Chapter Capítulo 69
Lily no salió de los límites de la Mansión Nott durante varias semanas. Pasaba gran parte del día jugando al quidditch contra Theo con Hermione de referí y practicando hechizos y maldiciones.
Habrían sido unas típicas, felices y tranquilas vacaciones de no ser por las historias de desapariciones, extraños accidentes e incluso muertes que aparecían casi diario en El Profeta.
Hermione lamentó mucho que las celebraciones del decimosexto cumpleaños de Lily quedaran deslucidas por las truculentas nuevas con que se presentaron a la fiesta Remus Lupin y Sirius Black.
—Se han producido otros dos ataques de dementores—anunció Remus mientras Hermione le servía un trozo de pastel.—Y han encontrado el cadáver de Igor Karkarov en una choza, en el norte; los asesinos dejaron la Marca Tenebrosa.
—La verdad es que me sorprende que Karkarov siguiera con vida un año después de haber abandonado a los mortífagos; —admitió Sirius— si no mal recuerdo, Regulus, mi hermano, solo sobrevivió unos días.
—¿Se han enterado de lo de Florean Fortescue?—pregunto Cassius, a quien Astoria no paraba de servir vino. Ambos habían venido a la Mansión Nott también a festejar a Lily.—El dueño de la...
—...¿heladería del Callejón Diagon?—terció Lily, sintiendo una desagradable sensación de vacío en el estómago— Siempre me regalaba helados. ¿Qué le ha pasado?
—Tal como ha quedado la tienda, parece que se lo han llevado.
—¿Por qué?—pregunto Hermione.
—Quien sabe. Debió de hacer algo que les molestó. Florean era un buen hombre.
—Hablando del Callejón Diagon— intervino Theo— por lo visto el señor Ollivander también ha desaparecido.
—¿El fabricante de varitas?—pregunto Astoria, asustada.
—Exacto. Su tienda está vacía, pero no se ven señales de violencia. Nadie sabe si Ollivander se ha marchado voluntariamente o si lo han secuestrado.
—¿Y las varitas? ¿Dónde las comprará la gente ahora?
—Tendrán que comprárselas a otros fabricantes—contestó Remus
—Pero Ollivander era el mejor, —dijo Sirius— y no nos beneficia nada que lo retenga el otro bando.
Al día siguiente de esa lúgubre merienda de cumpleaños, llegaron de Hogwarts las cartas y listas de libros para los muchachos. La carta dirigida a Lily incluía una sorpresa: la habían elegido capitana del equipo de Quidditch.
—¡Ahora tendrás la misma categoría que los prefectos!—exclamó Hermione, alegre— ¡Y podrás utilizar nuestro cuarto de baño especial!...¿Porqué lucen tan sorprendidos?
Theo y Lily contemplaban la insignia, atónitos. El año pasado el capitán había sido Montague, quien desertó antes del primer partido, por lo que el profesor Snape, ante la presencia de Umbridge en Hogwarts, decidió que no habría capitanía y que por ese año el tomaría las decisiones.
Sin embargo, todos estaban seguros de que Draco Malfoy sería seleccionado como el nuevo Capitán del equipo de Quidditch de Slytherin. Era lo más obvio.
—Bueno...—habló Theo, intentando recomponerse de la sorpresa.—Es solo que...Lily es la primera capitana mujer en la historia de Slytherin...
—¿En cuanto tiempo?—pregunto Hermione, curiosa.
—La primera en la historia.
Ese sábado por la mañana, después de un corto desayuno, partirían al Callejón Diagon para comprar sus materiales escolares. Hacía un día oscuro y nublado. Cuando salieron de la casa abrochándose las capas, uno de los coches especiales del Ministerio de Magia los esperaban en el jardín delantero.
—Es por Lily— explicó Theo en cuanto ingresaron al auto. El iba delante, junto al chófer oficial.—Le han asignado una protección de la más alta categoría. En el Caldero Chorreante se nos unirá otro destacamento de seguridad.
