Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 65



Las vacaciones de Navidad habían sido perfectas para Lily, al menos hasta que ocurrió el fallecimiento de Arthur Weasley. Según lo que Sirius y Remus le contaron, Arthur tenía una misión con la Orden del Fénix, la cual era proteger una profecía que se encontraba en el Departamento de Misterios; Profecía que al parecer Voldemort estaba intentando obtener, ya que hablaba tanto de él como de ella, Lily Potter.

Arthur Weasley falleció por unas fuertes y profundas heridas que también se le infectaron con veneno. Era más que obvio que fue atacado por Nagini, la leal serpiente de Voldemort.

Al funeral acudió toda la Orden del Fénix y muchos miembros del Ministerio (algunos miembros de la Orden fingieron ir de parte del Ministerio para que no los relacionaran). Hermione, Lily y su corte también asistieron al funeral y, por lo que Lily tenía entendido, Bill y Charlie Weasley serían ahora quienes se harían cargo de los gastos de la familia.

El regreso a Hogwarts fue tranquilo para todos, excepto para los Weasley, Lily, Hermione y Theo. Los Weasley estaban terriblemente tristes por la perdida de su padre, mientras que los otros tres estaban terriblemente preocupados por la dichosa profecía.

Los días en Hogwarts pasaron con serenidad, no había más problemas con la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras ya que el nuevo titular se la pasaba durmiendo. El Ministro Fudge tenía a la prensa encima debido al accidente de Umbridge y su actuar con la pluma de sangre. Dumbledore no se cruzaba ya casi por los pasillos ni en la cena, sino que se la pasaba encerrado en su despacho.

El mes de enero paso volando, en febrero Lily tuvo una cita por San Valentín en Hogsmeade con Draco, quien le regalo un precioso ramo de tulipanes de todos los colores. Ese día, Theo y Luna tuvieron su primera cita.

Dos semanas más tarde, pocos días después del último partido de Quidditch donde Slytherin ganó, una mañana en el Gran Comedor, Lily se encontraba desayunando amenamente junto a su pareja y amigos cuando una lechuza desconocida se detuvo frente a Lily.

—¿A quién buscas?—pregunto Lily apartando lánguidamente su zumo de naranja de debajo del pico de la lechuza, y se inclinó hacia delante para leer el nombre y la dirección del destinatario.

Lily Potter

Gran Comedor

Colegio Hogwarts.

Lily frunció el ceño y se dispuso a tomar la carta, pero, antes de que pudiera hacerlo, tres, cuatro y hasta cinco lechuzas más llegaron volando y se posaron al lado de la primera disputándose un sitio, al mismo tiempo que pisaban la mantequilla y tiraban el salero en sus intentos de entregarle, antes que las demás, la carta que llevaban.

—¿Qué esta pasando aquí?—pregunto Theo, asombrado, mientras los demás ocupantes de la mesa de Slytherin se inclinaban para mirar y siete lechuzas más aterrizaban entre las anteriores, chillando, ululando y agitando las alas.

Lily hundió las manos en la masa de plumas y levantó una lechuza que llevaba un paquete largo y cilíndrico. Retiró el envoltorio de papel de color marrón y encontró un ejemplar fuertemente enrollado del número de marzo de El Quisquilloso. Lo desenrolló y vio la cara de Cedric Diggory, que sonreía en la portada. Sobre la imagen de Cedric había unas grandes letras rojas que rezaban:

CEDRIC DIGGORY HABLA POR FIN: TODA LA VERDAD SOBRE EL-QUE-NO-DEBE-SER-NOMBRADO, LA NOCHE QUE LO VI REGRESAR Y COMO LILY POTTER SALVO MI VIDA.

—¿Te gusta?—les preguntó Luna, que se había acercado a la mesa de Slytherin y se apretujaba en el banco entre Theo y Blaise.— Salió ayer. Le pedí a mi padre que te enviara un ejemplar gratuito. Supongo que todo esto —añadió señalando las lechuzas, que seguían buscando un lugar frente a Lily—son cartas de los lectores.

