Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )

Chapter Capítulo 113



Capítulo 113 

las doce de la noche, fue Maurino quien llevó a Violeta en brazos de vuelta a su habitación. 

Maurino se aseguró de aplicarle bien la medicina en la herida del pie antes de irse. 

La diferencia de edad entre ellos era bastante, Violeta acababa de cumplir sus dieciséis años, mientras que Maurino ya tenía veintiocho. En dos años más cumpliría treinta, la edad en la que se decía que un hombre se establecía. La vida de Violeta apenas estaba comenzando… 

En su vida pasada, Maurino le había dado todo el amor y cariño que pudo, incluso más que a Lucrecia, pero nunca le ofreció un compromiso formal. 

Su relación era ambigua, hicieron todo lo que amantes hacían, y aunque Violeta era vista con desprecio por ser la amante de Maurino, eso nunca le importó… 

Ella no tenía una familia como la da aceptada por la familia Paz… 

Lucrecia, por mucho que hiciera, nunca sería 

A estas alturas, Violeta ya no tenía nada más que perder. 

Después de descansar tres o cuatro días en la Villa del Sol para que su pie sanara más rápido, Violeta pasó la mayor parte del tiempo en la cama. 

La empleada traía las comidas puntualmente a su habitación, parecía que Maurino no había regresado la noche anterior, seguramente había pasado la noche en la residencial principal de la familia Paz. 

Era sábado, día de la cena familiar de los Paz, y Lucrecia también estaba presente… 

Naturalmente, Violeta no tenía derecho a asistir. 

Recostada en la cama, disfrutaba de las cerezas lavadas mientras sostenía el último modelo de teléfono móvil. El anterior ya estaba inservible, pero por suerte la tarjeta de memoria aún funcionaba. 

Exportó el número de Adrián a su nuevo teléfono y le envió un mensaje. 

Del otro lado, Adrián no respondía… 

Después de tantos días, para ser honesta, ella empezaba a extrañarlo un poco. 

Violeta: “Adrián, ¿qué estás haciendo? Estás ignorando mis mensajes otra vez. 

Finalmente, después de darle muchas vueltas, Violeta decidió que quería visitar la Botica de Hierbas. 

Escogió un vestido largo hasta los tobillos de su armario, se hizo un moño alto y dejó caer algunos mechones sueltos alrededor de sus orejas, lucía vivaz y alegre. Se puso una bandolera de lona, cogió su cuaderno de tareas y bajó las escaleras. 

Laura, al verla bajar, aunque no estaba dispuesta a aceptarlo en su interior, no tuvo más remedio que llamarla a regañadientes, “Señorita Violeta, es hora de la comida, pronto el señor Paz y la señorita Salazar volverán, no deberías irte.” 

En la mesa había platillos delicados, todos al gusto de Lucrecia, con sabores del sur, más dulces. Violeta no era quisquillosa y podía comerlos sin problema. 

“Cuando mi hermano vuelva, dile que ya no tengo hambre, iré a casa de un amigo.” 

“Señorita Violeta…” Laura intentó detenerla, pero en ese momento un Maybach negro se detuvo frente a la puerta de la mansión y de él bajaron Maurino y Lucrecia, quienes parecían haberse reconciliado. 

Lucrecia, agarrada del brazo de Maurino, entró sonriendo dulcemente a la entrada de la mansión, trayendo consigo un paquete de deliciosos pastelillos. 

Empleada: “Señor Paz, señorita Salazar.” 

“Violeta, hacía tiempo que no te veía.” 

Violeta asintió, “Cuñ… cuñada.” 

Lucrecia soltó a Maurino y se acercó a ella, dándole lo que llevaba en la mano, “Mauri me dijo que te encantan los dulces de esta tienda, así que dimos un pequeño rodeo paral comprarte algunos.” 

“¿Cómo está tu herida? ¿Ha mejorado?” 

“Ya estoy bien, gracias por preocuparte, cuñada. Respondió, desviando su mirada hacia Maurino y luego aceptó el regalo. 

Ese dulce de Alfajor Havanna costaba varias decenas de dólares en la tienda, no era barato y Violeta nunca había tenido la oportunidad de probarlos. Lo guardó en su bolso, pensando en compartirlo más tarde con Adrián. 

Maurino habló con un tono grave, “Ahora que te encuentras mucho mejor del pie, ¿a dónde piensas ir?” 

Violeta no ocultó su intención, “Voy a ver a Adrián.” 

Maurino respondió fríamente con tres palabras cortantes: “No puedes ir.” 

“¿Por qué? ¡Ya me has prohibido salir tres veces, si no me dejas ir, me voy a enojar, Maurino!” 

Maurino acababa de sentarse en la mesa, con una mirada profunda y penetrante se volvió hacia la chica, “¿Qué estás diciendo?” 


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