Lily no comentó nada, no le hacía mucha gracia ir de compras rodeada de un batallón de aurores. Se había guardado la capa invisible en la mochila, por si acaso.
Al llegar a Charing Cross Road en un tiempo asombrosamente corto, el corazón de Lily dio un vuelco al ver que ningún auror a esperaba fuera de la taberna, sino la gigantesca y barbuda figura de Rubeus Hagrid, el guardabosques de Hogwarts que llevaba un largo abrigo de piel de castor. Al ver a Lily, sonrió sin prestar atención a las asustadas miradas de los muggles que pasaban por allí,
—¡Hagrid!—sonrió Lily cuando salieron del auto— ¡No sabía que el destacamento de seguridad era tú.
—¡Hola, chicos!—saludó Hagrid— Ya. Como en los viejos tiempos, ¿verdad? Verás, el ministerio pretendía enviar un puñado de aurores, pero Dumbledore dijo que podía encargarme yo. Bueno, en marcha.
Si a Lily no le fallaba la memoria, era la primera vez que el Caldero Chorreante estaba vacío. No había un solo cliente. Cruzaron el local y salieron al pequeño y frío patio trasero, donde estaban los cubos de basura. Hagrid levantó su paraguas rosa y dio unos golpecitos en determinado ladrillo de la pared, que se abrió al instante para formar un arco que daba a una tortuosa calle adoquinada.
El Callejón Diagon había cambiado: los llamativos y destellantes escaparates donde se exhibían libros de hechizos, ingredientes para pociones y calderos, ahora quedaban ocultos detrás de los enormes carteles de color morado del Ministerio de Magia que habían pegados en los cristales (en su mayoría, copias ampliadas de los consejos de seguridad detallados en los folletos que el ministerio había distribuido en verano).
Algunos carteles tenían fotografías animadas en blanco y negro de mortífagos que andaban sueltos: Bellatrix Lestrange, por ejemplo, miraba con desdén desde el escaparate de la botica más cercano.
Varias ventanas estabas cegadas con tablones, entre ellas las de la Heladería Florean Fortescue. Por lo demás, en diversos puntos de la calle habían surgido tenderetes destartalados; en uno de ellos, instalado enfrente de Flourish y Blotts bajo un sucio toldo a rayas, un letrero rezaba: Eficaces amuletos contra hombres lobo, dementores e inferi.
La primera parada fue Floruish y Blotts, donde compraron todos sus libros. Después fueron a Madame Malkin, quien parecía asustada hasta de su sombra, y compraron sus túnicas nuevas de ese año. Finalmente, y a insistencia de Hermione, fueron a la tienda de los gemelos Weasley, quienes le habían insistido a la castaña en que convenciera a su benefactora, Lily, de ir.
Comparados con los sosos escaparates de las tiendas de los alrededores, cubiertos de carteles, los del local de Fred y George parecían un espectáculo de fuegos artificiales. Al pasar por delante, los peatones se volvían para admirarlos y algunos incluso se detenían para contemplarlos con perplejidad.
El escaparate de la izquierda era deslumbrante, lleno de artículos que giraban, reventaban, destellaban, brincaban y chillaban. El de la derecha se hallaba tapado por un gran cartel morado, como los del ministerio, pero con unas centellantes letras amarillas que decían:
¿Por qué le inquieta El-que-no-debe-ser-nombrado?
¡Debería preocuparte
LORD KAKADURA,
la epidemia de estreñimiento que arrasa el país!
—Estos chicos no le temen a nada.—bromeó Theo, divertido. Lily asintió sonriendo.
Ingresaron en la tienda, tan abarrotada de clientes que Lily no pudo acercarse a los estantes. Sin embargo, contempló las cajas amontonadas hasta el techo: allí estaban los Surtidos Saltaclases; turrón sangra narices. También había cajones llenos de varias trucadas y cajas de plumas de tres variedades: autorrecargables, con corrector ortográfico incorporado y sabelotodo.