—¿Cómo es que ha pasado esto?—pregunto Lily con frustración al verse nuevamente metida en el ojo público. Draco, a su lado, acarició su espalda, buscando tranquilizarla.

—Cedric Diggory parecía estar cansado de que todos los tacharan de locos a ti, a Dumbledore y a el mismo, intentó contactarte pero sabía que no querrías meterte en esto así que decidió que contar la verdad sería lo mejor, especialmente ahora que Fudge tiene tantos problemas. El sabía que no podría ir a El Profeta, ya que están bajo las ordenes de el Ministerio, así que por eso fue a la revista de mi padre.

Ella no dijo nada, solo suspiro pesadamente mientras Theo, Blaise, Pansy, Astoria y Cassius abrían las cartas.

—Esta es de un tipo que cree que estás como una cabra —dijo Blaise mientras leía la carta que había tomado.

—Ah, bueno...

—Esta mujer te recomienda que hagas un tratamiento de hechizos de choque en San Mungo —comentó Pansy, con sorna, y arrugó la carta.

—Pues esta no esta tan mal—afirmó Cassius despacio, leyendo por encima una larga carta de una bruja de Paisley. —¡Eh, dice que les cree!

—Este esta indeciso —terció Astoria, que ya llevaba leídas varias cartas con mucho entusiasmo— Dice que no cree que estés loca, pero que no le hace ninguna gracia pensar que Quien-Tu-Sabes ha regresado y por eso ahora no sabe que pensar. ¡Vaya, que manera de malgastar el pergamino!

—A este parece que también lo han convencido, Lily —dijo Theo, emocionado— «Después de leer tu versión de la historia, he llegado a la conclusión de que El Profeta te ha tratado injustamente...Aunque no me guste pensar que El-que-no-debe-ser-nombrado ha regresado, no tengo más remedio que aceptar que dices la verdad...» Vaya, al fin alguien con sentido común.

—Otro que cree que has perdido la cabeza—comentó Blaise, y tiró una carta arrugada por encima del hombro— pero esta dice que la has convencido y que ahora piensa que eres una verdadera héroe; ¡Hasta ha incluido una fotografía suya! Es linda, pero me gusta más mi leona.

Lily suspiró pesadamente y dejó que los demás continuaran leyendo las cartas. Se fue del Gran Comedor después de desayunar, en compañía de Theo y Hermione, ignorando los cuchicheos del resto del alumnado. Según lo que Hermione le informaba, la entrevista de Cedric había revelado absolutamente toda la verdad de lo sucedido esa noche.

Se separaron de Hermione, quien tenía clase de Runas Antiguas, mientras que Theo y Lily continuaron su camino hasta el aula de Adivinación. Tendrían un nuevo profesor, Firenze, un centauro. Esto debido a que, cuando Umbridge aún vivía, había despedido a Sybill Trelawney, a quien tacho de estafadora. Dumbledore, en un movimiento bastante astuto de su parte, acepto el despido de Trelawney, pero evito que la echaran del castillo y el mismo consiguió a este nuevo profesor.

Si bien ahora Umbridge ya no era un problema para nadie, ese “despido” había tenido el respaldo del Ministerio, por lo que la profesora Trelawney no podía volver aún al aula de clases. En realidad, era la primera clase de Adivinación que tenían desde que despidieron a la profesora Trelawney, ya que poco después ocurrió el asesinato, aún sin resolver, de Umbridge.

—Pero ¿qué...?

El suelo del aula estaba cubierto de musgo y en él crecían árboles; las frondosas ramas se abrían en abanico hacia el techo y las ventanas, y la habitación estaba llena de sesgados haces de una débil luz verde salpicada de sombras.

