Chapter Capítulo 68
Lily Potter dormía profundamente. Había pasado casi cuatro horas sentada en una silla junto a la ventana de su dormitorio contemplando el oscuro cielo, y al final se había quedado dormida con un lado de la cara pegada al frío cristal.
El resplandor anaranjado de la farola que había frente a la casa hacía destellar la mancha de vaho que su aliento dejaba en la ventana, y la luz artificial le hacía palidecer el rostro, que parecía el de un fantasma bajo la mata alborotada de cabello rojo.
Había varios objetos esparcidos sobre su escritorio: libros de magia negra, de hechizos y pociones y un montón de periódicos. El titular de uno de éstos rezaba:
LILY POTTER: ¿LA ELEGIDA?
Siguen circulando rumores acerca del misterioso altercado ocurrido recientemente en el Ministerio de Magia, durante el cual El-que-no-debe-ser-nombrado fue visto de nuevo.
«No estamos autorizados a hablar de ello, no me pregunten nada», manifestó ayer por la noche, al salir del ministerio, un nervioso desmemorizador que se negó a dar su nombre. No obstante, fuentes contrastadas del Ministerio de Magia han confirmado que el altercado se produjo en la legendaria Sala de las Profecías.
Aunque por ahora los magos portavoces se han negado a confirmar la existencia de dicho lugar, cada vez un mayor número de miembros de la comunidad mágica cree que los mortífagos, que en la actualidad cumplen condena en Azkaban por entrada ilegal y tentativa de robo, pretendían robar una profecía.
Se desconoce la naturaleza de esta, pero se especula con la posibilidad de que este relacionada con Lily Potter, la única persona que ha sobrevivido a una maldición asesina y que estuvo en el ministerio la noche en cuestión. Hay quienes llegan al extremo de llamar a Potter «La Elegida», pues creen que la profecía la señala como la única que conseguirá librarnos de El-que-no-debe-ser-nombrado. Se desconoce el paradero actual de la profecía, si es que existe, aunque (continúa en página 2, columna 5).
Junto a ese periódico había otro con el siguiente titular:
SCRIMGEOUR SUSTITUYE A FUDGE
La mayor parte de la primera plana la ocupaba una gran fotografía en blanco y negro de un hombre con espesa melena de león y el rostro muy castigado. La fotografía se movía: el hombre saludaba con la mano al techo.
Rufus Scrimgeour, antiguo jefe de la Oficina de Aurores del Departamento de Seguridad Mágica, ha sustituido a Cornelius Fudge en el cargo de ministro de Magia.
El nombramiento ha sido recibido con entusiasmo en buena parte de la comunidad mágica, aunque existen rumores de distanciamiento entre el nuevo ministro y Albus Dumbledore, recientemente rehabilitado como Jefe de Magos del Wizengamot.
Estas diferencias surgieron horas después de que Scrimgeour tomara posesión del cargo. Los representantes de Scrimgeour han admitido que el nuevo ministro se reunió con Dumbledore en cuanto ocupó el puesto supremo del ministerio, pero se han negado a comentar el contenido de la reunión. Como todo el mundo sabe, Albus Dumbledore (continúa en página 3, columna 2).
A la izquierda de ese periódico había otro doblado que mostraba un artículo titulado «El ministerio garantiza la seguridad de los alumnos».
El recién nombrado ministro de Magia, Rufus Scrimgeour, ha hecho comentarios hoy sobre las nuevas y duras medidas adoptadas por su departamento para garantizar la seguridad de los alumnos que regresarán al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería este otoño.
«Por razones obvias, el ministerio no puede dar detalles de sus nuevos y estrictos planes de seguridad», ha declarado el ministro, pero una persona con acceso a información confidencial ha desvelado que esas medidas incluyen hechizos y encantamientos defensivos, un complejo despliegue de contramaldiciones y un pequeño destacamento de aurores dedicados de manera exclusiva a la protección del Colegio Hogwarts.
La mayoría de la comunidad mágica parece satisfecha con la severa postura del ministro en relación con la seguridad de los alumnos. La señora Augusta Longbottom ha comentado a este periódico:
«Mi nieto Neville, que por cierto es un gran amigo de Lily Potter, peleó a su lado contra los mortífagos en el ministerio en el mes de junio y...»
El resto del artículo estaba tapado con un gran libro de pociones prohibidas. Encima del escritorio estaba una gran jaula, dentro de la cual estaba una espléndida lechuza, blanca como la nieve, que recorría imperiosamente la habitación con sus ojos ámbar y de vez en cuando giraba la cabeza para mirar a su ama. En un par de ocasiones hizo un ruidito seco con el pico, impaciente, pero Lily dormía tan profundamente que no la oyó.
En el centro de la habitación se hallaba un enorme baúl con la tapa abierta. Cerca de él, en el suelo, había un folleto de color morado con el siguiente texto impreso:
Distribuido por encargo del Ministerio de Magia
COMO PROTEGER SU HOGAR Y A SU FAMILIA CONTRA LAS FUERZAS OSCURAS
La comunidad mágica se halla en la actualidad bajo la amenaza de una organización compuesta por los llamados «mortífagos». El cumplimiento de las sencillas pautas de seguridad que se enumeran a continuación lo ayudará a proteger de ataques a su familia y su hogar.
1.- Se recomienda que no salga solo de su casa.
2.- Se aconseja tener especial cuidado durante la noche. Siempre que sea posible, procure terminar sus desplazamientos antes de que haya oscurecido.
3.- Repase las disposiciones de seguridad de su vivienda y asegúrese de que todos los miembros de la familia conocen medidas de emergencia, como los encantamientos escudo y desilusionador, y en caso de que en la familia haya menores de edad, la Aparición Conjunta.
4.- Prepare contraseñas de seguridad con familiares y amigos íntimos para detectar a mortífagos que pudieran suplantarlos utilizando la Poción Multijugos (véase pág. 2).
5.- Si advierte que un familiar, colega, amigo o vecino se comporta de forma extraña, póngase en contacto de inmediato con el Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, pues esa persona podría encontrarse bajo la maldición imperius. (véase pág. 4).
