Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 71



Al día siguiente trasladaron a Katie Bell al Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. A esas alturas la noticia de que le habían echado una maldición se había extendido por todo el colegio, aunque los detalles eran confusos y parecía que nadie, excepto Lily, Hermione, Theodore y Leanne, se había enterado de que Katie no era la destinataria del ataque.

Lily no sabía si Dumbledore regresaría a tiempo para la clase particular del lunes por la noche, pero, puesto que nadie le había dicho lo contrario, se presentó en el despacho del director a las ocho en punto. Llamó a la puerta y Dumbledore lo hizo pasar. Estaba sentado, parecía muy cansado y su mano estaba más negra y chamuscada que antes.

—Has estado muy ocupada durante mi ausencia.—dijo Dumbledore—Tengo entendido que presenciaste el accidente de Katie.

—¿Cómo esta ella?

—Todavía no se siente bien, aunque podríamos decir que tuvo suerte. El collar apenas le rozó la piel a través de un diminuto roto que tenía uno de sus guantes. Si se lo hubiera puesto o lo hubiese tomado con la mano desnuda, quizá habría muerto al instante. Por fortuna, el profesor Snape consiguió impedir una rápida extensión de la maldición.

—Ya veo.—asintió Lily.—¿Y donde has estado estos días?

—Te lo diré luego.—sonrió Dumbledore y señaló el pensadero.— Ahora, ¿Porqué no seguimos donde nos quedamos?

Así, volvieron a adentrarse juntos en el pensadero. Esta vez vieron sobre como después de que Tom Ryddle había abandonado a su esposa, Mérope, esta se quedó sola en Londres, embarazada de quién un día sería Lord Voldemort.

Se podía afirmar que estaba en Londres, puesto que Caractacus Burke, uno de los fundadores de Borgin y Burke, recibió en su tienda un día a Mérope, quién ya estaba pronta a dar a luz y necesitaba urgentemente dinero, por lo que ofreció el guardapelo de Slytherin. Caractacus, al ver que ella no sabía lo valioso del guardapelo, solo le dio diez galeones y ella se fue feliz de la vida por ello.

—Esta vez entraremos en mi memoria.—dijo Dumbledore en cuanto salieron de ese recuerdo.— Creo que la encontrarás rica en detalles y satisfactoriamente exacta.

—Que humilde—bromeó Lily y ambos ingresaron al pensadero.

Ese recuerdo, sin embargo, hizo que Lily no quisiera bromear nunca más. El recuerdo era de el primer encuentro entre Dumbledore y Voldemort, cuando este primero fue al Orfanato Wool para entregar su carta personalmente a Tom Ryddle, quién era un niño que atemorizaba a todos en el orfanato.

La señora Cole, la encargada del orfanato, explicó que Tom nació en Noche vieja, nevaba y hacía un frío tremendo. Su madre había subido los escalones tambaleándose y ellos la habían acogido, tuvo al bebé al cabo de una hora de haber llegado, y falleció al cabo de otra hora. Al parecer lo último que Mérope dijo, fue que esperaba que su hijo se pareciera a su padre. Añadió también que quería que se llamara Tom, como su padre; Sorvolo, como el padre de ella; y que su apellido era Ryddle.

Se cumplió la última voluntad de Mérope y el niño fue llamado como tal. Según la señora Cole, el niño era raro desde pequeño. Casi nunca lloraba y hacía cosas extrañas, sospechaba también que atormentaba a los demás niños. Un claro ejemplo: un día Tom y Billy Stubbs discutieron, al día siguiente el pequeño conejo de Billy apareció ahorcado en una viga. También durante la excursión de verano, Amy Benson y Dennis Bishop jamás volvieron a ser los mismos, pero lo único que lograron decir fue que se habían entrado en una cueva con Tom Ryddle.

Cuando la señora Cole llevó al Dumbledore del recuerdo a la habitación de Tom, los presentó y los dejó solos, Lily se estremeció al notar que el niño tenía una fría y seria mirada.

Justo como la de Draco.