Los alumnos que ya habían llegado al aula estaban sentados en el suelo, apoyaban la espalda en los troncos de los árboles o en piedras, y se abrazaban las rodillas o tenían los brazos cruzados firmemente sobre el pecho. Todos parecían muy nerviosos. En medio del claro, donde no había árboles, estaba Firenze.

—Lily Potter.—saludó el centauro y extendió una mano al verla entrar.

—Hola, Firenze—saludó Lily. Se habían conocido en su primer año, donde Hagrid los presentó. Estrecho la mano del centauro, que la miró sin parpadear con aquellos asombrosos ojos azules suyos, pero no le sonrió.—Me alegro de verte.

—Y yo a ti.—repuso Firenze inclinando su rubia cabeza—Estaba escrito que volveríamos a encontrarnos.

Lily reparó en que Firenze tenía la sombra de un cardenal con forma de herradura en el pecho. Al volverse para sentarse con el resto de los alumnos en el suelo del aula, vio que todos la miraban sobrecogidos; al parecer, les había impresionado mucho que tuviera tan buenas relaciones con Firenze, ante quien se sentían profundamente intimidados.

Tan pronto como se cerró la puerta y el último estudiante se hubo sentado en un tocón junto a la papelera, Firenze hizo un amplio movimiento con un brazo abarcando la sala.

—El profesor Dumbledore ha tenido la amabilidad de arreglar esta aula para nosotros imitando mi hábitat natural —les explicó Firenze cuando todos estuvieron instalados— Yo habría preferido impartirles clases en el Bosque Prohibido, que hasta el lunes pasado era mi hogar, pero no ha sido posible...

—Perdone...,humm..., señor— dijo Parvati entrecortadamente levantando una mano— ¿Por qué no ha sido posible? Ya hemos estado allí con Hagrid y no nos da miedo

—No es una cuestión del valor de los alumnos, sino de mi situación. No puedo regresar al bosque. Mi manada me ha desterrado.

—¿Su manada?— se extrañó Lavender con un tono que denotaba confusión, y Lily comprendió que se estaba imaginando un rebaño de vacas.— ¿Qué...? ¡Ah! —Entonces lo entendió— ¿Hay más como usted?— preguntó, atónita

— ¿Los crio Hagrid, como a los thestrals?—inquirió Dean Thomas con interés. Firenze giró lentamente la cabeza hasta posar la mirada en Dean, quien se dio cuenta inmediatamente de que había hecho un comentario muy ofensivo—Bueno..., no quería...Es decir..., lo siento.— se disculpó con un hilo de voz.

—Los centauros no somos sirvientes ni juguetes de los humanos.—declaró Firenze sin alterarse. Se produjo una pausa, y entonces Parvati volvió a levantar la mano.

—Perdone, señor, ¿por qué lo han desterrado los otros centauros?

—Porque he accedido a trabajar para el profesor Dumbledore— respondió Firenze— Ellos lo consideran una traición a nuestra especie. Bien, empecemos.

Agitó su larga y blanca cola, levantó una mano hacia el toldo de hojas que tenían sobre las cabezas y luego la bajó lentamente. La luz de la sala se atenuó inmediatamente, de modo que parecía que estaban sentados en el claro de un bosque al anochecer, y aparecieron estrellas en el techo. Hubo exclamaciones y gritos contenidos de asombros.

—Túmbense en el suelo. —indicó Firenze con voz sosegada.— y observen el cielo. En el esta escrito, para los que saben ver, el destino de nuestras razas. —Lily se echó sobre la espalda y miro el techo. Una titilante estrella roja le hacía guiños desde lo alto.— Ya sé que en la clase de Astronomía han estudiado los nombres de los planetas y de sus lunas. —prosiguió Firenze con voz queda— y que han trazado la trayectoria de las estrellas por el firmamento. Los centauros llevamos siglos desentrañando los misterios de esos movimientos. Nuestros hallazgos nos han demostrado que el futuro se puede vislumbrar en el cielo...

