Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 67



Al tocar el suelo con los pies, a Lily se le doblaron ligeramente las rodillas y la cabeza del mago dorado cayó con un golpe metálico. Entonces echó un vistazo a su alrededor y se percató de que había llegado al despacho de Dumbledore.

Los delicados instrumentos de plata estaban sobre las mesas de patas finas y echaban humo y zumbaban discretamente. Los directores y las directoras dormían en sus retratos y apoyaban la cabeza en los respaldos de los sillones o el borde de los cuadros. Lily se acercó a la ventana: una línea de color verde pálido que recorría el horizonte indicaba que no tardaría en amanecer.

El silencio y la quietud, interrumpidos tan sólo por algún que otro gruñido o resoplido de un retrato durmiente, le resultaban insoportables. Tanto era así que si lo que la rodeaba hubiera podido reflejar sus sentimientos, los cuadros habrían estado gritando de dolor.

Se paseó por el tranquilo y bonito despacho, respirando entrecortadamente e intentando no pensar, pero tenía que pensar, no había escapatoria...

Ella tenía la culpa de que su tía Petunia y Dudley hubieran muerto; todo era culpa suya. Si ella no existiera, ellos nunca habrían corrido peligro. Incluso estuvo a punto de perder a Sirius, si no fuera por Theo, el también habría muerto, y todo por una trampa muy bien elaborada de Voldemort.

Dentro de ella había un terrible vacío que no deseaba sentir ni examinar, un oscuro agujero donde antes estaban su tía y su primo, su segunda madre y su hermano, un agujero del que ellos se habían desvanecido; no deseaba estar sola con aquel enorme y silencioso vacío, no lo soportaba...

Detrás de ella, un cuadro soltó un sonoro ronquido y una voz impasible dijo:

—¡Ah, Lily Potter!

Phineas Nigellus dio un enorme bostezo y estiró los brazos mientras contemplaba a Lily con sus pequeños pero vivaces ojos.

—¿Qué te trae a estas horas de la mañana?—le pregunto Phineas— Se supone que en este despacho solo puede entrar el legítimo director. ¿Acaso te ha enviado Dumbledore? Ah, no me digas que...—volvió a bostezas y un leve escalofrío le recorrió el cuerpo— ¿He de llevarle otro mensaje al inútil de mi tataranieto?

Lily no podía hablar. Phineas Nigellus no sabía que Sirius casi había muerto y que, hasta donde ella sabía, estaba herido e inconsciente, y ella era incapaz de decírselo.

Unos cuantos retratos más empezaron a moverse. El terror que le producía la idea de que la interrogaran impulsó a Lily a cruzar la habitación a grandes zancadas y a llevar una mano al picaporte de la puerta. Pero esta no se abrió. Lily estaba encerrada.

—Supongo que esto significa que Dumbledore volverá pronto.—aventuró el mago corpulento de nariz roja que colgaba en la pared, detrás de la mesa del director.

Lily se dio la vuelta y vio que el mago la observaba con mucho interés. La chica asintió y tiro otra vez del picaporte sin volverse, pero la puerta seguía cerrada.

—Cuanto me alegro—comentó el mago, se acomodó en el sitial en que lo habían retratado y sonrió benignamente a Lily— Dumbledore tiene muy buena opinión de ti, como ya debes saber. Sí, ya lo creo. Te tiene en gran estima.

Lily enarcó una ceja, ¿Dumbledore la tenía en gran estima? Parecía una broma de mal gusto. Si bien, la había estado cuidando muy a su manera, sabía que ella había ido en contra de sus preferencias más de una vez, empezando por quedar en la casa de Slytherin.

El sentimiento de culpa que llenaba el agujero que Lily tenía en el pecho, una especia de monstruoso y pesado parásito, empezó a retorcerse y contorsionarse. Lily ya no podía más, no soportaba ser quien era. Nunca se había sentido tan atrapada por su propia mente y por su propio cuerpo, y nunca había deseado con tanta intensidad ser otra persona o tener cualquier otra identidad.

Entonces unas llamas color verde esmeralda prendieron la chimenea vacía y Lily se apartó de la puerta y contempló al hombre que giraba en el fuego. Cuando la alta figura de Dumbledore salió de entre las llamas, los magos y brujas de las paredes despertaron con brusquedad y muchos de ellos le dieron la bienvenida.

—Gracias.—dijo Dumbledore con voz queda.

Al principio no miró a Lily, sino que se dirigió hacia la percha que había junto a la puerta, sacó de un bolsillo interior de su túnica a Fawkes, que ahora era un pájaro pequeño, feo y sin plumas, y lo colocó con cuidado en la bandeja de suaves cenizas que había bajo el palo dorado donde solía posarse el ave cuando estaba totalmente desarrollada.

—Bueno, Lily—dijo Dumbledore apartándose al fin del fénix— supongo que te alegrará saber que ninguno de tus amigos sufrirá secuelas por lo ocurrido esta noche. La señora Pomfrey esta curándolos. Es posible que Nymphadora Tonks tenga que pasar un tiempo en San Mungo, pero todo indica que se recuperará por completo.