6.- Si aparece la Marca Tenebrosa encima de una vivienda u otro edificio, NO ENTRE. Póngase en contacto de inmediato con la Oficina de Aurores.
7.- Ha habido indicios no confirmados de que los mortífagos podrían estar utilizando inferi (véase pág. 10). Todo encuentro o detección de un inferius debe ser INMEDIATAMENTE comunicado al ministerio.
La cara de Lily se le resbaló un par de centímetros por el cristal de la ventana, pero no se despertó. Un reloj hacia tictac en el alféizar de la ventana y marcaba las once menos un minuto. A su lado, sujeto por la relajada mano de la muchacha, se encontraba un trozo de pergamino cubierto con una caligrafía pulcra y estilizada que había recibido hace tres días.
Querida Lily
Si te parece bien, iré al número 12 de Grimmauld Place el próximo viernes a las once en punto de la noche para llevarte a la Mansión Nott, donde pasaras el resto de las vacaciones escolares.
Si estás de acuerdo, agradecería tu ayuda para un asunto que espero poder resolver de camino hacia allí. Te lo explicaré con más detalle cuando te vea. Por favor, envíame tu respuesta con esta misma lechuza. Hasta el próximo viernes.
Atentamente,
Albus Dumbledore.
Lily se había apostado junto a la ventana de su dormitorio, esperando. Había respondido afirmativamente a la carta, pues, desde que Dumbledore se sinceriso con ella, llegaron a un acuerdo donde el no tendría que fingir o mentir con ella. De esa manera, podrían tener un trato de “colegas” para vencer a Voldemort, o al menos para preparar a Lily para ello.
Ya tenía listo su equipaje y había notificado a Sirius y Remus de que partiría con Dumbledore aquella noche. El minutero del reloj llegó al número doce y la farola que había enfrente de la ventana se apagó. Lily despertó como si la repentina oscuridad fuera una alarma.
Se enderezó, despegó la mejilla del cristal y apretó la nariz contra la ventana para escudriñar la acera. Una alta figura ataviada con una capa larga y ondeante se acercaba por el otro extremo de la calle.
Se levantó y se estiró. Ya estaba vestida y bañada, por lo que tomó su baúl y masajeando un poco su cuello, salió de la habitación, no sin antes lanzar un hechizo a la jaula de Hedwig para que bajara tras ella. Al llegar al vestíbulo, Dumbledore ya la esperaba junto a Remus y Sirius, quienes estaban en pijamas.
—¡Ah, Lily, buenas noches!—dijo Dumbledore mirando a través de sus gafas con expresión radiante.— Excelente, excelente.
—¿De verdad tienes que irte? Solo has estado dos semanas con nosotros— se quejó Sirius, como un niño pequeño.
—Lily ya no es una niña, Sirius, tiene cosas que hacer y hay que apoyarla.—replicó Remus con una sonrisa triste y se acercó a abrazar a Lily.— Cuídate, Lily, dinos si necesitas algo.
—Te quiero, cachorrita.—dijo Sirius abrazando a Lily en cuanto Remus se alejó.
—Nos veremos luego, Sirius, Remus.—dijo Dumbledore.
—Estaré bien, los veo luego, los quiero.—dijo Lily.
—Bueno, no nos interesa cargar con esto.—dijo Dumbledore sacando su varita y señalando las pertenencias de Lily.— Lo enviaré a la Mansión Nott. Pero me gustaría que tomarás tu capa invisible, por si acaso.
—Ya la traigo conmigo.—dijo Lily, notando como la mano de Dumbledore estaba ennegrecida y apergaminada; daba la impresión de que la carne se le había consumido.
Dumbledore sacudió la varita y las cosas de Lily se esfumaron. Volvieron a despedirse de Sirius y Remus, y después salieron por la puerta. La noche era fría y neblinosa.
—Y ahora, Lily, adentrémonos en la oscuridad y vayamos en busca de la aventura, esa caprichosa seductora.
—¿Siempre eres tan poético?—cuestionó Lily, en cuanto comenzaron a caminar por la calle.
—Generalmente sí.—admitió Dumbledore.
—¿Qué te ocurrió en la mano?—cuestionó Lily.
—Prefiero no demostrar mi idiotez todavía, luego te digo.—respondió con sorna.— Ten la varita preparada. Aunque dudo que esta noche nos ataquen.
—Porque estás conmigo. Con eso bastará.
—Muy humilde de tu parte.
—Nada más que la verdad, Lily.
De pronto, Dumbledore le extendió su brazo izquierdo.
—¿Ya tienes tu licencia de aparición?—cuestionó Dumbledore.
—No, pero ya se hacerlo. Aunque no me gusta.
—Una pena, ya sujétate.
Lily bufo y se afianzó a su brazo. De pronto, todo se volvió negro y Lily empezó a recibir una fuerte presión procedente de todas direcciones; no podía respirar, como si unas bandas de hierro le ciñeran el pecho; sus globos oculares empujaban hacia el interior del cráneo; los tímpanos se le hundían más y más en la cabeza, y entonces...Aspiró a bocanadas el aire nocturno.
Estaban de pie en una plaza de pueblo desierta, en cuyo centro había un viejo monumento a los caídos y unos cuantos bancos.
—¿Te encuentras bien?
—Prefiero las escobas.
Dumbledore sonrió, se ciñó un poco más el cuello de la capa de viaje e indicó:
—Por aquí.
Echó a andar con brío por delante de una posada vacía y de varias casas. Según el reloj de una iglesia cercana, era casi medianoche. Doblaron en una esquina y pasaron ante una cabina telefónica y una parada de autobús.
—¿Dónde estamos?
—Esto, Lily, es el precioso pueblo de Budleigh Babberton.
—Ajá, ¿y qué hacemos aquí?
—¡Ah, sí, claro! Todavía no te lo he explicado. Verás, ya he perdido la cuenta de las veces que he dicho esto en los últimos años, pero resulta que de nuevo hay un puesto vacante en el profesorado. Hemos venido aquí para convencer a un viejo colega mío, que ya se ha jubilado, para que regrese a Hogwarts.