—¡La profesora Trelawney nos daba Astrología!—exclamó Parvati levantando la mano— Marte causa accidentes, quemaduras y cosas así, y cuando forma un ángulo con Saturno, como ahora —trazó un ángulo recto en el aire— significa que hay que extremar las precauciones al manejar cosas calientes...

—Eso son tonterías de los humanos.—dijo Firenze con serenidad. La mano de Parvati descendió con languidez.— Daños triviales, pequeños accidentes humanos —continuó el centauro y sus cascos se oyeron sobre le húmedo musgo del suelo.— En el contexto del universo, esas cosas no tienen más relevancia que los correteos de las hormigas, y no les afectan los movimientos planetarios.

—La profesora Trelawney...—empezó a decir Parvati, dolida e indignada.

—...es un ser humano —la atajó Firenze escuetamente— y por lo tanto está cegada y coartada por las limitaciones de su especie.

Lily ladeó ligeramente la cabeza para mirar a Parvati, que parecía muy ofendida, como muchos de sus compañeros.

—Quizá Sybill Trelawney pueda predecir, no lo sé—prosiguió Firenze y Lily volvió a oír el susurro de su cola mientras paseaba ante ellos— pero en general pierde el tiempo con esas estupideces halagadoras que los humanos llaman «leer el futuro». En cambio, yo estoy aquí para explicarles la sabiduría de los centauros, que es impersonal e imparcial. Nosotros buscamos en el cielo las grandes corrientes del mal y los cambios que a veces están escritos en el. Podemos tardar cien años en estar seguros de lo que estamos viendo. —Firenze señaló la estrella roja que Lily tenía justo encima.—En la década pasada vimos indicios de que los magos vivían un periodo de calma entre dos guerras. Marte, el rey de la guerra, brilla intensamente sobre nosotros, lo cual sugiere que la batalla podría volver a estallar pronto. Los centauros podemos intentar predecir cuando sucederá quemando ciertas hierbas y hojas, y observando el humo y las llamas...

Fue la clase más inusual a la que Lily había asistido jamás. Quemaron salvia y malva dulce en el suelo, y Firenze los invitó a buscar ciertas formas y algunos símbolos en el acre humo que se desprendía de las hierbas, pero no pareció que le preocupara ni lo más mínimo que ninguno de los alumnos viera los signos que el describía.

Contó que los humanos no eran muy buenos en aquel arte y que los centauros habían tardado muchos años en dominarlo; concluyó diciendo que de todos modos era una tontería poner demasiada fe en aquellas cosas, porque hasta los centauros se equivocaban a veces al interpretarlas.

Firenze no se parecía a ningún profesor humano que Lily hubiera tenido hasta entonces. Daba la impresión de que su prioridad no era enseñarles lo que el sabía, sino hacerles comprender que nada, ni siquiera los conocimientos de los centauros, era infalible.

—No se define mucho, ¿verdad?—comentó Theo en voz baja mientras apagaban el fuego de la malva dulce.— A mí no me importaría saber algo más sobre la guerra que esta a punto de estallar. Después de todo, estamos metidos en ella.

Sonó la campana que había en el pasillo, junto a la puerta del aula, y todos se sobresaltaron; Lily había olvidado por completo que todavía estaban dentro del castillo y habría jurado que estaba en el Bosque Prohibido. Los alumnos salieron en fila con cara de perplejidad. Lily y Theo se disponían a seguir a sus compañeros cuando Firenze dijo:

—Lily Potter, un momento, por favor.

Lily se dio la vuelta. El centauro avanzó un poco hacia ella y Theo vaciló.

—Puedes quedarte.—le dijo Firenze— Pero cierra la puerta, por favor.

Theo se apresuro a obedecer.

—Lily Potter, eres amiga de Hagrid, ¿verdad?—le pregunto el centauro.

—Sí.—afirmó ella.