Lily asintió. Estaba segura de que los retratos escuchaban con atención cada palabra que decía Dumbledore, y de que debían preguntarse donde había estado Lily y el director, y por qué había heridos.

—Se como te sientes, Lily.—afirmó Dumbledore con serenidad.

—No, no es así.—replicó fríamente.

—¿Lo ve, Dumbledore?—dijo Phineas Nigellus con malicia.— No pierda el tiempo intentando comprender a los estudiantes porque ellos lo detestan. Prefieren sentirse terriblemente incomprendidos, deleitarse en la autocompasión, sufrir con...

—Ya basta, Phineas.—le ordenó el director.

Lily le dio la espalda a este y se quedo observando el lago que se distinguía a lo lejos, por la ventana. Su tía Petunia desde niña la llevaba a nadar a lagos y albercas. Seguro que lo había hecho para comprobar si era tan buena como lo había sido Lily en natación, pero ella jamás se lo había preguntado.

—No deberías avergonzarte de lo que sientes, Lily.—oyó que decía Dumbledore.— Más bien al contrario. El hecho de que puedas sentir un dolor como ese es tu mayor fortaleza.

—No quiero hablar de mis sentimientos.

—¡Que sufras así demuestra que todavía eres una mujer, Lily! Ese dolor significa que eres un ser humano.

—Si lo que esperas es que explote y me ponga a romper todo lo que hay en la habitación, Director, esta perdiendo su tiempo.—dijo Lily con frialdad.— No pienso compartir mi duelo ni explotar en rabia. No me sirve de nada, ni me regresara a mi familia. Ahora, déjeme salir.

—No hasta que me dejes hablar.

—¿Cree usted..., cree que quiero..., cree que me importa un...? No quiero oír ni una palabra de lo que tenga que decirme.

—Me escucharás. Porque yo tengo la culpa de que tu familia haya muerto —afirmó con claridad— o mejor dicho, casi toda la culpa, porque no voy a ser tan arrogante para atribuirme la responsabilidad absoluta. Petunia era una mujer buena y muy dulce, te amaba como a su propia hija. Las protecciones de tu hogar fallaron porque las rompiste cuando tu magia ancestral empezó a correr libremente por tu cuerpo.

—¿Qué?—Lily empalideció. Dumbledore sabía que ella sabía de las compulsiones y de su magia ancestral, así como también sabía que se las había retirado. Pero lo peor es que, lo que considero que era lo mejor (dejar fluir su magia ancestral) era lo que había afectado a su familia.

Quería gritar y maldecirlo. Decirle que era mentira y que eso era improbable. Pero ella misma había estudiado a fondo ese tema y aún así lo había pasado por alto. Dumbledore tenía razón. Su magia fue tan poderosa que rompió las protecciones y su familia había muerto por su estupidez.

—Si yo hubiera sido sincero contigo, Lily, que es lo que debería haber hecho en lugar de intentar controlarte por medio de compulsiones, habrías sabido hace mucho tiempo que bloquee tu magia ancestral porque sería mucho más poderosa que las protecciones de tu hogar, y las rompería sin que nadie lo notara. Más aparte, si hubiera sido sincero contigo, sabrías que Voldemort intentaría de muchas formas hacerte ir al Departamento de Misterios. Siéntate, por favor.

Lily vaciló, pero finalmente cruzó con lentitud la habitación y se sentó enfrente de Dumbledore, al otro lado de su mesa.

—Te debo una explicación, Lily, muchas en realidad. La explicación de los errores de un anciano, pues ahora me doy cuenta de que lo que he hecho y no he hecho contigo lleva el sello de los defectos de la edad. Los jóvenes no puedes saber como piensan ni como sienten los ancianos, pero los ancianos cometemos un error si olvidamos qué significa ser joven...y por lo visto, últimamente yo lo he olvidado.

Estaba saliendo el sol; se veía un trocito de un deslumbrante tono anaranjado sobre las montañas, y por encima de él el cielo relucía, aunque parecía descolorido. La luz caía sobre Dumbledore, sobre sus cejas y su barba plateadas y sobre las profundas arrugas de su cara.

—Hace quince años, cuando vi la cicatriz de tu frente, imaginé lo que debía de significar. Supuse que representaba la señal de la conexión que se había forjado entre Voldemort y tú. Poco después de que te reincorporaras al mundo mágico, se hizo patente que yo tenía razón, y que tu cicatriz te avisaba cuando Voldemort estaba cerca de ti o cuando sentía una fuerte emoción.

—Ya lo sé.

—Y esa capacidad tuya de detectar la presencia de Voldemort, incluso cuando está enmascarado, y de saber lo que siente cuando se despiertan sus emociones, se ha hecho cada vez más pronunciada desde que Voldemort regresó a su propio cuerpo y recuperó todos sus poderes.

Lily ni siquiera se molestó en asentir. Lo sabía todo.