—¿Y cómo se supone que voy a convencerlo?
—¡Oh, ya te darás cuenta!
Subieron por una calle estrecha y empinada con hileras de casas a ambos lados, pero no había luz en ninguna ventana. El frío reinaba en el lugar.
—Nos hubiéramos aparecido directamente en casa de su viejo colega.
—Eso sería tan descortés como echar abajo la puerta. Es de buena educación ofrecer a los otros magos la oportunidad de negarnos la entrada.
A sus espaldas, el reloj de la iglesia dio la medianoche.
—Leí que despidieron a Fudge.
—Correcto.—confirmó Dumbledore torciendo por una empinada callejuela— Lo ha sustituido, como estoy seguro de que también habrás leído, Rufus Scrimgeour, que hasta ahora era el jefe de la Oficina de Aurores.
—¿Y te agrada?
—Una pregunta interesante. Es competente, desde luego, y tiene una personalidad más fuerte y decidida que Cornelius. Rufus es un hombre de acción, y como lleva toda su vida activa combatiendo a los magos tenebrosos, no subestima a lord Voldemort.
—Me suena a que no te agrada.—dijo Lily.— También leí lo de Madame Bones. Una perdida terrible, debo admitir.
—Ciertamente. Era una gran bruja. Creo que es allí. ¡Ay!—había señalado con la mano lastimada.
—Por idiota.
—Por eso no te cuento lo que me paso.
—¿Recibiste uno de esos folletos inútiles del ministerio?
—Sí, tan inútil como ellos.
Se estaban acercando a una casita de piedra rodeada de un jardín. Dumbledore se detuvo en seco y ella lo imitó. A lo largo del cuidado sendero del jardín, la puerta de la casa colgaba de los goznes. Dumbledore miró a ambos lados de la calle que parecía desierta. Ambos sacaron sus varitas.
Dumbledore abrió la verja y recorrió con rapidez y sigilo el sendero, seguido de la muchacha; luego empujo muy despacio la puerta de la casa con la varita en ristre.
—¡Lumos!
La punta de la varita de Dumbledore proyectó su luz por un estrecho recibidor. A la izquierda había otra puerta abierta. Manteniendo en alto la iluminada varita, el anciano entró en el salón, con Lily pegada a sus talones.
Ante ellos apareció un escenario de absoluta devastación: en el suelo yacía un astillado reloj de pie, con la esfera rota y el péndulo tirado un poco más alla, como una espada abandonada; un piano tumbado sobre un costado tenía las teclas esparcidas a su alrededor; los restos de una lámpara de cristal centelleaban a pocos pasos; los almohadones tenían tajos de los que salían las plumas, y fragmentos de cristal y porcelana lo cubrían todo como si fuese polvo.
Dumbledore alzó un poco más la varita para iluminar las paredes, cuyo empapelado estaba salpicado de una sustancia pegajosa de color rojo oscuro.
—Lo voy a admitir, —habló Lily— es un escenario muy bien creado.
Dumbledore sonrió, avanzó hasta el centro de la habitación y miro detrás de una volcada butaca con exceso de relleno. Sin previo aviso, se precipitó sobre la butaca e hincó la punta de la varita en el asiento, que gritó:
—¡Ay!
—Buenas noches, Horace.—saludo Dumbledore.
Un anciano calvo y tremendamente gordo, que se frotaba la parte baja del vientre y miraba a Dumbledore con ojos entrecerrados y gesto ofendido, se hallaba donde un segundo antes estaba la butaca.
—No necesitabas clavarme la varita tan fuerte.— refunfuñó, poniéndose en pie con dificultad.— Me has hecho daño. ¿Cómo me has descubierto?
—Mi querido Horace, —contestó Dumbledore, que parecía encontrar todo aquello muy gracioso si fuera verdad que los mortífagos han venido a visitarte, habría aparecido la Marca Tenebrosa encima de la casa.
El mago se dio una palmada en la ancha frente.
—La Marca Tenebrosa.—masculló.— Ya sabía yo que se me olvida algo. Bueno, en cualquier caso no habría tenido tiempo. Acababa de darle los últimos retoques al tapizado cuando entraste en la habitación.
—¿Quieres que te ayude a poner orden?
—Sí, por favor.
Los dos magos arreglaron todo con unos simples movimientos de varita. Ahora parecía una casa completamente normal y limpia.
—Por cierto, ¿Qué clase de sangre era esa?—pregunto Dumbledore
—¿La de las paredes? ¡De dragón!
El mago se dirigió hacia una pequeña botella de cristal que había encima de un aparador. La puso a contraluz para examinar el espeso líquido que contenía.
—Mi última botella, y por desgracia se ha puesto por las nubes. No obstante, quizá pueda volver a utilizarla. Hum. Ha cogido un poco de polvo.
La dejó otra vez en el aparador y suspiró. Entonces fue cuando reparó por primera vez en Lily.
—¡Ah!—exclamó mientras clavaba sus saltones ojos en la frente de Lily y en la cicatriz en forma de rayo que la surcaba.— ¡Ajajá!
—Esta es Lily Potter.—hizo las presentaciones Dumbledore.— Lily, te presento a un viejo amigo y colega mío, Horace Slughorn.
Este se devolvió hacia el director de Hogwarts con expresión sagaz.
—Creíste que así me persuadirías, ¿verdad? Pues bien, la respuesta es no, Albus.
Aparto a Lily con decisión, volvió la cara hacia otro lado y adoptó el aire de quien intenta resistir una tentación.
—Supongo que al menos podremos beber algo, ¿no?— propuso Dumbledore— Y brindar por los viejos tiempos.
Slughorn titubeo.
—Esta bien, pero solo una copa.—concedió de mala gana.
Dumbledore sonrió a Lily y la condujo hacia una butaca situada junto al fuego que había empezado a arder en la chimenea y al lado de una lámpara de aceite encendida. Ella se sentó, notando de inmediato la intención de Dumbledore de que ella destacara lo más posible. Incluso, cooperando en su jugarreta, tomó las horquillas de oro blanco y las sacó de su cabello, dejándolo suelto y rebelde.