—Entonces dale este aviso de mi parte: sus intentos no están dando resultado. Más le valdría abandonar.

—¿Sus intentos no están dando resultados?—repitió Lily

—Y más le valdría abandonar.—puntualizó Firenze asintiendo con la cabeza— Si pudiera avisaría yo mismo a Hagrid, pero me han desterrado; no sería prudente por mi parte acercarme demasiado al bosque precisamente ahora. Hagrid ya tiene bastantes problemas, y solo le faltaría una batalla de centauros...

—Pero...¿Qué es lo que intenta hacer Hagrid?—pregunto Lily con inquietud. Firenze miró a Lily sin inmutarse.

—Últimamente Hagrid me ha prestado gran ayuda.—contestó Firenze.— y hace mucho tiempo que se gano mi respeto por el cuidado que dedica a todas las criaturas vivientes. No voy a revelar su secreto. Pero hay que hacerle entrar en razón. Sus intentos no están dando resultados. Díselo, Lily Potter. Que pases un buen día.

El grisáceo mes de marzo dejó paso a un borrascoso abril y la vida de Lily parecía haberse convertido de nuevo en una larga serie de preocupaciones y problemas.

A Lily se le había complicado entregar el mensaje de Firenze debido a que no había tenido tiempo, pero, cuando lo hizo, Hagrid la miró un momento con los hinchados y amoratados ojos como si se hubiera sorprendido. Pero luego recobró la compostura.

—Firenze es un gran tipo—afirmó con brusquedad— pero de esto no entiende nada. Mis intentos están dando muy buenos resultados.

—¿Qué te traes entre manos, Hagrid?—pregunto Lily poniéndose seria.

—No sufras por mí, Lily. Y ahora veté, se buena.

Entre tanto, los TIMOS cada vez estaban más cerca, algo que los profesores y Hermione seguían recordando a los alumnos. Todos los de quinto estaban más o menos estresados, pero Hannah Abbott fue la primera en recibir una poción calmante de la señora Pomfrey, después de echarse a llorar durante la clase de Herbología y afirmar, entre sollozos, que era demasiado tonta para aprobar los exámenes y que quería marcharse cuanto antes del colegio.

Para subrayar la importancia de los próximos exámenes, una serie de folletos, prospectos y anuncios relacionados con varias carreras mágicas aparecieron encima de las mesas de la sala común de Slytherin poco después de que las vacaciones de Pascua finalizasen, y en el tablón de anuncios colgaron un letrero que decía:

ORIENTACIÓN ACADÉMICA.

Todos los alumnos de quinto curso tendrán, durante la primera semana del trimestre de verano, una breve entrevista con el jefe de su casa para hablar de las futuras carreras. Las fechas y las horas de las entrevistas individuales se indican a continuación.

Lily revisó la lista y vio que el profesor Snape la esperaría en su despacho el lunes a las dos y media, lo cual significaba que se saltaría casi toda la clase de Adivinación. Lily y los otros alumnos de quinto habían pasado una parte considerable del último fin de semana de las vacaciones de Pascua leyendo la información sobre diferentes carreras que habían dejado en la torre para que los alumnos la examinaran.

A pesar de este notable interés, la realidad era que ninguno de la generación de Lily, excepto quizá ella misma, tenía que preocuparse de su futuro. La mayoría, por no decir que todos, eran o herederos de su ancestral familia, o heredarían algún importante puesto en su negocio familiar, o en su defecto, tendrían una entrada asegurada a un buen puesto en el Ministerio.

—¿Y si solo quiero ser mantenida?—dijo Lily, el último domingo con un suspiro frustrado.

—Tu solo encárgate de invertir tu tiempo que del dinero me encargo yo.—dijo Draco con tranquilidad, acariciando su cabello.

Al final, la orientación con Snape salió bien y las opciones de Lily eran: ser jugadora profesional de Quidditch, pocionista o mantenida. Las tres sonaban atractivas para ella.