—Más recientemente, empezó a preocuparme que Voldemort pudiera notar que existía esa conexión entre ustedes dos. Durante meses incluso evitaba mirarte por esa misma situación. Creía que Voldemort no podía tardar mucho en intentar entrar en tu mente para manipular y dirigir tus pensamientos, y no quería ofrecerle más alicientes para hacerlo. Estaba convencido de que podría usarte ocmo un medio para espiarme. Me asustaba pensar en como podría manejarte o en la posibilidad de que intentara poseerte. Sin embargo, de pronto me entere que ya no sufrías dolores en tu cicatriz, habías perdido la conexión con el. Y en realidad no se porque me sorprendió tanto, si has demostrado ser igual e incluso más lista que yo.

Dumbledore hizo una pausa.

—Desde que recuperó su cuerpo, Voldemort estaba obsesionado con la posibilidad de escuchar la profecía. En general, las profecías no pueden ser tocadas más que por las personas de las que se habla, sin embargo, nunca se ha comprobado, ya que se decía que si alguien externo la tocara, enloquecería y Voldemort no quería arriesgarse a hacer un plan que terminara mal con sus mortífagos, por lo que se volvió su prioridad que fueras tu por ella.

»Ya no podía dominar tu mente, no entiende porque no siente la misma conexión, pero ya no esta, así que su mejor plan fue engañar a Ron Weasley, enganchando así a la señorita Granger y que tu terminaras yendo al Departamento de Misterios, todo justo cuando tu estarías lo suficientemente inestable debido al asesinato de tu familia.

Dumbledore cerró los ojos y se tapó la cara con sus manos de largos dedos. Lily se quedó observándolo, pero aquella inusitada muestra de agotamiento, o de tristeza, la descolocó.

—Ha llegado el momento de que te explique lo que debí explicarte hace cinco años, Lily. Voy a contártelo todo. Solo te pido que tengas un poco de paciencia.

El director contempló brevemente los iluminados jardines a través de la ventana y luego volvió a dirigirse a ella.

—Hace cinco años, Lily, llegaste a Hogwarts sana y salva, como yo había planeado y previsto. Bueno, incluso más sana y salva de lo que esperaba. Habías tenido una muy buena vida, incluso cuando en un principio que te deje en casa de tus tíos, sabía que estaba condenándote a diez oscuros y difíciles años, que, si no fuera porque en tu tía prevaleció el amor por su difunta hermana y dejó a su marido, esos años habrías sufrido mucho. —hizo una pausa, pero Lily no dijo nada.— Te preguntarás, y con motivo, por qué tenía que ser así. ¿Por qué no podía haberte acogido una familia de magos? Muchos lo habrían hecho de buen grado, y habría sido para ellos un placer y un honor criarte como un hijo.

»La respuesta es que mi prioridad era mantenerte con vida. Estabas en peligro, un peligro de cuya gravedad quizá solo yo fuera consciente. Solo hacía unas horas que Voldemort había sido derrotado, pero sus seguidores, y muchos de ellos son tan terribles como el, todavía andaban sueltos y estaban desesperados y encolerizados. Además, yo tenía que tomar una decisión respecto a los años venideros. ¿Acaso creía que Voldemort se había marchado para siempre? No. No sabía si tardaría diez, veinte o cincuenta años en regresar, pero estaba convencido de que lo haría, y también estaba seguro, conociéndolo como lo conozco, de que no descansaría hasta haberte matado.

»Sabía que los conocimientos de magia de Voldemort eran más amplios quizá que los de ningún otro mago vivo. Asimismo sabía que ni los más complejos y potentes hechizos o encantamientos protectores serían invencibles el día que él regresara con todo su poder.

»Pero también sabía cual era su punto débil. Así que tomé una decisión. Estarías protegida por una antiquísima magia que el conoce, desprecia, y por lo tanto, siempre ha subestimado, en su propio perjuicio. Me refiero, por supuesto, al hecho de que tu madre muriera para salvarte. Ella te dio una prolongada protección que él no esperaba, una protección que fluye por tus venas hasta hoy. Así que puse toda mi confianza en la sangre de tu madre. Te entregué a su hermana, su único familia vivo. Y ella te acogió, y al hacerlo selló el encantamiento que yo te había hecho. El sacrificio de tu madre convirtió el vínculo de sangre en el escudo más fuerte que yo podía ofrecerte.

»Mientras puedas llamar hogar al sitio donde habita la sangre de tu madre, allí Voldemort no podrá tocarte ni hacerte ningún daño. El derramó la sangre de tu madre, pero esta sigue viva en ti, y seguía viva en tu tía. Así que la sangre de tu madre se convirtió en tu refugio.

»Después, hace cinco años, llegaste a Hogwarts, viva, con buena salud. No eras una princesa mimada, sino una niña todo lo normal que yo podía esperar que fueras, dadas las circunstancias. Hasta ese instante mi plan estaba funcionando...y luego, como ya te lo habrás planteado porque eres muy lista, mi plan fue en picado cuando quedaste en Slytherin, el hogar de los hijos de tus peores enemigos.