Así, en efecto, cuando Slughorn, que había estado ocupado con licoreras y copas, se dio otra vez la vuelta hacia la habitación, sus ojos se posaron de inmediato en Lily.
—¡Maldición!—exclamó y desvió la mirada, como si la visión de la chica lo asustara o le hiriera los ojos.— Toma...— le dio una copa a Dumbledore, que se había sentado, le acercó la bandeja a Lily y luego se apoltronó en el reparado sofá.
—Cuéntame, Horace, ¿Cómo te va?—pregunto Dumbledore
—No muy bien. Tengo problemas respiratorios. Tos. Y también reuma. Ya no puedo moverme como antes. En fin, era de esperar. Ya sabes, la edad, la fatiga...
—Y sin embargo, debes de haberte movido con gran agilidad para prepararnos semejante bienvenida en tan poco tiempo. No creo que hayas tenido más de tres minutos desde el aviso.
—Dos.—replicó Slughorn con una mezcla de fastidio y orgullo.— No oí el encantamiento anti intrusos cuando sonó porque estaba dándome un baño. Aun así —añadió con severidad arrugando el entrecejo— el hecho es que soy muy mayor, Albus. Soy un anciano cansado que se ha ganado el derecho a tener una vida tranquila y unas cuantas comodidades.
—Eres más joven que yo, Horace.—contestó Dumbledore.
—Pues mira, quizá tu también deberías empezar a pensar en jubilarte.—respondió Slughorn y sus ojos se fijaron en la lesionada mano de Dumbledore.— Veo que has perdido reflejos.
—Tienes razón.—reconoció Dumbledore, y de una sacudida se retiró la manga para mostrar la yema de sus quemados y ennegrecidos dedos.— No cabe duda que soy más lento que antes. Pero, por otra parte...
Se encogió de hombros y extendió los brazos, dando a entender que la edad ofrecía sus compensaciones. Lily vio que en la mano ilesa llevaba un anillo que no le conocía: era grande, elaborado toscamente con un material que parecía oro, y tenía engarzada una gruesa y resquebrajada piedra negra. Slughorn también reparó en el anillo y vio que fruncía la frente.
—Y todas esas precauciones contra los intrusos, Horace...¿las tomas por los mortífagos o por mí?
—¿Qué van a querer los mortífagos de un pobre vejete averiado como yo?
—Supongo que podrían pretender que pusieras tu considerable talento al servicio de la coacción, la tortura y el asesinato. ¿Me estás diciendo en serio que todavía no han venido a reclutarte?
Slughorn lo miró torvamente y luego masculló:
—No les he dado esa oportunidad. Llevo un año yendo de un lado para otro y nunca me quedo más de una semana en el mismo sitio. Voy de casa en casa de muggles; los dueños de esta vivienda están de vacaciones en las islas Canarias. Aquí me he sentido muy a gusto; el día que me marche lo lamentaré. Cuando le tomas el tranquillo, resulta muy fácil: solo tienes que hacerles un simple encantamiento congelador a esas absurdas alarmas antirrobo que utilizan en lugar de chivatoscopios, y asegurarte de que los vecinos no te vean entrar el piano.
—Muy ingenioso— admitió Dumbledore— Pero debe de ser una existencia agotadora para un pobre vejete averiado en busca de una vida tranquila. Mira, si volvieras a Hogwarts...
—¡Si vas a decirme que mi vida sería más apacible en ese agobiante colegio, puedes ahorrarte el esfuerzo, Albus! ¡Quizá haya estado escondido, pero me han llegado extraños rumores desde que Dolores Umbridge fue asesinada allí! Si así es como tratas a los maestros actualmente...
—La profesora Umbridge cometió una grave falta al utilizar plumas de sangre en estudiantes. Creo que tú, Horace, no habrías incurrido en un error tan estúpido, al grado de ocasionar lesiones permanentes en alumnos. Su muerte es desconocida aún, pero no lamentable.
—¿En serio? ¿Eso hizo? Que mujer tan idiota. Nunca me cayó bien.
Lily soltó un bufido, con gracia. Ambos magos la miraron.
—Lo siento. —dijo Lily— A mi tampoco me caía bien.
De pronto, Dumbledore se levantó.
—¿Ya te marchas?—pregunto Slughorn, como si eso fuera lo que estaba deseando.
—No, pero si no te importa utilizaré tu cuarto de baño.
—¡Ah!—dijo Slughorn decepcionado— Está en el pasillo. Segunda puerta a la izquierda.
Dumbledore cruzó la habitación. Tan pronto como la puerta se hubo cerrado detrás de él, se hizo el silencio. Tras unos instantes Slughorn se levantó, inquieto. Le lanzó una mirada furtiva a Lily, luego se acercó a la chimenea y se quedó de espaldas al fuego.
—No creas que no se por qué te ha traído aquí.—dijo con brusquedad.
Lily lo miró, pero no dijo nada. La acuosa mirada de Slughorn se deslizo por la cicatriz de la chica y esta vez le recorrió el resto del rostro.
—Te pareces mucho a tu madre.
—Sí, ya me lo han dicho.
—Excepto en el cabello. Rojo como tu madre, pero...
—Ya, alborotado e indomable como el cabello de mi padre.
Lily había oído aquel comentario tantas veces que ya la ponía un poco nerviosa.
—Sí, bueno...No está bien que los profesores tengan alumnos predilectos, desde luego, pero ella era uno de los míos. Tu madre, Lily Evans. Fue una de las alumnas más brillantes que jamás tuve. Una chica encantadora, llena de vida. Siempre le decía que debería haber estado en mi casa. Y recuerdo que me daba unas respuestas muy astutas.
—¿A que casa pertenecía usted?
—Yo era jefe de Slytherin—reveló Slughorn— ¡Pero no debes guardarme rencor por ello —se apresuró a añadir y la amenazó con su dedo índice.
Lily no se molestó en corregirlo. Le daría más gracia si lo descubría el solo.