Dos semanas más tarde, saliendo de clases, se oían gritos y jaleo provenientes del vestíbulo. Eran nada más y nada menos que los gemelos Weasley, quienes habían llamado a sus escobas después de hacer estallar en fuegos artificiales el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Hasta nunca.—dijo Fred al profesor de Defensa, subiéndose a su escoba.

—Sí, no se moleste en enviarnos ninguna postal.—añadió George, imitando a su hermano. Fred miró a los estudiantes que los observaban atentos y en silencio.

—Si a alguien le interesa nuestros productos, nos encontrarán en Sortilegios Weasley, en el número noventa y tres del callejón Diagon.—dijo en voz alta.

Fred y George dieron un pisotón en el suelo y se elevaron a más de cuatro metros, mientras la barra de hierro oscilaba peligrosamente un poco más abajo. Fred miro hacia el otro extremo del vestíbulo, donde estaba suspendido el poltergeist, que cabeceaba a la misma altura que ellos, por encima de la multitud.

—Hazle la vida imposible a ese lamebotas del ministerio, Peeves.

Y Peeves, a quien Lily jamás había visto aceptar una orden de un alumno, se quitó el sombrero con cascabeles de la cabeza e hizo una ostentosa reverencia al mismo tiempo que los gemelos daban una vuelta al vestíbulo en medio de un aplauso apoteósico de los estudiantes y salían volando por las puertas abiertas hacia una espléndida puesta de sol.

La historia del vuelo hacia la libertad de Fred y George se contó tantas veces en los días siguientes que Lily comprendió que pronto se convertiría en una de las leyendas de Hogwarts.

Pero Lily tenía cosas más importantes de que preocuparse que no fuera el teatro que hicieron los gemelos Weasley, ¿Cómo qué? Como el hecho de que Hagrid se había traído a su medio hermano de su viaje, el cual era un gigante de cinco metros que disfrutaban de jugar arrancando árboles y que reconocía a Hermione como «Hermy». Eso sin contar que los centauros no estaban nada feliz con el nuevo habitante del Bosque Prohibido, y tenían una especie de mini guerra con Hagrid.

Sin embargo, Lily tuvo que dejar en segundo plano su preocupación por Hagrid cuando llegaron por fin sus exámenes TIMOS. Su primer examen era de Encantamientos. Los examinadores llegaron un día antes y al día siguiente ningún alumno de quinto curso habló demasiado durante el desayuno.

Cuando terminó el desayuno, los alumnos de quinto y de séptimo se congregaron en el vestíbulo mientras los demás estudiantes subían a sus aulas; entonces, a las nueve y media, los llamaron clase por clase para que entraran de nuevo en el Gran Comedor; habían retirado las cuatro mesas de las casas y en su lugar habían puesto muchas mesas individuales, encaradas hacia la de los profesores, desde donde los miraba la profesora McGonagall, que permanecía de pie. Cuando todos se hubieron sentado y callado, la profesora McGonagall dijo:

—Ya pueden empezar.

Y dio la vuelta a un enorme reloj de arena que había sobre la mesa que tenía a su lado, en la que también había plumas, tinteros y rollos de pergamino de repuesto. Lily, a quien el corazón le latía muy deprisa, le dio la vuelta a su hoja (tres filas hacia la derecha y cuatro asientos hacia delante, Hermione ya había empezado a escribir) y leyó las preguntas. Sonrió.

Las sabía todas.

Los alumnos de quinto comieron con el resto de los estudiantes (las cuatro mesas de las casas habían vuelto a aparecer a la hora de la comida) y luego entraron en masa en la pequeña cámara que había junto al Gran Comedor, donde tenían que esperar a que los avisaran para hacer el examen práctico.

Los llamaban en reducidos grupos y por orden alfabético. Por fin llamaron a Hermione, quien, temblorosa, salió de la cámara con Anthony Goldstein y Gregory Goyle. Diez minutos más tarde, el profesor Flitwick llamó a: Parkinson Pansy; Patil Padma; Patil Parvati: Potter Lily.