»Y entonces, bueno, seguro que recuerdas los sucesos de tu primer año en Hogwarts tan claramente como yo. Como una buena Slytherin, tu astucia e inteligencia te evitaba de problemas, pero tu mejor amiga era una Gryffindor con mucha valentía, por lo que, junto al señor Nott, aceptaste de forma magnífica el reto al que te enfrentabas, y pronto, mucho más pronto de lo que yo había imaginado, te enfrentaste cara a cara con Voldemort. Volviste a sobrevivir y no solo eso. Impediste que el recuperara su poder y su fuerza, y así retrasaste su regreso. Luchaste como una mujer. El orgullo que sentí por ti...no puede expresarse con palabras.

»Sin embargo, mi maravilloso plan siguió fallando, especialmente hubo un fallo, mío, que yo sabía ya entonces, que podía hacer que todo fracasara. Y aún así, sabiendo lo importante que era que mi plan funcionara, me dije que no permitiría que aquel fallo lo arruinara. Solo yo podía impedirlo, así que solo yo debía mantenerme fuerte. Mientras tú estabas en la enfermería, débil, tras tu enfrentamiento con Voldemort, llego mi primera prueba.

—No entiendo.

—¿No recuerdas haberme preguntado por qué Voldemort había intentado matarte cuando eras un bebé? ¿Debí decírtelo entonces? ¿Todavía no ves el fallo en el plan? No, quizá no...Bueno, como ya sabes, decidí no contestarte. Tenías once años, me dije; eras demasiado pequeño para saberlo. Yo nunca me había planteado contártelo cuanto tuvieras once años porque semejante revelación a tan temprana edad habría sido demasiado para ti.

»Debí reconocer entonces las señales de peligro. Debí preguntarme por qué no me turbo más que ya me hubieras formulado la pregunta a la que yo sabía que algún día debería dar una terrible respuesta. Debí darme cuenta de que me alegraba demasiado de no tener que dártela aquel día en concreto...Eras demasiado pequeña.

»Y así llegamos a tu segundo año. Volviste a enfrentarte a retos a los que ni los magos experimentados se han enfrentado nunca; y una vez más, te desenvolviste superando todas mis expectativas. Sin embargo, no me preguntaste de nuevo por qué Voldemort te había dejado aquella marca. ¡Ah, sí, hablamos de tu cicatriz!...Nos acercamos mucho al tema. Pero, ¿por qué no te lo conté todo?

»Verás, no me pareció que doce años fueran muchos más que once, ni que ya estuvieras preparada para recibir la información. Te deje marchar, manchada de sangre, agotada pero llena de júbilo, y si sentí una pizca de desasosiego al pensar que debería habértelo explicado antes, la silencié rápidamente. Eras todavía tan joven, ¿entiendes?, que no tuve valor para estropearte aquella noche de triunfo.

»¿Lo ves, Lily? ¿Ves ahora donde estaba el fallo de mi brillante plan? Había caído en la trampa que había previsto, que me había dicho a mi mismo que podría evitar, que debía evitar.

—No...

—Me importabas demasiado. Incluso si tu y yo teníamos roces, porque tuvimos muchos debido a nuestra tendencia mutua de querer manejar nuestros propios tableros de ajedrez, me importaba más tu felicidad que el hecho de que supieras la verdad; me importaba más tu tranquilidad que mi plan; me importaba más tu vida que las que pudieran perderse si fallaba el plan. Dicho de otro modo, actué exactamente como Voldemort espera que actuemos los locos que amamos.

»¿Existe defensa contra eso? Cualquiera que te haya visto crecer como te he visto crecer yo, y te aseguro que te he seguido más de cerca de lo que puedas imaginarte, habría querido ahorrarte más dolor del que ya habías sufrido. ¿Qué me importaba a mí que montones de personas y criaturas sin nombre y sin rostro pudieran perecer en un incierto futuro, si en ese momento tu estabas viva, sana y feliz? Jamás se me había ocurrido pensar que tendría a alguien como tu a mi cuidado.

»Llegamos al tercer año. Vi desde lejos como luchabas para repeler a los dementores, como encontrabas a Sirius, averiguabas quién era y lo rescatabas. ¿Tenía que decírtelo entonces, justo cuando acababas de salvar triunfalmente a tu padrino de las fauces del Ministerio? Pero cuando cumpliste los trece años, se me empezaron a acabar las excusas. No podía negarse que todavía eras joven, pero habías demostrado ser excepcional. No tenía la consciencia tranquila, Lily. Sabía que se acercaba el momento...

»Pero el año pasado saliste del laberinto tras ver morir a Daphne Greengrass, tras librarte a ti y a Cedric Diggory por muy poco de la muerte...Y no te lo dije, aunque sabía, ya que Voldemort había regresado, que debía hacerlo pronto. Y desde esta noche estoy convencido de que hace tiempo que estás preparada para saber lo que te he ocultado todos estos años, porque has demostrado que debí colocar esa carga sobre ti mucho antes. Lo único que puedo decir en mi defensa es que te había visto sobrellevar tales cargas, cosa que ningún otro estudiante de este colegio ha tenido que soportar, que no me atrevía a añadir otra, la mayor de todas.

Lily esperó y Dumbledore hablo.