En un principio, Tom tomó una actitud a la defensiva, acusando a Dumbledore de ser un médico que lo llevaría al manicomio. El niño si que tenía una voz y actitud intimidante.

Su actitud agresiva cambió en cuanto Dumbledore explicó que Hogwarts era un colegio de magia. Ahí el niño confeso que podía hacer que las cosas se movieran o que podía atacar a quienes lo molestaban. Para ese punto, cuando Dumbledore le confirmó que era un mago, el adulto ya no sonreía.

Ciertamente a Dumbledore no le había agradado el niño, especialmente por sus antecedentes y su obvia arrogancia, especialmente cuando le exigió hacer magia y Dumbledore tuvo que corregirlo para que lo llamara Profesor.

Como demostración, Dumbledore incendió el armario del chico, quien se alarmó y grito de rabia y espanto, pero al cabo de unos segundos las llamas se extinguieron y el armario quedo intacto. Dumbledore lo obligó a abrir el armario y sacar una caja donde el niño tenía varios objetos de otros niños, los cuales Dumbledore obligo a que los regresara, advirtiéndole que en Hogwarts no se toleraban los robos.

Pero ese niño no lucía ni remotamente avergonzado, en su lugar seguía mirando con frialdad a Dumbledore. Lily recordó a Draco y su padre, teniendo un deja vu.

El resto del recuerdo consistió en Dumbledore explicándole al niño como llegar al Callejón Diagon (ya que el niño no quería que lo acompañaran) y también en como este niño afirmó que no le gustaba su nombre, así como parecía tener la teoría de que su padre era mago, pues creía que si su madre hubiera sido la bruja, no habría muerto.

Pero el niño dejó lo mejor para el final, confesando que podía hablar con las serpientes.

Entonces, salieron del recuerdo y ambos tomaron asiento.

—Bueno, —habló Lily— el le creyó mucho más deprisa que yo. Cuando McGonagall me reveló que era una bruja, yo todavía creía un poco que estaba esquizofrénica. —admitió encogiéndose de hombros.

—Sí, Ryddle estaba dispuesto a creer que era especial, como el decía.

—¿Sospechabas que se convertiría en lo que es?—cuestionó Lily.

—¡Pero claro que no!

Lily lo miró con una ceja arqueada.

—No del todo.—admitió finalmente con un suspiro.— sabía que era distinto y que posiblemente tenía mucha maldad en sí, por lo que pensaba tenerlo vigilado para que no se desviara del buen camino, pero ya venía muy desviado.

—No me sorprende.

—El tiempo esta en nuestra contra. —comentó Dumbledore señalando el oscuro cielo que se veía por las ventanas.— Pero antes de que nos separemos, ¿pudiste notar lo mismo que yo en Tom?

—Si hablas de que despreciaba cualquier cosa que lo vinculara a otras personas o que lo hiciera parecer normal, sí. El chico siempre quiso ser distinguido y celebre. También es obvio que siempre fue autosuficiente, reservado y solitario, sin amigos. Solo tiene seguidores, seguidores idiotas que creen que el confía en ellos cuando él jamás ha confiado en nadie más que en sí mismo. Y por último, le gusta coleccionar trofeos, como las cosas que sustrajo de sus víctimas en el orfanato.

—No esperaba menos de ti, Lily.—sonrió Dumbledore.

—¿Y el anillo?—pregunto al ver que ya no lo estaba usando.

—Ya ve a dormir, Lily.

—Púdrete.

A primera hora del día siguiente, Lily tuvo clase de Herbología. Camino a los invernaderos, Lily les contó todo a Theo y Hermione.

—No estoy entendiendo muy bien el porque Dumbledore te enseña todo eso.—admitió Hermione.

—Conoce a tu enemigo, conócete a ti mismo; tu victoria nunca estará en peligro.—dijo Lily.

—Conoce el terreno, conoce el clima; entonces tu victoria será total.—añadió Theo.

—Sun Tzu.—asintió Hermione.—Entiendo.

—¿Qué tal estuvo la última fiesta de Slughorn?—pregunto Lily en cuanto estuvieron en el invernadero, no sin antes lanzar un muffliato para que la profesora Sprout no los escuchara.