—Fantasías patentadas...—Hermione había logrado acercarse a un gran expositor y leía la información impresa en una caja con una llamativa fotografía de un apuesto joven y una embelesada chica en la cubierta de un barco pirata.— «Tan sólo con un sencillo conjuro accederás a una fantasía de treinta minutos de duración, de primera calidad y muy realista, fácil de colar en una clase normal de colegio y prácticamente indetectable. Posibles efectos secundarios: mirada ausente y ligero babeo. Prohibida la venta a menores de dieciséis años.» ¡Caramba, esto es magia muy avanzada!
—Por haber dicho eso, Hermione— los sorprendió una voz a sus espaldas— puedes llevarte una gratis.
Los tres se dieron la vuelta y vieron a Fred, que sonreía radiante. Llevaba una túnica de color magenta que desentonaba con su cabello pelirrojo.
—¿Cómo estas, Lily?—Se estrecharon la mano.— Ven, voy a enseñártelo todo.
Dejando atrás a Theo y Hermione que revisaban otras cosas, Lily siguió a Fred hacia el fondo de la tienda, donde había un tenderete con trucos de cartas y cuerdas.
—¡Trucos de magia muggle! Para los bichos raros como mi padre que se pirran por las cosas de muggles. No dejan mucha ganancia, pero se venden bien; la gente los compra por la novedad. ¡Ah, mira, ahí esta George!
El hermano gemelo de Fred le dio un enérgico apretón de manos a Lily.
—¿Le estas enseñando nuestros tesoros? Ven al reservado, Lily, ahí es donde de verdad ganamos dinero. ¡Eh, tú! —le advirtió a un niño que rápidamente retiró la mano de un tubo con la etiqueta «Marcas Tenebrosas comestibles: ¡ponen malo a cualquiera!» —¡Si birlas alguna cosa pagarás con algo más que galeones!
George apartó una cortina que había detrás de los trucos muggles y Lily vio una sala con menos iluminación y menos gente. Los embalajes de los productos que llenaban los estantes no eran tan llamativos.
—Hemos creado una línea más seria— explicó Fred— Fue muy curioso...
—No te imaginas cuántas personas no saben hacer un encantamiento escudo decente ¡Ni siquiera los empleados del Ministerio!—explicó George
—Exacto. Pues bien, se nos ocurrió que los sombreros escudo podían tener gracia. Ya sabes, desafías a un colega a que te haga un embrujo con el sombrero puesto y observas la cara que pone cuando el embrujo rebota y le da a él. ¡Pero el ministerio nos compró quinientos para su personal de refuerzo! ¡Y todavía siguen haciendo unos pedidos descomunales!
—Así que ampliamos la idea y creamos una extensa gama de capas escudo, guantes escudo...
—Bueno, no servirán de gran cosa contra las maldiciones imperdonables, pero para maleficios o embrujos de leves a moderados...
—Y luego creímos que sería buena idea entrar en el terreno de la Defensa Contra las Artes Oscuras, porque con eso te forras— prosiguió George, irradiando entusiasmo— Mira, esto mola un montón. Es polvo de oscuridad instantánea; lo importamos de Perú. Resulta muy útil si necesitas emprender una huida rápida.
—Y nuestros detonadores trampa se venden solos, ¡fíjate!—dijo Fred, señalando una colección de extraños objetos negros con forma de bocinas que intentaban saltar de los estantes.— Tiras uno con disimulo, sale disparado, se esconde y hace un ruido muy fuerte que te proporciona un divertimiento estratégico en un momento de apuro.
—Muy útil—admitió Lily, impresionada.
—Ten—dijo George al tiempo atrapaba un par y se los lanzaba.
Una joven bruja de cabello corto y rubio asomó la cabeza por detrás de la cortina; Lily vio que ella también llevaba una túnica de color magenta del personal.
—Ahí fuera hay un cliente que busca un caldero de broma, señor Weasley y señor Weasley.—dijo la bruja.
—Muy bien, Verity, ya voy.—dijo George.—Toma lo que quieras, ¿vale, Lily? Y ni se te ocurra pagar.