— Tu debes de ser Gryffindor como ella. Sí, suele ser cosa de familia. Aunque no siempre. Tu padrino, Sirius Black, es un gran ejemplo. Toda la familia Black había estado en mi casa, ¡pero Sirius acabó en Gryffindor! Lástima. En cambio, si tuve en Slytherin a su hermano Regulus cuando entró a Hogwarts, pero me habría gustado tenerlos a ambos.
Parecía un entusiasta coleccionista al que habían ganado en una subasta. Se quedó contemplando la pared que tenía delante, al parecer recordando el pasado, mientras se mecía distraídamente.
—Tu madre era hija de muggles, ya lo sé. Cuando me enteré no podía creerlo. Yo estaba convencido de que era una sangre limpia, porque era una gran bruja.
—Mi mejor amiga, prácticamente mi hermana, es hija de muggles —intervino Lily— es la mejor alumna de mi curso.
—Sí, tiene gracia que eso ocurra a veces, ¿verdad?
—No veo la gracia.
—¡No vayas a creer que tengo prejuicios! ¡No, no, no! ¿No acabo de decir que tu madre era una de mis alumnas favoritas? Y un año después le di clases a Dirk Cressweld, que ahora es jefe de la Oficina de Coordinación de los Duendes. Pues bien, él también era hijo de muggles y un alumno de gran talento. ¡Todavía me proporciona informaciones reservadas de lo que se cuece en Gringotts!
Sonriendo con gesto ufano, se balanceó ligeramente y señaló las relucientes fotografías enmarcadas que reposaban en el aparador ; en todas ellas había diminutos ocupantes que se movían.
—Todos son ex alumnos míos y todos, grandes fichajes. Reconocerás a Barnabás Cuffe, director de El Profeta, a quien siempre le interesa escuchar mi opinión sobre las noticias del día; a Ambrosius Flume, de Honeydukes (todos los años me regala una cesta por mi cumpleaños, ¡sólo porque le presenté a Cicerón Harkiss, quien le ofreció su primer empleo!); y en la parte de atrás...la verás si estiras un poco el cuello. Esa es Gwenog Jones, la capitana del Holyhead Harpies. La gente siempre se sorprende cuando se entera de que me tuteo con las Harpies, ¡y tengo entradas gratis siempre que quiero!—esa idea pareció animarlo muchísimo.
—¿Y toda esa gente sabe donde encontrarlo y a donde enviarle esas cosas?—pregunto Lily, curiosa, pues si los mortífagos no podían dar con el paradero de Slughorn, como cestas de golosinas, entradas para partidos de quidditch y los visitantes deseosos de escuchar sus consejos y opiniones podían localizarlo. La sonrisa se borró de los labios de Slughorn.
—Por supuesto que no—respondió con altivez— Hace un año que no me pongo en contacto con nadie.
A Lily le pareció que a Slughorn lo impresionaban sus propias palabras, ya que por un instante se mostró muy afectado. Luego se encogió de hombros.
—Con todo...Los magos prudentes se mantienen al margen en tiempos como estos. ¡Dumbledore puede decir lo que quiera, pero aceptar un empleo en Hogwarts ahora equivaldría a declarar públicamente mi lealtad a la Orden del Fénix! Y aunque estoy seguro de que son muy admirables, valientes y todo lo demás, personalmente no me atrae su tasa de mortalidad...
Lily soltó una risa, genuinamente divertida por el comentario. Slughorn la miro sorprendido.
—Para enseñar en Hogwarts no tiene que entrar en la Orden del Fénix— aclaró Lily— La mayoría de los profesores no pertenece a la Orden, y nunca ha muerto ninguno. Bueno, exceptuando a Quirrel. Culpa mía, pero culpa suya también por trabajar para Voldemort. También habríamos de exceptuar a Umbridge, pero bueno...de ella no se sabe quien lo hizo.
Estaba segura de que Slughorn era uno de esos magos que no soportaba oír el nombre de Voldemort pronunciado en voz alta, y no se equivocaba: Slughorn se estremeció y soltó un chillido de protesta que Lily ignoró.
—Yo diría que los miembros del profesorado están más seguros que nadie mientras Dumbledore sea el director del colegio; despues de todo, él es el único mago al que Voldemort ha temido jamás, ¿que no?
Slughorn se quedó con la mirada perdida reflexionando sobre lo que Lily acababa de decir.
—Sí, claro, El-que-no-debe-ser-nombrado nunca ha buscado pelea con Dumbledore—admitió— y seguramente no me cuenta entre sus amigos, ya que no me he unido a los mortífagos. Supongo que podría argumentarse algo asó. En cuyo caso, es posible que yo estuviera más seguro cerca de Albus. No negaré que me afectó la muerte de Amelia Bones. Si ella, con todos los contactos que tenía en el ministerio y con toda la protección que gozaba...
Dumbledore entró en la habitación y Slughorn se sobresaltó, como si hubiera olvidado que el se encontraba en la casa.
—¡Ah, Albus! Has tardado mucho. ¿Andas mal del estómago?
—No; estaba leyendo unas revistas de muggles. Me encantan los patrones de prendas de punto. Bueno, Lily, ya hemos abusado bastante de la hospitalidad e Horace, creo que debemos marcharnos.
Lily se levantó de inmediato. Slughorn parecía desconcertado.
—¿Se marchan?
—En efecto, nos marchamos. Sé ver cuando una causa está perdida.
—¿Perdi...?
Slughorn se puso muy nervioso. Hacía girar sus pulgares y no paraba de moverse mientras Dumbledore se abrochaba la capa de viaje y Lily se sujetaba nuevamente el alborotado cabello en sus horquillas.
—Bueno, lamento mucho que rechaces el empleo, Horace.—dijo Dumbledore levantando la mano lastimada en señal de despedida.— En Hogwarts todos se hubieran alegrado de volver a verte. Si así lo deseas, puedes visitarnos cuando quieras, pese a nuestras endurecidas medidas de seguridad.
—Sí...bueno...muy amable. Como ya digo...
—Adiós, Horace.
—Adiós.—dijo Lily.
Estaban en la puerta de la calle cuando oyeron un grito a sus espaldas. Ambos sonrieron.
—¡Está bien, está bien, lo hare!