—Hombre, se pasa un poco hablándonos de ex alumnos famosos y le hace un montón la pelota a McLaggen porque conoce a mucha gente influyente, pero nos ofreció una comida deliciosa y nos presentó a Gwenog Jones.—respondió Hermione.

—La capitana de las Holyhead Harpies—informó Theo a Lily.

—Exacto. Personalmente, la encontré un poco creída. En fin, Slughorn va a organizar una fiesta de Navidad, y de ésa no conseguirás escaquearte, porque me pidió que averiguara que noches tienes libres. Quiere asegurarse de celebrarla un día en que puedas asistir.

Lily dejó salir un quejido.

—Podemos llevar invitados.—añadió Hermione.— ¿Quieres ir, Theo?

—Gracias, Hermione, pero posiblemente este con Luna esa noche y casi todas las noches de diciembre—dijo Theo.

—Entonces tendré que buscar pareja.—suspiró Hermione.

—Con que no lleves a Weasley nos damos por bien servidos.—bromeó Lily y Hermione bufó.

—Dios, no se que se me metió en la cabeza para haberme interesado por el. Ni te preocupes.—soltó rodando los ojos y ambos Slytherin soltaron una larga carcajada.

Los días siguieron su curso y el siguiente partido de Quidditch ocurrió, teniendo a Slytherin como vencedor, al igual que siempre. Lo único sorprendente para los demás y extraño para Lily y Theo, fue que tanto Draco como Blaise habían pedido una incapacidad para ese juego, por lo que Lily tuvo que poner dos suplentes.

El tiempo continúo y una vez más la nieve formaba remolinos tras las heladas ventanas; se acercaba la Navidad. Cuando Lily fue a acostarse, se consoló pensando que sólo quedaba un día más de clases y la fiesta de Slughorn; después, Theo, Hermione y ella irían a La Madriguera, donde Remus y Sirius querían pasar la navidad.

Al día siguiente, Lily y Theo contemplaron con enfado como Ron Weasley junto a Lavender Brown, su primera y nueva conquista, y Parvati Patil, se reían de Hermione durante la clase de Transformaciones, cuando Ron Weasley hizo una maliciosa pero acertada imitación de los brincos que ella daba en la silla cada vez que la profesora McGonagall formulaba una pregunta.

Los ojos de Hermione se habían llenado de lágrimas inevitablemente, a lo que solo Lily, Theo y Draco, fueron capaces de ver como Blaise, en venganza, provocaba que el hechizo que practicaba Weasley fallara, provocándole un enorme y feo bigote con forma de manillar, que por más que intentó McGonagall, no pudo quitárselo hasta el final de la clase. Para ese punto, ya todos se habían reído a carcajadas de él, pero no importo, pues cuando sonó el timbre, Hermione salió corriendo del aula.

Lily y Theo recogieron sus cosas y la siguieron. La encontraron cuando salía del lavabo de chicas, un piso más abajo. Luna Lovegood la acompañaba y le daba palmaditas en la espalda.

—Hola, mi príncipe.—saludó Luna, soñadora.

—Hola, mi ninfa.—saludó Theo con una sonrisa estúpida.

—Ven aquí, cariño.—dijo Lily abrazando a Hermione. Miró a Luna con una sonrisa.— Gracias por cuidarla, Luna.

—No hay de que, Lily. A mi tampoco me gusta cuando mis lobilliscos se alteran.—sonrió Luna y miró a Theo.— Príncipe, vamos a comer.

—Vamos, mi ninfa.

Ambos partieron, bajo la mirada enternecida de ambas chicas.

—Esos dos explotan de amor.—dijo Hermione con un toque de envidia.

—El amor nos llega a todos. —dijo Lily y le sonrió.— Y ya llegara alguien perfecto para ti, hermana.

A las ocho en punto, Lily llegó al despacho de Slughorn, en donde se podían oír el rumor de risas, música y conversaciones.