—Voldemort intentó matarte cuando eras una niña a causa de una profecía que se hizo poco antes de tu nacimiento, y que el sabía que se había realizado, porque creyó que así cumplía los términos de dicha profecía. Pero descubrió, muy a su pesar, que se había equivocado cuando la maldición con la que intentó matarse se volvió contra él. Así pues, desde que recupero su cuerpo, y sobre todo después de que el año pasado huyeras de el de aquella forma tan extraordinaria, se propuso conocer enteramente la profecía. Esa es el arma que con tanta diligencia ha estado buscando desde su regreso: saber como destruirte.

El sol ya estaba en lo alto del cielo, y el despacho de Dumbledore, bañado en su luz.

—La profecía se ha roto...

—Lo que se rompió sólo es el registro de la profecía que guardaba el Departamento de Misterios. Pero la profecía se pronunció ante alguien, y la persona que la escuchó puede recordarla a la perfección.

—Usted.

—Exactamente. Una noche fría y lluviosa, hace dieciséis años, en una habitación de cabeza de Puerco. Había ido allí a entrevistarme con una aspirante al puesto de profesor de Adivinación, pese a que yo no tenía ningún deseo de seguir impartiendo esa asignatura en el colegio. Sin embargo, la aspirante era la tataranieta de una vidente muy famosa y de gran talento, y accedí a verla por cortesía, pero me lleve una decepción. Me pareció que ella, a diferencia de su antepasada, no tenía ni pizca de inteligencia. Le dije, espero que educadamente, que no cumplía los requisitos para el cargo, y entonces me dispuse a salir de la habitación.

Dumbledore se levantó, pasó al lado de Lily y fue hasta el armario negro que había junto a la percha de Fawkes. Se agachó, corrió un pestillo y sacó la vasija de piedra con runas grabadas alrededor del borde. Dumbledore volvió a la mesa, colocó el pensadero sobre ella y se llevó la punta de la varita a la sien. Retiró de su cabeza unas hebras de pensamiento plateadas y las depositó en la vasija.

Volvió a sentarse en la silla y observó como sus pensamientos giraban y se arremolinaban dentro del pensadero. Entonces, con un suspiro, levantó la varita y tocó la sustancia plateada con la punta. De ella salió una figura envuelta en chales, con los ojos muy aumentados detrás de unas gafas, que giró lentamente sobre si misma, con los pies dentro de la vasija.

Sin embargo, cuando Sybill Trelawney habló, no lo hizo con aquella voz etérea y mística que solía emplear, sino con el tono áspero y duro que Lily solo le había oído utilizar en una ocasión:

—La única con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca...Nacida de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes...Y el Señor Tenebroso la señalará como su igual, pero ella tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce...Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida...La única con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes...

La figura de la profesora Trelawney se sumergió en la masa plateada que llenaba la vasija y desapareció. Se hizo un silencio absoluto en el despacho. Ni Dumbledore ni Lily ni los retratos hicieron ruido alguno. Hasta Fawkes se había quedado mudo.

Lily sabía de la profecía, más nunca la había escuchado y ahora sentía una enorme carga en sus hombros, que la hacía desear no haberla escuchado jamás.

—La única persona capaz de vencer a Lord Voldemort para siempre nació a finales de julio hace casi dieciséis años. Y que los padres de esa niña habían desafiado tres veces a Voldemort.

—Y esa soy yo...

—Sí...desgraciadamente sí. El propio Voldemort te señaló como su igual. Te marcó con la cicatriz que tienes en la frente. La información que Voldemort tenía sobre la profecía era incompleta. Cabeza de Puerco, que Sybill eligió por sus económicos precios, siempre ha atraído, digámoslo así, a una clientela más interesante que la de Las Tres Escobas. Es un sitio donde uno nunca debe dar por hecho que nadie lo está escuchando. Yo, por supuesto, cuando decidí reunirme allí con Sybill Trelawney, no había imaginado que fuera a oír algo que mereciera la pena escuchar a hurtadillas. La única suerte que tuve, o tuvimos, fue que la persona que estaba escuchando nuestra conversación fue detectada antes de que Sybill terminara de exponer su profecía y la echaron del local. Entonces, solo oyó el principió, la parte que predecía el nacimiento de una niña en el mes de julio, hija de unos padres que habían desafiado tres veces a Voldemort. Por eso no pudo prevenir a su amo de que atacarte supondría correr el riesgo de transmitirte poderes y señalarte como su igual. El no sabía que tu tendrías un poder que el Señor Tenebroso no conoce.

—¡Pero no lo tengo! No tengo ningún poder que el no tenga...

—En el Departamento de Misterios, hay una sala que siempre esta cerrada. Contiene una fuerza que es a la vez más maravillosa y terrible que la muerte, que la inteligencia humana, que el poder de la naturaleza. Además, quizá es también la mas misteriosa de todas las cosas que se guardan allí para su estudio. Lo que tú posees en sumo grado es el poder que se esconde en esa sala, del que Voldemort carece por completo. De modo que esa fuerza es la que te ha impulsado a intentar salvar a tu familia y luego a tu mejor amiga, esta noche.

—El final de la profecía...decía algo de que ninguno de los dos podrá vivir...

—...mientras el otro siga con vida.

—¿Significa eso que uno de los tendrá que matar al otro, tarde o temprano?