Dumbledore se dio la vuelta y vio a Slughorn, jadeante, plantado en el umbral del salón.
—¿Aceptas el empleo?
—Sí, sí.—dijo Slughorn con impaciencia— Debo estar loco, pero sí.
—¡Maravilloso!—exclamó Dumbledore, radiante de alegría— Así pues, Horace, nos veremos allí el uno de septiembre.
—Sí, allí nos veremos.—gruño Slughorn.
Dumbledore y Lily ya recorrían el sendero del jardín cuando Slughorn exclamó:
—¡Tendrás que aumentarme el sueldo, Albus!
Éste rió entre dientes. La verja del jardín se cerró detrás de ellos, que descendieron por la colina en la oscuridad y en medio de una neblina que formaba remolinos.
—Te felicito, Lily.—dijo Dumbledore.
—De nada—dijo Lily— Fue fácil. El tipo necesitaba comunicación con el mundo y extraña codearse con gente reconocida, como yo. Más aparte mostrarle cuanto sale ganando si regresa a Hogwarts es posiblemente lo que más lo incentivo.
—¿Te ha caído bien?
—Irritante.—respondió indiferente— Dejémoslo en irritante y adulador...
—A Horace le gusta rodearse de comodidades. También, como ya te diste cuenta, le gusta estar acompañado de personas famosas, de éxito y con poder, y le entusiasma creer que influye en ellas. El nunca ha querido ocupar el trono; prefiere el asiento de atrás, donde tiene más espacio para estirar las piernas, por así decirlo. Cuando enseñaba en Hogwarts, escogía a sus alumnos favoritos, a veces por la ambición o la inteligencia que demostraban, otras por su encanto o su talento, y tenía una habilidad especial para elegir a aquellos que acabarían destacando en diversos campos. Horace formó una especie de club integrado por sus alumnos predilectos, del cual él era el centro; presentaba unos miembros a otros, forjaba útiles contactos entre ellos y siempre obtenía algún beneficio a cambio, ya fuera una caja de su piña confitada favorita o la ocasión de recomendar a un nuevo empleado de la Oficina de Coordinación de los duendes.
Lily no se sorprendió.
—Te cuento todo esto, no para ponerte en contra de Horace, o mejor dicho, del profesor Slughorn, pues así debemos llamarlo ahora, sino para que estés alerta. No cabe duda de que intentará captarte, Lily. Tu serías la joya de su colección: la niña que sobrevivió...O, como te llaman últimamente, la Elegida.
Dumbledore se detuvo al llegar a la iglesia por la que habían pasado en el camino de ida.
—Ya hemos caminado bastante, Lily. Sujétate a mi brazo.
La experiencia resultó desagradable, como siempre. Cuando cesó la presión, se hallaba de pie frente a a un extenso jardín que dada hacia una enorme mansión estilo gótica: La Mansión Nott.
—Si no te importa, Lily, antes de que nos despidamos me gustaría hablar contigo en privado. ¿Qué te parece allí?
Señaló un pequeño columpio de dos plazas, cubierto de dos frondosos arboles y arbustos, brindando una amplia privacidad. Cuando llegaron, ambos se sentaron en el columpió.
—Espero que me perdones por mencionarlo, Lily, pero estoy muy satisfecho y muy orgullosa de lo bien que sobrellevas todo lo sucedido, tanto en Privet Drive, como en el ministerio y en mi despacho. Permíteme decirte que Petunia y Dudley también se habrían enorgullecido de ti.
Lily tragó saliva. Ya muy difícil había sido esas dos semanas de vacaciones en Grimmauld Place en lugar de Privet Drive. No se sentía capaz de hablar de su familia.
—Es una pena—prosiguió Dumbledore— que ellos y tu no pudieran pasar más tiempo juntos. Fue un final cruel para lo que debería haber sido una larga y feliz relación.
Lily lo miró, con los ojos rojos y una sonrisa amarga.
—No tengo tiempo de derrumbarme. Además, la vida es demasiado corta. Fíjate en Madame Bones y Emmeline Vance...Yo puedo ser la siguiente.—admitió con frialdad y un fuego brillo en sus ojos.— Pero si lo soy, me aseguraré de llevarme conmigo a tantos mortífagos como pueda, y también a Voldemort, aunque sea lo último que haga.
—Unas dignas palabras del hijo de sus padres y de la ahijada de Sirius Black.— reconoció Dumbledore.— Ahora...hablando de otra cosa relacionado con el tema que acabamos de abordar...Tengo entendido que estas dos semanas pasadas has recibido El Profeta, ¿no?
—Sí.
—Entonces habrás visto que han corrido ríos de tinta con relación a lo de Privet Drive y, principalmente, a tu aventura en la Sala de las Profecías.
—Sí, y ahora todo el mundo sabe que yo soy la...
—No, no lo saben. Solo hay dos personas en el mundo que conocen el contenido íntegro de la profecía que les concierne a ti y a lord Voldemort, y ambas están en este columpio. Sin embargo, es cierto que muchos han deducido, y correctamente, que Voldemort envió a sus mortífagos a robar una profecía, y que esta hablaba de ti. Pues bien, creo que no me equivoco si digo que no le has contado a nadie que conoces dicho contenido.
—No, aunque pensaba hablar de ello con Theo y Hermione.
—Una sabia decisión, no los tratarías como se merecen si no les confías algo tan importante. Necesitas a tus amigos, Lily.
—Lo sé.
—Bien. Una cuestión más, aunque también esta relacionada con lo que acabamos de comentar: he decidido que este año voy a darte clases particulares.
—¿Usted?—lo miro incrédula.
—Sí, me parece que ya va siendo hora de que participe de forma más activa en tu educación.
—¿Y que me va a enseñar?
—Un poco de esto y un poco de aquello.
—Me irritan tus respuestas.—dijo fastidiada.
—Y a mi me encanta que te irriten.—sonrió divertido.—Por cierto, hoy es cuando deberían llegar las lechuzas con las notas de los TIMO. Y ahora, dos cosas más, Lily, antes de que nos separemos.