Esa noche, Lily se había colocado un precioso vestido rose gold de escote recto, sin tirantes, ceñido hasta la cintura y luego suelto, largo hasta por encima de sus rodillas. Encima llevaba un chal muy delgado de seda, en el mismo color. En su cuello llevaba un collar de diamantes, obsequio de Draco esa misma navidad. Usaba los pendientes que le regaló Theo hace años se hizo un medio recogido en el cabello, sujetado con sus inseparables horquillas de oro blanco.

El despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores, bien porque lo habían construido así, bien porque Slughorn lo había ampliado mediante algún truco mágico. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado, lo que daba la impresión de estar en una tienda.

La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad, que vistas desde abajo, parecían relucientes motas de luz.

Desde un rincón apartado, llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas, pero, como quedaban ocultos por las pesadas bandejas de plata llenas de comida que transportaban, tenían el aspecto de mesitas móviles.

—¡Lily, amiga mía!—exclamó Slughorn en cuanto Lily entró.— ¡Pasa, pasa! ¡Hay un montón de gente que quiero presentarte!

Slughorn llevaba un sombrero de terciopelo adornado con borlas haciendo juego con su batín. Agarró con fuerza a Lily por el brazo, como si quisiera desaparecerse con ella, y la guió resueltamente hacia el centro de la fiesta.

—Te presento a Eldred Worple, un antiguo alumno mío, autor de Hermanos de sangre: mi vida entre los vampiros. Y a su amigo, Sanguini, por supuesto.

Worple, un individuo menudo y con gafas, le estrechó la mano con entusiasmo. El vampiro Sanguini, alto, demacrado y con marcadas ojeras, se limitó a hacer un movimiento de cabeza; parecía aburrido. Cerca de él había un grupo de chicas que lo miraban con curiosidad y emoción.

—¡Lily Potter! ¡Encantado de conocerte!—exclamó Worple— Precisamente hace poco le estaba preguntando al profesor Slughorn cuándo saldría la biografía de Lily Potter que todos estamos esperando.

—¿Ah sí?—dijo Lily, sonriendo levemente.

—¡Ya veo que Horace no exageraba cuando elogiaba tu modestia!—se admiró Worple.— Pero de verdad— prosiguió ahora con tono más serio.— me encantaría escribirla yo mismo. La gente está deseando saber más cosas de ti, querida amiga. ¡Se mueren de curiosidad! Si me concedieras unas entrevistas, en sesiones de cuatro o cinco horas, por decir algo, podríamos terminar el libro en unos meses. Y requeriría muy poco esfuerzo por tu parte, te lo aseguro. Ya verás, pregúntale a Sanguini si no es...¡Sanguini, quédate aquí!—ordenó endureciendo el semblante, pues poco a poco el vampiro se había ido acercando con cada de avidez al grupito de niñas.— Toma, cómete un pastelito.—añadió, cogiéndolo de la bandeja del elfo que pasaba por allí, y se lo puso en la mano antes de volver a dirigirse a Lily.— Amiga mía, no te imaginas la cantidad de oro que podrías llegar a ganar...

—Soy Lady Potter, heredera también de la familia Black, no necesito más oro.—dijo Lily con una sonrisa divertida.— Pero tampoco sería muy Slytherin de mi parte si rechazara hacer más, por lo que le diré algo: si salgo viva de la guerra, puede volver a contactarme. Ahora, si me disculpa, acabo de ver a una amiga.

Con una sonrisa, se metió entre el gentío; acaba de atisbar una larga melena castaña que desaparecía entre dos integrantes del grupo Las Brujas de Macbeth.

—¡Hermione! ¡Hermione!

—¡Lily! ¡Por fin te encuentro!

—¿Qué te ha pasado?—pregunto Lily, porque la veía muy despeinada, como si acabara de salir de un matorral de lazo del diablo

—Verás, es que acabo de escaparme...Bueno, acabo de dejar a Cormac debajo del muérdago.

—¿El muy imbécil intentó forzarte?—cuestionó Lily, furiosa, sacando inmediatamente su varita.

—¡No vayas a hacer nada, Lily!—exclamó nerviosa.

—Maldición.—masculló molesta.—Bien, pero si lo vuelve a hacer, esta vez si intervendré. Ahora, ¿Qué carajos haces con McLaggen?