—Sí.

Permanecieron callados mucho rato. Lily oía voces más allá de las paredes del despacho; debían de ser las de los estudiantes que bajaban al Gran Comedor para desayunar.

—Creo que te debo otra explicación, Lily.—dijo Dumbledore con voz vacilante.—Supongo que alguna vez te habrás preguntado por qué nunca te he nombrado prefecta. Debo confesar...que me pareció que ya tenías suficientes responsabilidades.

Lily levantó la cabeza y lo observó, y vio que una lágrima resbalaba por la cara de Dumbledore hasta perderse en su larga y plateada barba.

Tres días después, el periódico El Profeta tendría un nuevo titular:

REGRESA EL-QUE-NO-DEBE-SER-NOMBRADO

El viernes por la noche, Cornelius Fudge, ministro de Magia, corroboró que El-que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto a este país y está otra vez en activo, según dijo en una breve declaración.

«Lamento mucho tener que confirmar que el mago que se hace llamar lord..., bueno, ya saben ustedes a quién me refiero, esta vivo y anda de nuevo entre nosotros —anunció Fudge, que parecía muy cansado y nervioso en el momento de dirigirse a los periodistas— También lamentamos informar de la sublevación en masa de los dementores de Azkaban, que han renunciado a seguir trabajando para el Ministerio. Creemos que ahora obedecen órdenes de lord..., de ése.»

Instamos a la población mágica a permanecer alerta. El Ministerio ya ha empezado a publicar guías de defensa personal y del hogar elemental, que serán distribuidas gratuitamente por todas las viviendas de magos durante el próximo mes.

La comunidad mágica ha recibido con consternación y alarma la declaración del ministro, pues precisamente el miércoles pasado el Ministerio garantizaba que no había «ni pizca de verdad en los persistentes rumores de que Quien-ustedes-saben esté operando de nuevo entre nosotros.»

Los detalles de los sucesos que han provocado el cambio de opinión del Ministerio todavía son confusos, aunque se cree que El-que-no-debe-ser-nombrado y una banda de selectos seguidores (conocidos como mortífagos) consiguieron entrar en el Ministerio de Magia el jueves por la noche.

De momento este periódico no ha podido entrevistar a Albus Dumbledore, recientemente rehabilitado en el cargo de director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, miembro restituido de la Confederación Internacional de Magos, y de nuevo, Jefe de Magos del Wizengamot.

Durante el año pasado, Dumbledore había insistido en que Quien-ustedes-saben no estaba muerto, como todos creían y esperaban, sino que estaba reclutando seguidores para intentar tomar el poder una vez más. Mientras tanto, « La niña que sobrevivió...»

—Eh, Lily, aquí estas. Ya sabía yo que hablarían de ti.—comentó Hermione mirando a su amiga por encima del borde de la hoja del periódico.

Estaban en la enfermería. Lily se había sentado a los pies de la cama de Theo y ambos escuchaban a Hermione, que leía la primera plana de El Profeta Dominical. Ginny, a quien la señora Pomfrey había curado el tobillo, estaba acurrucada en un extremo de la cama de Hermione; Neville, cuya nariz también había recuperado su tamaño y formas normales, estaba sentado en una silla entre las dos camas, junto a Ron, que tenía la cabeza vendada; y Luna, que había ido a visitar a sus amigos, tenía la última edición de El Quisquilloso en las manos y leía la revista al revés sin escuchar, aparentemente, ni una sola palabra de lo que decía Hermione.

—Sí, pero ahora vuelven a llamarla «La niña que sobrevivió»— observó Theo.— Ya no es una ilusa fanfarrona, ¿eh?

—Sí, ahora hablan muy bien de ti, Lily.—confirmó Hermione mientras leía rápidamente el artículo.— «La solitaria voz de la verdad...considerada desequilibrada, obligada a soportar el ridículo y las calumnias...» Hummm, veo que no mencionan el hecho de que eran ellos mismos, los del El Profeta, los que te ridiculizaban y te calumniaban....

Hermione hizo una leve mueca de dolor y se llevó una mano a las costillas. Dolohov le había lanzado una maldición que pese a ser menos efectiva de lo que habría sido si hubiera podido pronunciar el conjuro en voz alta, había causado un daño considerable, y ahora tenía que tomar diez tipos de pociones diferentes cada día, había mejorado mucho.

—«El último intento de Quien-ustedes-saben de hacerse con el poder, páginas dos a cuatro; Lo que el Ministerio debió contarnos, página cinco; Por qué nadie hizo caso a Albus Dumbledore, página seis a ocho; Asesinato en Privet Drive, página nueve; Entrevista en exclusiva con Cedric Diggory, página diez...» ¡Vaya! Sin duda les ha dado para escribir mucho. Pero esa entrevista no es exclusiva, es la que salió en El Quisquilloso hace meses...

—Mi padre se la vendió.—dijo Luna con vaguedad.— Y le pagaron muy bien, así que este verano organizaremos una expedición a Suecia para ver si podemos cazar un snorkack de cuernos arrugados.