—¡Cómo que no!—protestó Lily, que ya había sacado su bolsa de monedas para pagar los detonadores trampa.
—Aquí no pagas.—insistió Fred, apartando el dinero que le ofrecía.
—Pero...
—Incluso aunque no convivimos tanto, creías en nuestro talento y enviaste a Hermione a darnos el dinero para abrir este negocio, no creas que lo hemos olvidado— intervino George con seriedad— Llévate lo que te apetezca y si alguien te pregunta, acuérdate de decirle donde puede encontrarlo.
Lily volvió con Theo y Hermione, quienes veían unos pequeños botecitos de amortentita. En ese momento, Lily miró por el cristal del escaparate y codeo a sus dos amigos, quienes siguieron su mirada.
Draco Malfoy junto a Blaise Zabini, corrían calle arriba. Al pasar por delante de Sortilegios Weasley, miraron hacia atrás, pero segundos más tarde los perdieron de vista.
Fred y George atendían a los clientes, y al otro lado del cristal Hagrid estaba de espaldas mirando a uno y otro lado de la calle.
—¿Lo seguimos?—pregunto Theo.
Lily se lo pensó. Draco y ella no habían mantenido comunicación ese verano, ya no era seguro enviarse cartas, pero seguían juntos. ¿Desconfiaba de él? En absoluto.
—No.—respondió Lily.—Confío en Draco y Blaise.
La última semana de vacaciones, los tres amigos se dedicaron a practicar hechizos y embrujos, tanto como pudieron. Theo y Lily, especialmente, practicaron más que nunca las Artes Oscuras.
El 1 de septiembre llegó y ambos fueron a la estación de King’s Cross, donde cruzaron la barrera seguidos de dos barbudos aurores de expresión adusta, ataviados con trajes oscuros de muggle. Cruzando la barrera los esperaba el ya conocido tren escarlata, el expreso de Hogwarts.
—Yo debo irme al vagón de los prefectos, y luego tengo que patrullar un rato por los pasillos, ¿los busco acabando?—pregunto Hermione en cuanto ingresaron al tren.
—No.—respondió Lily de inmediato.— No se como este la situación en Slytherin, mantente con los leones, Hermione. Nos vemos en Hogwarts.
—De acuerdo, suerte.—se despidió de ambos con un beso en la mejilla.
Ambos chicos fueron al vagón de Slytherin, donde fueron recibidos con la misma elegancia y sumisión de siempre. Después de todo, Lily era la reina. Una de las puertas de los compartimientos se abrió, ahí estaban Blaise y Draco. Ninguno de los cinco dijo nada y Theo y Lily simplemente entraron, acomodando sus cosas.
A Lily no le sorprendía que Astoria no estuviera, después de todo, la chica había dejado Hogwarts y estaba en la Mansión Warrington con su esposo.
—¡Ah!—soltó Lily sorprendida, cuando Draco la hubo tomado de la cintura y sentado en sus piernas.—Draco...
—Hola, mi reina.—murmuró este, tomándola del rostro y besándola.
—¿No deberías estar en el vagón de prefectos con Pansy?—cuestionó Theo.
—Tengo cosas más importantes que hacer.—respondió Draco.
—¿Y tu novia, Theito?—pregunto Blaise, burlón.
—Luna debe estar con sus amigos.—respondió Theo, ignorando el tonó socarrón.
Estuvieron conversando durante una hora. No tocaban el tema de la guerra, ni de Voldemort. Simplemente intentaban ser unos alumnos normales. Pansy volvió y se unió a ellos, saludando alegremente a Lily y Theo y mirando molesta a Draco por no haber ido a patrullar con ella. De pronto, la puerta del compartimiento se abrió de nuevo y un niño de tercero entró jadeando.
—Traigo esto para Blaise Zabini y Lily Po...Potter—dijo entrecortadamente al ver a Lily, y se ruborizó. Llevaba dos rollos de pergamino atados con una cinta violeta. Perplejos, Lily y Blaise tomaron uno cada uno y el niño se marcho dando traspiés.