—Quería venir con Blaise pero....ya no me habla, entonces pensé en Ron, pero desde que es novio de Lavender es un imbécil y decidí venir con Cormac para fastidiarlo. Estuve planteándome venir con Zacharias Smith y lamento no haberlo hecho, porque, al lado de McLaggen, Grawp es todo un caballero. Vamos por aquí, así lo veremos venir. Es tan alto...

Tomaron tres copas de hidromiel y se dirigieron hacia el otro lado de la sala.

—¡Oh, no! ¡Viene hacia aquí!

Se esfumó tan deprisa como si se hubiera desaparecido: solo necesitó una milésima de segundo para colarse entre dos brujas que reían a carcajadas.

—¿Has visto a Hermione?—pregunto McLaggen un minuto más tarde mientras se abría paso entre la gente.

—No—respondió Lily secamente.

—¡Lily Potter!—exclamó la profesora Trelawney, que estaba cerca y no había reparado en ella.—¡Querida! ¡Que rumores! ¡Que historias! ¡La Elegida! Yo lo sé desde hace mucho tiempo, por supuesto...Los presagios nunca fueron buenos, Lily...Pero ¿por qué no has vuelto a Adivinación? ¡Para ti, más que para nadie, esa asignatura es sumamente importante!

—¡Ah, Sybill, todos creemos que nuestra asignatura es la más importante!—intervino Slughorn, que apareció junto a la profesora Trelawney con las mejillas coloradas y el sombrero un poco torcido, sostenía un vaso de hidromiel y un pastelillo de frutos secos en sus manos.— ¡Pero creo que jamás he conocido a nadie con semejante talento para las pociones! Lo suyo es instintivo, ¿me explico? ¡Igual que su madre! Te aseguro, Sybill, que he tenido muy pocos alumnos con tanta habilidad; mira, ni siquiera Severus....

El profesor tendía un brazo hacia atrás y llamaba a Snape, que unos instantes antes no estaba allí.

—¡Alegra esa cara y ven con nosotros, Severus! ¡Estaba hablando de las extraordinarias dotes de Lily para la elaboración de Pociones! ¡Hay que reconocerte parte del mérito, desde luego, porque tú fuiste su maestro durante cinco años!

—Potter tiene un don para las pociones, ciertamente.—asintió Snape viendo con ojos cálidos a Lily, quién sonrió alegre.

—¡Se trata de una capacidad innata! Deberías haber visto lo que me presentó el primer día de clase, ¡el Filtro de Muertos en Vida! Jamás un alumno había obtenido un resultado mejor al primer intento; creo que ni siquiera tú, Severus.

—No es una sorpresa para mí, la he visto realizar hasta Veritaserum sin problemas.—dijo Snape con orgullo.

—Recuérdame que otras asignaturas estudias este año, Lily.—pidió Slughorn.

—Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos, Transformaciones, Herbología...

—Resumiendo, todas las requeridas para ser auror.—terció Slughorn.

—Pocionista, en realidad.—admitió Lily.— He pensado en convertirme en pocionista o en jugadora profesional de Quidditch. Ya el tiempo dirá.

—P-Pero tu padre fue un gran auror.—dijo Slughorn asombrado de su decisión.

—Bueno, desde el momento en que quede en la casa de Slytherin creo haber demostrado que no me parezco a mis padres en absoluto.—sonrió Lily, divertida.

Antes de que Slughorn pudiera decir algo, vieron como Argus Filch caminaba hacia ellos arrastrando a Draco por una oreja. Lily empalideció.

—Profesor Slughorn.—dijo Filch.— He descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Dice que venía a su fiesta pero se ha extraviado. ¿Es verdad que esta invitado?

—Es mi pareja.—intervino Lily de inmediato.

Draco se soltó del agarre de Filch y Lily inmediatamente se acercó a el, acariciando la zona. Slughorn parecía impresionado ante este hecho, mientras que Snape parecía mirar a Draco con una mezcla de enojo y un poco de miedo.