Todos comenzaron a hablar sobre como todo había vuelto a la normalidad. Todos excepto Lily, quien se mantenía callada junto a Theo, quien sostenía su mano con suavidad. De pronto, y sin decir ni una palabra, se levantó y se fue.

El castillo estaba muy tranquilo, incluso tratándose de un domingo. Todo el mundo estaba en los soleados jardines disfrutando de que habían acabado los exámenes y con la perspectiva de unos pocos días más de curso libres de repasos y deberes.

Lily recorrió despacio el vacío pasillo echando vistazos por las ventanas por las que pasaba; vio a unos cuantos estudiantes que volaban sobre el estadio de quidditch y a un par de ellos nadando en el lago, acompañados por el calamar gigante.

No estaba segura de si quería estar con gente o no; cuando tenía compañía le entraban ganas de marcharse y cuando estaba sola echaba de menos la compañía. Quizá por eso, en cuanto estuvo llegando a la cabaña de Hagrid, cambió de directo.

Algunos estudiantes que estaban tumbados en la hierba tomando el sol, hablando, leyendo El Profeta Dominical y comiendo golosinas levantaron la cabeza al verla pasar; algunos la llamaron o le hicieron señas con la mano, ansiosos por demostrar que ellos, igual que El Profeta, habían decidido que Lily era una especie de héroe.

Ella no dijo nada a nadie. No tenía ni idea de que sabían y qué no sabían de lo que había ocurrido tres días antes, pero hasta el momento había evitado que la interrogaran y prefería seguir así.

Caminó un poco alrededor del lago, se sentó en la orilla, detrás de unos arbustos, protegida de la curiosidad de los que pasaban por allí, y se quedó con la mirada perdida sobre la reluciente superficie del agua, pensando...

Quizá el motivo por el que le apetecía estar sola era porque desde que había tenido la charla con Dumbledore se había aislado de los demás. Una barrera invisible la separa del resto del mundo. Estaba marcada, siempre lo había estado. Lo que ocurría era que en realidad ella nunca había entendido que significaba eso.

Y ahí estaba, sentada, en la orilla del lago, abrumada por el terrible peso del dolor y el recuerdo por la reciente perdida de su familia, no sentía un gran temor.

Hacia sol, los jardines del castillo estaban llenos de risueños estudiantes, y pese a que ella se sentía tan lejos de ellos como si perteneciera a otra raza, seguía resultándole muy difícil creer que fuera a ser víctima o autora de un asesinato...

Había visto la muerte, sí, la de Daphne y la de su madre. Incluso había provocado, sin querer, muertes, como la de Quirrel al tocarlo o la de Umbridge, por parte de Draco, pero ella jamás lo había hecho y la sola idea le aterraba.

Permaneció largo rato allí sentada, contemplando la superficie del agua, e intentó no pensar en su tía Petunia y en Dudley. Se puso el sol, y al cabo de un rato Lily se dio cuenta de que tenía frío. Se levantó y regresó al castillo, y mientras iba por el camino se enjugó la cara con la túnica.

Theo y Hermione salieron de la enfermería completamente curados tres días antes de que finalizara el curso. Lily había estado alejada de todos durante esos días, incluso durante la última noche en el colegio, cuando la mayoría de los estudiantes habían terminado de hacer el equipaje y estaban en el Gran Comedor para celebrar el banquete de fin de curso, Lily permaneció sola en su habitación, acostada en su cama con las cortinas corridas.

El viaje de vuelta a casa en el expreso de Hogwarts fue el momento donde Lily tuvo que hacer frente al hecho de que no podía estar sola eternamente, puesto que para cuando entro a un compartimiento, Draco ingresó justo detrás de ella, cerrando la puerta.

Se sentaron uno frente al otro. Ninguno dijo nada. Mientras que Lily lucía pálida y demacrada, Draco parecía más alerta que nunca.

—Querida, háblame, por favor.—pidió Draco con suavidad, tomando las manos de la chica entre las suyas.

—Tu padre esta en Azkaban por mi culpa.—dijo Lily en voz baja.

—Se lo merece.—afirmó Draco con simpleza.— Bellatrix Lestrange, Rodolphus Lestrange, Rabastan Lestrange y Antonin Dolohov.

—¿Qué...?—lo miro confundida.

—Esos son los nombres de quienes asesinaron a tu familia.—explicó Draco, serio.— Se que querías saber quienes eran.

Las lágrimas afloraron de los ojos de Lily, quien se odio por romperse tan fácil frente a Draco, pero no podía evitarlo, el era su lugar seguro. Se levantó de su asiento y se sentó en las piernas de Draco, quien la abrazó con firmeza.

—Mi reina...

—Draco.—le interrumpió Lily.

Se colocó a horcajadas sobre el, a lo que este la tomó de la cintura. Las manos de Lily estaban sobre su pecho, acariciando ligeramente su cuello. Ambos se miraban a los ojos sin titubear.

—Una vez me dijiste...—continuó Lily.— que aunque tuvieras que unirte a Voldemort, no le serías leal, que solo eras leal a mí y a Blaise. Que yo solo debía decirte lo que deseo y tu me lo darías...