—¿Qué es?—pregunto Draco con el ceño fruncido.
—Una invitación.—dijo Blaise.
Lily:
Me complacería mucho que vinieras al compartimiento C a comer algo conmigo.
Atentamente,
Prof. H.E.F. Slughorn.
—¿Slughorn ha vuelto a dar clases?—pregunto Blaise
—Sí.—respondió Lily.—Bueno, nos vemos al rato. Vamos, Blaise.
—Después de ti, reina.
Cuando llegaron al compartimiento C, enseguida advirtieron que no eran los únicos invitados de Slughorn, aunque, a juzgar por la entusiasta bienvenida del profesor, Lily era la más esperada.
—¡Lily, amiga mía!—exclamó Slughorn y se puso en pie de un brinco. —¡Cuánto me alegro de verte! ¡Y tú debes de ser Zabini!
Siguiendo las indicaciones de Slughorn, los dos muchachos se sentaron en los únicos asientos que quedaban libres, junto a la puerta. Lily miró a los otros invitados y reconoció a Neville Longbottom, que le sonrió; Ginny Weasley, que la saludo alegre pero no parecía saber como terminó ahí; y dos alumnos de séptimo que no conocía.
—Bueno, ¿ya los conocen a todos?—pregunto Slughorn a Lily y Blaise.— Neville Longbottom, asiste a su curso, claro...Este es Cormac McLaggen, quizá hayan coincidido ya en...¿No?
McLaggen, un joven corpulento de cabello crespo, levantó una mano y Lily y Blaise lo saludaron con la cabeza.
—Y este es Marcus Belby, no sé si...
Belby, que era delgado y parecía una persona nerviosa, forzó una sonrisa.
—¡Y esta encantadora jovencita que asegura que te conoce, Lily!—terminó Slughorn. Ginny asomó la cabeza por detrás del profesor e hizo una mueca.
—¡Que contento estoy!—prosiguió Slughorn— Esta es una gran oportunidad para conocerlos un poco mejor a todos. Tomen, agarren una servilleta. He traído comida porque, si no mal recuerdo, el carrito esta lleno de varitas de regaliz, y el aparato digestivo de un pobre anciano como yo no esta para esas cosas...¿Faisán, Belby?
El chico dio un respingo y aceptó una generosa ración de faisán frío.
—Estaba contándole al joven Marcus que tuve el placer de enseñar a su tío Damocles.—informó Slughorn a Lily y Blaise, mientras ofrecía un cesto lleno de panecillos a sus invitados.— Un mago excepcional, con una Orden de Merlín bien merecida. ¿Ves mucho a tu tío, Marcus?
Por desgracia, Belby acababa de llevarse a la boca un gran bocado de faisán y, con las prisas por contestar a Slughorn, intentó tragárselo entero. Se puso morado y empezó a asfixiarse.
—¡Apneo!—dijo Slughorn sin perder la calma, apuntando con su varita a Belby, que pudo tragar y sus vías respiratorias se despejaron al instante.
—No...mu...mucho...—balbuceó Belby con ojos llorosos.
—Sí, claro, ya me figuro que andará muy ocupado.—opinó Slughorn, escrutándolo.—¡Debió de emplear muchas horas de trabajo para inventar la poción de matalobos!
—Sí, supongo...Mi padre y el no se llevan muy bien, por eso no sé exactamente...—murmuró Belby, y no se atrevió a zamparse otro bocado por temor a que Slughorn le preguntase algo más. Slughorn le dedicó una gélida sonrisa y luego miró a McLaggen.
—¿Y tú, Cormac?—le dijo— Me consta que ves mucho a tu tío Tiberius. Tiene una espléndida fotografía en la que ambos aparecen cazando nogtails en...Norfolk, ¿verdad?
—¡Ah, sí, ya me acuerdo! Fue divertidísimo—confirmó McLaggen— Fuimos con Bertie Higgs y Rufus Scrimgeour, antes de que a éste lo nombraran ministro, por supuesto.