—¡Como he sido tan tonto!—exclamó Slughorn— ¡Pero claro que son pareja! ¡Lily hasta porta las ancestrales horquillas Malfoy!

—Así es, señor.—respondió Draco.

—Me gustaría hablar un momento contigo, Draco.—dijo Snape.

—¿Ahora, Severus?—intervino Slughorn, hipando.— Estamos celebrando la Navidad y esta con su novia...

—Ahora.—lo cortó Snape con aspereza.— Sígueme, Draco.

—Vuelve a la sala común y descansa.—susurró Draco a su oído.

—Pero...

—Confía en mí, mi reina.—pidió Draco y ella asintió.

Draco y Snape se fueron, mientras que Lily aprovechó que Slughorn estaba distraído para irse de la fiesta. Había intentado buscar a Hermione para irse juntas, pero al no encontrarla, creyó que quizá esta ya se había ido a su habitación, por lo que también se fue.

Lo que Lily no sabía, era que Hermione había sido arrastrada hasta uno de los pasillos más alejados por Cormac McLaggen, quien la tenía contra la pared mientras la sujetaba fuertemente de los brazos, intentando besarla.

—¡No! ¡Suéltame!—grito Hermione, forcejeando.

—¡Maldición! ¡Eres demasiado escurridiza!—exclamó McLaggen, molesto y hundió su cabeza en el escote de la chica.

Entonces, un fuerte golpe resonó en el lugar, McLaggen se estampó contra la pared, soltándola y Hermione soltó un grito. Las lágrimas salían de su rostro mientras se abrazaba a sí misma.

Ahí estaba Blaise Zabini, sujetando con una mano la cabeza de McLaggen, presionándola contra la pared. Hermione lo miraba impactada, con el corazón latiendo a mil por hora.

Blaise estaba notablemente furioso. Su camisa estaba arremangada, permitiendo ver como se marcaban las venas de sus brazos ante la furia y la fuerza que empleaba para someter a McLaggen contra la pared, quien ya gritaba de dolor, pues de su cabeza ya comenzaba a brotar sangre que caía por su rostro.

—¡¿Qué crees que hacías tocando a mi chica, imbécil?!—siseó Blaise, con la voz más fría y atemorizante que Hermione le había escuchado jamás.

—¡Y-Yo no...! ¡Agh!

McLaggen volvió a gritar, Blaise lo había separado de la pared y le había asestado un fuerte puñetazo en el rostro, haciéndolo caer al suelo. Blaise se agachó, lo tomó del cuello de la camisa y lo levantó, estampándolo nuevamente contra la pared.

—No quiero volver a verte cerca de ella, ni siquiera quiero que la mires, ¿me has entendido?—ordenó fríamente y el chico asintió repetidas veces.— Si veo que no obedeces, esta vez si te mataré.—lo soltó despectivamente.— ¡Lárgate!

McLaggen no necesitó que se lo dijera dos veces y corrió lejos de ellos, con el rostro golpeado y lleno de sangre.

Blaise respiró profundamente unos segundos y después miró a Hermione, quien sollozaba silenciosamente aún contra la pared. Se acercó despacio y con delicadeza la tomó de los brazos, acercándola a el y estrechándola en un suave abrazo.

—Todo esta bien, cara mia. No volverá a tocarte, lo prometo.—susurró Blaise contra su oído, haciendo círculos en la espalda de la chica, intentando calmarla.— Estoy aquí, mi leona. Nadie volverá a hacerte daño.

Hermione tardó al menos quince minutos en dejar de llorar y tranquilizarse, cuando lo hubo conseguido, siguió abrazada a Blaise, disfrutando su aroma y calidez. Blaise, por otra parte, al ver que ya estaba tranquila, la apretó un poco contra sí, suspiró pesadamente y después la separó. La miró con seriedad.

—Vuelve a tu sala común, Granger.

Ahí estaba de nuevo, ese tono frío que el había empezado a emplear con ella desde que inició el año escolar. Hermione lo miró incrédula.

—No voy a irme.—dijo Hermione.

—Entonces me iré yo.