—Y te lo sostengo, mi reina.—aseguró Draco con seriedad.— Dime lo que deseas y te lo daré, no importa lo que cueste.

Lily sonrió con tristeza.

—Quiero a Voldemort, destruido de la misma manera en que el me dejo a mí, para después yo matarlo con mis propias manos..., pero eso es un sueño imposible.—musito Lily en voz baja y los ojos de Draco brillaron.— Lo único que quiero es confirmar que estarás ahí para mi siempre.

—Lo estaré, mi reina.—afirmó Draco.— Nunca dudes de ello.

Inmediatamente, los labios de Lily se impactaron en los de Draco. Mientras se besaban, Lily no podía evitar pensar, ¿Cuánto tiempo más podrán estar juntos antes de que sea demasiado riesgoso?

Para cuando el tren empezó a reducir la velocidad al aproximarse a la estación King’s Cross, Lily pensó que nunca había lamentado tanto que llegara ese momento. Draco y ella, después de haber pasado todo el viaje acurrucados el uno junto al otro, se habían despedido con un último beso antes de que este se uniera a Blaise y salieran.

Lily tomó la jaula de Hedwig y se preparó para bajar el baúl, como siempre. Salió del tren junto a Theo, Hermione, Cassius y Astoria.

Pansy había decidido dejar de ser parte de su corte para unirse a la de Draco, Lily no se ofendió ni nada por el estilo, entendía bien su posición, estaba amarrada a su familia y pertenecer a la corte de Draco era su mejor opción ahora que Voldemort había retornado a todas luces.

Para cuando el revisor indicó que ya podían atravesar la barrera mágica que había entre el andén número nueve y el número diez, Lily se llevó una sorpresa: al otro lado había un grupo de gente esperándola para recibirla.

Allí estaba Ojoloco Moody, que ofrecía un aspecto tan siniestro con el bombín calado para tapar su ojo mágico como lo habría ofrecido sin el; sostenía un largo bastón en las nudosas manos e iba envuelto en una voluminosa capa de viaje.

Tonks se encontraba detrás de Moody; llevaba unos vaqueros muy remendados y una camiseta de un vivo color morado con la leyenda «Las Brujas de Macbeth», y el pelo, de color rosa chicle, le relucía bajo la luz del sol, que se filtraba a través del sucio cristal del techo de la estación.

Remus y Sirius estaban entre Tonks; Remus con su habitual rostro pálido y su cabello castaño, llevaba un largo jersey y unos pantalones negros. Sirius, por otro lado, estaba con sus habituales risos negros bien arreglados, y pantalones y camisa de vestir negros.

Delante del grupo se hallaba la señora Weasley, ataviados con sus mejores galas muggles, y Fred y George que lucían sendas chaquetas nuevas de una tela verde con escamas muy llamativa.

—¡Ron, Ginny!—grito la señora Weasley mientras corría a abrazar a sus hijos, quienes habían cruzado la barrera tras el grupo de Lily.— ¡Y ustedes, Lily, Theo, Hermione, queridos! ¿Cómo están?

—Bien—respondieron Hermione y Theo, a lo que Lily simplemente asintió.

—¿Qué es eso?—pregunto Ron, señalando las llamativas chaquetas de los gemelos.

—Piel de dragón de la mejor calidad, hermanito.—respondió Fred.— El negocio funciona de maravilla y nos pareció que nos merecíamos un premio.

—¡Hola, Lily!—saludó Remus cuando la señora Weasley se alejó de ellos y fue con Cassius y Astoria.

—Hola, Lily-flor.—saludó Sirius junto a Remus, mirando a la chica con cariño.

—¿Qué hacen ustedes aquí?

—Bueno,— respondió Remus sonriendo— quisimos recogerte ya que...

—...Vendrás a vivir conmigo.—completó Sirius, alegre.— Bueno, nosotros porque Remus también vive ahí. Claro que Theo y cualquier otro amigo es completamente bien recibido.—añadió rápidamente al ver que ambos chicos compartían una mirada,

Por unos minutos, ella no dijo nada. Miro a Sirius fijamente, había tenido pesadillas los últimos días, en todas lo perdía al mismo tiempo que a su tía Petunia y Dudley. ¿Qué sería de ella sin el?

Suspiró suavemente, poniendo nerviosos a los dos merodeadores. Lily no tenía pensado vivir con su padrino ni con Remus; tenía dos opciones: volver a Privet Drive y hundirse en la miseria mientras Theo la mantenía con vida alimentándola, o hacer lo mismo pero en la Mansión Nott.

Sin embargo, la mirada esperanzada y brillante de su padrino, quien siempre había deseado vivir con ella, la hizo no poder manifestar lo que pensaba.

—Lo que has pasado es duro, mi pequeña Lily, pero...estoy aquí, estamos aquí. Somos tu familia. No estás sola y no dejaré que te hundas solita en tu dolor.—dijo Sirius acunando el rostro de su ahijada entre sus manos.

Y Lily no tuvo corazón para replicar.

Caminando por la estación de trenes, acompañada de su corte y los dos merodeadores, Lily apretó su baúl con fuerza. Debía hacerse más fuerte.

Lo peor aún estaba por venir.


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