»En primer lugar, de aquí en adelante quiero que siempre lleves contigo tu capa invisible, incluso dentro de Hogwarts. Por si acaso, ¿entendido?— Lily asintió— Y en segundo lugar, has de tener en cuenta que mientras te alojes aquí, la Mansión Nott contará con las más sofisticadas medidas de seguridad que dispone el Ministerio de Magia. Aunque, siendo honestos, las protecciones de la Mansión Nott son muchísimo mayores que las del Ministerio, pero, ignorando eso, debes tener en cuenta que tu correo es examinado.
El profesor se levantó del columpio y ella lo imitó.
—Muy bien. Veo luz en el recibidor. No privemos más al señor Nott de la ocasión de verte.
Al llegar a la puerta de la mansión, esta se abrió antes de que siquiera la tocaran. Theodore Nott estaba ahí y por primera vez Lily fue consciente de que ya habían crecido. Theodore debía medir un poco más del metro ochenta, tenía espalda ancha y estaba fornido. Vestía un pijama. Miró indiferente al director.
—Buenas noches, profesor.—saludó Theo.
—Buenas noches, señor Nott. Bien, le dejó a Lily. Nos vemos al inicio de clases.—dijo Dumbledore, sonrió y desapareció.
—Pasa, Lily—dijo Theo dejándola pasar.
—Hola a ti también.—dijo Lily y ambos se dieron un abrazo, comenzando a caminar rumbo a la cocina.
—Lo lamento. Ya estaba dormido, me desperté cuando las protecciones me informaron tu llegada.—se disculpo dándole un beso en la frente.—¿Tienes hambre?
—Un poco.—admitió.
—Siéntate, iré por algo a la cocina.—dijo Theo en cuanto llegaron al comedor.
Lily se sentó en una de las sillas. En cuanto lo hizo, un gato rojizo y peludo de cara aplastada le saltó a las rodillas, se instaló allí y se puso a ronronear.
—¿Hermione está aquí?—pregunto Lily con una pequeña sonrisa, mientras acariciaba a Crookshanks detrás de una oreja.
—Sí, llegó ayer.
Theo volvió con un plato con dos bagels con queso crema y mermelada de fresa. Tal y como Lily los amaba.
—¿A dónde fuiste con Dumbledore? Ya es muy noche—Theo hizo una mueca de inconformidad.
—A reclutar a un nuevo profesor: Horace Slughorn. —respondió tomando un bagel.
—Ah, sí. Antiguo jefe de Slytherin. Es profesor de pociones.
—¿Pociones?—Lily se sorprendió.— Pensé que daría Defensa. Si el dará pociones, entonces Snape...
—...dará Defensa, pero nadie ha...
—...durado más de un año...
Ambos guardaron silencio durante unos segundos, analizando la situación.
—No creo que sea bueno martirizarnos con la situación,— hablo Theo, suspirando.— Lo mejor es irnos ya a dormir, es tarde.
—Supongo que tienes razón.—suspiró Lily.
Subieron las escaleras y se despidieron con un beso en la mejilla. En cuanto Lily entró a su habitación, se hubo cambiado la ropa a la pijama y su cabeza tocó la almohada, cayó en un profundo y tranquilo sueño.
A la mañana siguiente, cuando Lily entró al comedor, se encontró con que Theo estaba en la cabecilla tomando un café mientras leía el periódico, mientras Hermione, que estaba a su izquierda, sonrió y corrió a abrazarla.
—¡Lily! ¡Que bueno que llegaste bien!
—Hola, Hermione.—sonrió Lily, correspondiendo el abrazo.
Mientras desayunaba, Hermione relató como fueron sus dos semanas de vacaciones donde estuvo con los Weasley. Al parecer los dos hijos mayores: Bill y Charlie, eran quienes sostenían a la familia económicamente y les iba bastante bien. Bill se había comprometido, sorpresivamente, con Fleur Delacour, a quien conoció mientras trabajaba en Gringotts.
Personalmente, Hermione encontraba irritante y superficial la presencia de Fleur en casa de los Weasley, pero calló sus críticas en cuanto Lily le dijo:
—Mastica bien esa envidia, Hermione. Que Fleur sea increíblemente bella no es motivo por el cual la taches de creída y superficial, es una joven bastante agradable y lista, no por nada fue participante en el Torneo de los Tres Magos. Sí tu, que siempre hablas de la invisibilidad de la mujer y de como deberíamos ser sororas, atacas verbalmente por la espalda a una de nuestra genero, ¿no estás yendo en contra de tus propios principios? Ambas son bellas e inteligentes, Hermione, así que no te consiento que hables mal de ninguna mujer.
Después de aquel momento incomodo en donde Hermione reflexiono sobre su actuar, continúo relatando su tiempo en La Madriguera. Al parecer a los gemelos les iba muy bien con el negocio que habían creado gracias a la ayuda monetaria de Lily de cuando les dio, a través de Hermione, el dinero del torneo. En general la familia Weasley estaba muy bien, exceptuando por la actitud de Percy Weasley.
—¿Todavía no se habla con sus padres?—cuestionó Lily.
—No—contestó Hermione
—Pero si ahora ya sabe que su difunto padre tenía razón cuando decía que Voldemort ha vuelto...
—Dumbledore afirma que para la gente es más fácil perdonar a los demás por haberse equivocado que por tener razón. Le oí decírselo a la madre de Ron.
—La típica majadería de Dumbledore.—dijo Theo.
—Este año va a darme clases particulares.—comentó Lily. Theo se atragantó con su café y Hermione soltó un gritito ahogado.
—¡¿Y apenas lo mencionas?!—Theo la miro indignado.
—Acabo de acordarme. Me lo dijo anoche en el jardín.
Lily vio que sus dos amigos intercambiaban una mirada cómplice. Posiblemente cuestionándose el motivo de las clases. Desde lo que había ocurrido, Lily se había estado guardando las cosas para sí misma, al grado que ni Theo ni Hermione podían seguir el ritmo de sus acciones o pensamientos, ya que incluso el que se “aliara” con Dumbledore era una sorpresa para ambos.
—No sé con exactitud por qué quiere darme clases particulares, pero me parece que es por la profecía.