Se dio la vuelta, pero Hermione rápidamente lo tomó del brazo, impidiendo que se fuera.

—Primero comienzas a ignorarme y hacer como que no existo, ahora vienes y me defiendes, me llamas “tu chica” y después de consolarme solo vuelves a tu maldita actitud indiferente. ¿Qué esta pasando, Blaise? Pensé que nosotros...

—No hay un “nosotros”, Granger.—la cortó Blaise y se soltó de su agarre.—Nunca lo hubo.

—Blaise, por favor...—susurró Hermione con la voz rota. Blaise la ignoro y comenzó a caminar.— Blaise...¡Blaise! ¡No puedes simplemente ignorarme así! ¡Blaise....¡Te amo, idiota!

El se giro a verla, impresionado. Hermione lo miraba con las mejillas sonrojadas.

—Te amo, Blaise. Es probable que siempre lo haya hecho, —sonrió con tristeza— amo que me contradigas y que, aunque no lo demuestres, seas más inteligente que yo. Amo que me protejas, que me cuides...pero sobre todo, lo que más amo de ti, es que me hagas reír.

—Detente, Hermione.—pidió Blaise con una mirada destrozada.

—Te amo, Blaise.

—¡¿Porqué tenías que decirlo ahora?!—explotó Blaise. —¡Tu no puedes y no debes amarme!

—¡Pero ya lo hago!

—¡Soy un mortífago, Hermione!—grito Blaise y quito el hechizo glamour de su antebrazo izquierdo, mostrando la marca tenebrosa. La miro fríamente y se acercó hasta ella.— ¿En realidad crees que puedes amar a un monstruo?

—¡No me importa si eres un mortífago!—explotó Hermione, sorprendiéndose a sí misma al notar que en verdad no le importaba.— ¡¿Tú me amas?!

—¡No seas tonta!

—¡¿Tú me amas?!

—¡Granger!

—¡¿Tú me...?!

—¡POR SUPUESTO QUE TE AMO!

Los ojos llenos de lágrimas de Hermione, brillaron con amor. Blaise se acercó lentamente, respirando agitado, tomó el rostro de la chica entre sus manos y la miró con un profundo amor y una latente tristeza.

—Maldita sea, leona. Yo te he amado desde la primera vez que me dijiste idiota.—sonrió levemente.— Amo como frunces el ceño al no entender algo, amo tu mirada de concentración al leer, amo tu expresión altiva al ser mejor que otros, amo tu voz mandona, amo tu precioso cabello...Mierda, en realidad no hay algo que no ame de ti...

Entonces, Hermione se lanzó a besarlo. Los labios de Blaise sabían a chocolate, no le sorprendía, el siempre comía chocolate. Los labios de Hermione sabían a Hidromiel, que Blaise sabía era por la fiesta. Sus labios conectaron con facilidad, como si se hubieran besado toda la vida.

Al separarse, sus frentes se juntaron mientras se veían a los ojos.

—Tu y Lily tienen la manía de fijarse en Slytherins con un pie en el ataúd.—masculló Blaise, oscureciendo su mirada.

—Lily y yo nos fijamos en Slytherins que pelearan por una vida con nosotras.—replicó Hermione.

Blaise volvió a unir sus labios con los de Hermione y antes de darse cuenta, ambos estaban ingresando a un aula abandonada y sellado la puerta.

De pronto, Blaise sintió que la chica se ponía nerviosa y al ingresar a su mente, bufó exasperado al ver que Hermione tenía miedo por todo lo que Ronald Weasley le había dicho en el pasado: que era una mojigata frígida y aburrida.

—No eres una mojigata frígida, —murmuró Blaise contra su cuello, besándolo con avidez y ella gimió en voz alta— simplemente no te enciendes con cualquier idiota. Y no soy cualquier idiota, soy tu idiota.

En esos momentos, mientras Blaise besaba su cuello y ella acariciaba su cabello, nada más importaba. No importaba la guerra, la marca tenebrosa, ni Voldemort. Solo importaban ambos.

Solo importaba el amor que se profesaban.

Y es que, cuando un Slytherin ama, es para toda la vida.


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