—Ah, ¿también conoces a Bertie y a Rufus?—pregunto Slughorn, radiante, mientras ofrecía a sus invitados una bandejita de pastas; curiosamente, se olvidó de Belby.— A ver, cuéntame...
La reunión era como Lily había sospechado: todos los que se encontraban allí parecían haber sido invitados porque tenían relación con alguien famoso o influyente; todos excepto Ginny.
Blaise, a quien Slughorn interrogó después de McLaggen, dio a conocer a los demás que era hijo de una bruja célebre por su belleza, la cual se había casado siete veces y sus siete maridos, muertos de forma misteriosa, le habían dejado montañas de oro.
Lily hizo una nota mental de conocer a Madame Zabini.
A continuación fue el turno de Neville; fueron diez minutos incomodísimos porque sus padres, unos famosos aurores, habían sido torturados hasta la locura por Bellatrix Lestrange y otros dos mortífagos. Al final de esa entrevista, Lily tuvo la impresión de que Slughorn todavía no sabía que opinar del chico, en particular si había heredado o no el talento de alguno de sus progenitores.
—Y ahora...—continúo el profesor, cambiando aparatosamente de postura como un presentador que anuncia su número estrella— ¡Lily Potter! ¿Por dónde empezar? ¡Intuyo que, cuando nos conocimos este verano, apenas arañé la superficie!
Contempló por unos instantes a Lily como si fuera un trozo de faisán singularmente grande y suculento, y dijo:
—La llaman, La Elegida.
Lily no abrió la boca, pero todos la veían. Blaise, a su lado, intentaba ocultar la sonrisa que se asomaba en su rostro al verla tan incomoda.
—Hace años que circulan rumores, desde luego.—prosiguió el profesor, escudriñando el rostro de Lily— Recuerdo la noche en que...Bueno, después de aquella terrible noche en que Lily y James... Tú sobreviviste, y la gente comentaba que tenías poderes extraordinarios...
Blaise no lo pudo soportar más, emitió una tosecilla burlona mientras sentía a Lily pellizcarlo. Una voz furibunda surgió por detrás de Slughorn.
—Sí, Zabini, tú también tienes poderes extraordinarios...para dártelas de interesante.
—¡Cielos!—exclamó el profesor riendo entre dientes, y se volvió hacia Ginny, que fulminaba a Blaise con la mirada.— ¡Ten cuidado Blaise! ¡Cuando pasaba por el vagón de esta jovencita la vi realizar un maravilloso maleficio de mocomurciélagos! ¡Yo en tu lugar no la provocaría!
Blaise se limitó a esbozar un gesto desdeñoso y miró a Lily con ojos de cachorro que claramente decían: ¿Y está loca por qué se mete? ¡Defiéndeme!
Lily lo ignoró.
—En fin—dijo Slughorn, retomando el hilo— ¡Menudos rumores han circulado este verano! Uno no sabe que creer, desde luego, porque no sería la primera vez que El Profeta publica noticias inexactas o comete errores. No obstante, dada la cantidad de testigos que hay, parece evidente que se produjo un alboroto considerable en el ministerio y que tú estabas en medio.
—Así es.—se limitó a decir Lily, sabiendo que no podía mentir o rehuir la pregunta. Slughorn la miro sonriente.
—¡Que modesta, que modesta! No me extraña que Dumbledore te tenga tanto aprecio. Entonces, ¿es cierto que estabas allí? Pero las otras historias, la verdad, son tan descabelladas que lo confunden a uno...Por ejemplo, esa legendaria profecía...
—Nosotros no oímos ninguna profecía.—terció Neville y se puso rojo como tomate.
— Es verdad, —confirmó Ginny, incondicional— Neville y yo también estuvimos en el ministerio, son solo invenciones de El Profeta, como siempre.