Theo y Hermione permanecieron callados. Lily notó que se habían quedado pasmados.
—Ya saben, esa que intentaban robar en el ministerio.
—Pero si nadie sabe lo que decía.—repuso Hermione con presteza.— Se rompió.
—Aunque según El Profeta...—empezó Theo, pero Hermione le cortó:
—¡Chissst!
—El Profeta, por primera vez, tiene razón.—continúo Lily. Hermione puso cara de susto y Theo de seriedad.— Aquella esfera de cristal que se rompió no era el único registro de la profecía. Yo la escuche entera en el despacho de Dumbledore; fue a el a quien se la hicieron, por eso pudo revelármela. Según ella...—prosiguió y respiró hondo— al parecer soy yo quien acabará con Voldemort. Al menos, vaticinaba que ninguno de los dos podría vivir mientras el otro siguiera con vida.
Los tres se miraron en silencio y Hermione rápidamente tomó a Lily de las manos, mirándola con preocupación.
—Lily...¡Oh, Lily!— volvió a sentarse en el borde de la cama— Cuando salimos del ministerio no sabíamos que....No quise decirte nada, pero por lo que oí decir a Lucius Malfoy acerca de la profecía...que estaba relacionada contigo y con Voldemort...Bueno, ya me imaginaba que podía ser algo así. ¡Dios, Lily! ¿Tienes miedo?
—No tanto como antes. Cuando la escuché por primera vez me quedé...Pero ahora es como si siempre hubiera sabido que al final tendría que enfrentarme a Voldemort.
—Oh, Lily...
—No quiero hablar más del tema, de momento.—dijo Lily y sonrió ligeramente.— Tendremos mucho tiempo en Hogwarts para hacerlo, especialmente porque...creo que debemos estar preparados en todo momento. ¿Entendido?— ambos asintieron— Ah, por cierto, Dumbledore dijo que las notas de nuestros TIMOS llegarían hoy.
—¡¿HOY?!—grito Hermione levantándose de un salto y Theo soltó una risita.— ¿Hoy? Pero ¿por qué no...? ¡Cielos, debiste decírnoslo enseguida! ¡Theo! ¡¿Seguro que esta mañana no ha llegado ninguna lechuza?!
—Sí, Hermione. Me habría dado cuenta.—respondió este con paciencia.— Pero solo son las nueve, todavía hay mucho tiempo para...
—Ya se que fallé en Runas Antiguas—rezongó Hermione con ansiedad— Como mínimo cometí un grave error en la traducción. Y el examen práctico de Defensa Contra las Artes Oscuras tampoco me salió como esperaba. En Transformaciones creía que lo había hecho bien, pero ahora que lo pienso...
—Hermione, —interrumpió Theo con paciencia— cuando veas tus diez extraordinarios...
—¡No, no, no!—chilló Hermione agitando ambas manos, histérica— ¡Seguro que lo he suspendido todo!
En ese momento, Hermione soltó un grito y señaló por la ventana. En el cielo se veían tres motitas negras que iban aumentando de tamaño. Eran las lechuzas con las notas.
—Lechuzas, una para cada uno.—susurró Hermione aterrorizada.— ¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡Oh, no!
Agarró con fuerza por los codos a Lily y Theo. Las lechuzas entraron por una de las ventanas abiertas y se posaron sobre la mesa en una ordenada hilera. Las tres levantaron la pata derecha. Lily fue hacia ellas. La carta dirigida a ella estaba atada a la pata de la lechuza de en medio.
A su izquierda, Theo recogió la suya; a su derecha tenía a Hermione, pero a ella le temblaban tanto las manos que también hacía temblar a la lechuza.
Lily consiguió soltar el sobre. Lo abrió a toda prisa y sacó la hoja de pergamino que tenía.
TITULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA
APROBADOS:
Extraordinario (E)
Supera las expectativas (S)
Aceptable (A)
SUSPENSOS:
Insatisfactorio (I)
Desastroso (D)
Trol (T)
RESULTADOS DE LILY JAMIE POTTER
Astronomía: E
Cuidado de Criaturas Mágicas: E
Encantamientos: E
Defensa Contra las Artes Oscuras: E
Adivinación: E
Herbología: E
Historia de la Magia: E
Pociones: E
Transformaciones: E
Lily releyó varias veces la hoja de pergamino. Había sacado solo Extraordinarios. Miro a su alrededor, Hermione estaba de espaldas a ella, con la cabeza agachada, pero Theo parecía contento.
—Suspendí Adivinación, la que menos me importa. A ver, cambiemos...—le quito las notas a Lily y abrió grande los ojos— ¡Joder, Lily! ¡Tienes sólo Extraordinarios! ¡Son tus mejores notas!
—¿Y a ti Hermione, como te fue?—pregunto Lily.
—No está mal—respondió en voz baja.
—No digas tonterías.—saltó Theo y le quito sus notas.— Ajá, solo extraordinarios y un supera las expectativas en Defensa Contra las Artes Oscuras...y estas decepcionada, ¿no?
Hermione negó con la cabeza, Lily y Theo sonrieron divertidos.
—Vamos, vamos, alégrate. ¡Ya somos estudiantes de EXTASIS! ¡Moriremos con otros exámenes!
—Yupi.—ironizo Lily y Hermione río.
Lily volvió a repasar sus notas, dándose cuenta que bien podría ser aurora con tan buenas notas. En realidad era extraño, había sido un mortífago disfrazado el primero en comentarle que sería un buen auror, y aunque le atraía la idea, no sabía bien cual profesión tomar.
Aunque, admitía que después de haber escuchado la profecía, creía que quizá ese podía ser un destino adecuado para ella. «Ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida...» ¿Acaso no haría honor a la profecía y no aumentaría sus posibilidades de sobrevivir si se unía a esos magos tan bien preparados, cuyo cometido consistía en encontrar y matar a Voldemort?
Lily sonrió para si misma.
No. No haría honor a la profecía ni aumentaría sus posibilidades.
Ella era Lily Potter y por el mero hecho de existir ya era digna de luchar contra Voldemort.