido y color.


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