—¿Ustedes también estuvieron allí?—pregunto Slughorn con interés, mirándolos a ambos, pero ellos guardaron silencio sin ceder a la tentadora sonrisa del profesor. —Sí, claro...Es verdad que El Profeta suele exagerar, por descontado...—Arrugó la frente—Recuerdo que mi querida Gwenog me contó...me refiero a Gwenog Jones, por supuesto, la capitana del Holyhead Harpies...
Inició una larga perorata, pero Lily intuyó que Slughorn no había terminado todavía con ella y que Neville y Ginny no lo habían convencido.
La tarde transcurría lentamente, aderezada con otras anécdotas sobre magos ilustres a los que Slughorn había enseñado en Hogwarts; todos habían entrado de buen grado en lo que el profesor llamaba “El Club de las Eminencias”.
Lily deseaba marcharse, pero no sabía como hacerlo sin parecer maleducada. Por fin, el tren salió de otro extenso banco de neblina y por la ventana se vio una rojiza puesta de sol; Slughorn parpadeó en la penumbra.
—¡Madre mía, pero si ya va a anochecer! ¡No me había dado cuenta de que han encendido las luces! Será mejor que vayan todos a ponerse la túnica. McLaggen, ven a verme cuando quieras y te prestaré ese libro sobre nogtails. Lily, Blaise, vengan también cuando quieran. Y lo mismo te digo a ti, señorita —añadió guiñándole el ojo a Ginny— ¡Dense prisa!
Lily y Blaise fueron los primeros en salir y rápidamente fueron al vagón de Slytherin, donde sus amigos ya estaban en el área común. También se habían añadido al grupo Crabbe y Goyle.
Draco esperó a que Lily llegara y en cuanto esta se sentó, este se recostó en dos asientos, dejando caer la cabeza sobre las piernas de la chica, quien acarició sus cabellos con dulzura, a lo que Draco besó su mano con cariño.
—Cuéntennos, —dijo Draco—¿Qué quería Slughorn?
—Solo trataba de ganarse el favor de algunas personas bien relacionadas—contestó Blaise— Aunque no ha encontrado a muchas.
—¿A quién más invitó?—inquirió Theo.
—A McLaggen, de Gryffindor...
—Pues como no, su tío es un pez gordo del ministerio.—admitió Draco.
—...a un tal Belby, de Ravenclaw.
—¿A ese? ¡Pero si es un idiota!—intervino Pansy
—...y a Longbottom y esa Weasley.—terminó Blaise.
—¿Invito a Longbottom?—repitió Draco, alzando su mano y acariciando el rostro de Lily.— ¿Por qué iba a interesarle Longbottom? A Lily es obvio, es La Elegida, pero ¿a esa Weasley? ¿Qué tiene de especial?
—Muchos chicos están locos por ella—terció Pansy— Hasta tú la encuentras guapa, ¿no, Blaise? ¡Y todos sabemos lo exigente que eres!
—Será guapa, pero no es mi tipo.—replicó Blaise con frialdad.
—¿Y cuales son tu tipo? ¿Castañas, locas por la lectura, mandonas y de Gryffindor?—se burló Theo.
—Olvídate de eso también. Nunca sucederá.—dijo Blaise con la misma frialdad. Theo y Lily lo miraron confundidos.
Blaise llevaba enamorado de Hermione desde primer grado, y llevaba intentando algo serio con ella, aunque sea una cita, desde tercer grado. ¿Qué estaba ocurriendo?
Ambos amigos compartieron una mirada, pero decidieron no decir nada. Draco volvió a tomar la palabra:
—Bueno, Slughorn tiene muy mal gusto. A lo mejor ya chochea. Mi padre fue de sus alumnos predilectos, quizá desde ahí ya estaba loco.—se burló y todos rieron un poco.
—Me parece que no le interesa nadie que tenga que ver con Mortífagos.—comentó Blaise.
—No me interesa. Es solo un estúpido profesor.— besó la mano de Lily.— Además, ni siquiera sé si el año que viene iré a Hogwarts.
—¿Qué quieres decir con eso?—se alarmó Lily y dejó de acariciar su cabello.