—Buena suerte—le deseó Theo por lo bajo. Lily entró en el Gran Comedor.

—El profesor Tofty está libre, Potter.—le indicó el profesor Flitwick, que se hallaba de pie junto a la puerta. Y señaló al examinador más anciano y más calvo, que estaba sentado detrás de una mesita, en un rincón alejado, a escasa distancia de la profesora Marchbanks, quien por su parte examinaba a un sereno Draco Malfoy.

—Potter, ¿verdad? ¿La famosa Potter?— el profesor Tofty le sonrió como si quisiera animarla.— Eso es, no tienes por que ponerte nerviosa. Bueno me gustaría que tomaras esta huevera y le hicieras dar unas cuantas volteretas.

Lily salió del examen con un diez asegurado.

Al día siguiente tuvo su examen de Transformaciones, el miércoles hizo el de Herbología, y luego el jueves, el de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todo excelente.

—¡Bravo!—exclamó el profesor Tofty, que volvía a examinar a Lily, cuando esta realizó a la perfección un hechizo repulsor de boggarts.— ¡Excelente! Bueno, creo que eso es todo, Potter...A menos que...—El hombre se inclinó hacia delante— Mi buen amigo Tiberius Ogden me ha dicho que saber hacer un patronus. Si quieres subir la nota...

Lily alzó su varita y sonrió.

—¡Expecto patronum!

El enorme dragón plateado de quince metros apareció en todo el Gran Comedor. El profesor Tofty aplaudió con entusiasmo con sus nudosas manos, surcadas de venas.

—¡Excelente! ¡Muy bien, Potter, ya puedes marcharte!

El viernes, Lily y Theo no tenían ningún examen, mientras que Hermione presentaba el de Runas Antiguas, en el cual solo tuvo un pequeño error que la tenía de muy mal humor. Su molestia perduro casi todo el fin de semana, pero fue ignorado por el hecho de que debían repasar para Pociones, que tocaba su examen ese lunes.

En realidad, el examen de pociones fue muy fácil para Lily, quien tenía un don nato para la materia. El martes toco el examen de Cuidado de Criaturas Mágicas. El miércoles por la mañana tuvieron el examen teórico de Astronomía y el práctico lo tuvieron a la medía noche. Por lo que, el último examen era el de Historia de la Magia, que no tendría lugar hasta la tarde de ese mismo jueves.

Los alumnos de quinto curso entraron en el Gran Comedor a las dos en punto y se sentaron frente a las hojas de examen. Lily estaba agotada, no había dormido mucho debido al examen de Astronomía.

—Den la vuelta a las hojas.—indicó la profesora Marchbanks desde su mesa, colocada frente a las de los alumnos y giró el gigantesco reloj de arena.— Pueden empezar.

Ese era, con seguridad, el examen que Lily había contestado en menor tiempo y estaba segura de que todo estaba correcto. Theo fue el primero en entregar el examen y salir, Lily lo imito a los pocos segundos. Al salir del Gran Comedor, lo vio afuera esperándola con una leve sonrisa cansada. Ella camino hacia el devolviéndole la sonrisa y de pronto, se escuchó un «¡Crack!»

La sonrisa desapareció de los labios de Lily y sacó de entre su suerte aquel collar de plata con un dije de cristal en forma de serpiente. Dije que ahora estaba roto.

—Se que quizá no les guste tanto el collar, pero les pido que nunca se lo quiten, con esto podre saber si están en peligro mortal en cualquier momento.—había dicho Lily con una sonrisa esa misma navidad, cuando les entrego un collar idéntico a su tía Petunia y a Dudley.

Lily miró aterrada a Theo, quien comprendía la gravedad de la situación.

Los Evans, su familia, estaban en grave peligro.


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