—Nunca se sabe.—respondió escuetamente.—Ya se ve Hogwarts. Será mejor que vayamos poniéndonos las túnicas.
Draco ignoró la mirada preocupada de Lily y fue a cambiarse junto a Blaise. Theo y Lily compartieron una mirada. Algo estaba pasando y no sabían que.
La llegada al castillo fue igual que siempre: el sombrero dio su canción, donde pedía que se mantuvieran todos unidos, y dio inició a la selección. Después de esta, Dumbledore dio algunos anuncios, entre ellos, el de que Snape sería el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras y Slughorn el de Pociones.
Terminada la cena. Dumbledore volvió a levantarse y volvió a hablar:
—Bien. Como todos los presentes sabemos, lord Voldemort y sus seguidores vuelven a las andadas y están ganando poder. No se que palabras emplear para enfatizar cuán peligrosa es la actual situación y las grandes precauciones que hemos de tomar en Hogwarts para mantenernos a salvo. Este verano hemos reforzado las fortificaciones mágicas del castillo y estamos protegidos mediante sistemas nuevos y más potentes, pero aún así debemos resguardarnos escrupulosamente contra posibles descuidos por parte de algún alumno miembro del profesorado. Por tanto, pido que se atengan a cualquier restricción de seguridad que les impongan sus profesores, por muy fastidiosa que les resulte, y en particular a la norma de no levantarse de la cama después de la norma establecida. Les suplico que si advierten algo extraño o sospechoso dentro o fuera del castillo, informen inmediatamente de ello a un profesor. Confío en que se comportaran en todo momento pensando en su propia seguridad y en la de los demás.
Dumbledore recorrió la sala con la mirada y sonrió.
—Ahora, a sus casa, cómodas y calientitas, se que en este momento su prioridad es estar bien descansados para las clases de mañana. Buenas noches.
Los alumnos retiraron los bancos de las mesas con el estrépito de siempre, y cientos de jóvenes empezaron a salir en fila del Gran Comedor, camino a sus dormitorios. Lily contempló como Pansy se llevaba sola a los de nuevo ingresó, rápidamente ubicó que Draco se iba por otro lado, rehuyendo sus obligaciones.
Se levantó de golpe, ignorando las miradas de los demás y lo siguió. Tenía que hablar con él.
Lo siguió durante varios pasillos de las mazmorras que ni ella conocía, hasta que se detuvo abruptamente y se giro a verla.
—¿Cuánto tiempo más vas a seguirme, mi reina?—pregunto Draco con una pequeña sonrisa.
—¿Qué esta ocurriendo, Draco?—cuestionó Lily con el ceño fruncido, acercándose a el.—¿Creíste que no notaría que intentas evitar que te siga a donde sea que quieres ir?
—Mi reina...
—Prometimos confiar el uno en el otro.—le interrumpió Lily.—Ya he perdido a mi familia, no quiero perderte a ti también. Es como si...como si hubiera una barrera entre ambos.
—Lo sé.—Draco suspiró y la tomó de las manos.— Pero necesito que entiendas que es necesario que este año tomemos cierta distancia, al menos ante el ojo público. También debes saber que estaré desapareciendo a ratos.
—¿Pero por...?
La pregunta de Lily murió en sus labios en cuanto Draco se alzó la manga de su antebrazo izquierdo.
Ahí estaba.
La marca tenebrosa.
En ese momento, Lily estuvo más consciente que nunca de la guerra que se avecinaba.
Sintió los brazos de Draco estrecharla contra su cuerpo. Pronto se dio cuenta de que estaba llorando. Draco besó su cabeza con ternura.
—Todo estará bien, mi reina. Te protegeré pase lo que pase.
—Te amo, Draco.—sollozó Lily contra su pecho.— No quiero que te ocurra nada malo.
Durante unos segundos, Draco no dijo nada. No podía prometerle a su amada que no le pasaría nada malo y eso ella también lo sabía. Finalmente, dijo:
—Te amo, mi Lily.
Eso era lo único que podía afirmar con seguridad.