Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 62



Salió del lugar con tranquilidad. Dumbledore se había ido sin siquiera verla, cosa que tanto a ella como Cassius les llamó la atención, pero prefirieron dejar el tema para después. Al salir, se encontraron a Arthur, quien estaba de pie fuera, pálido y con gesto preocupado.

—Dumbledore no me ha dicho...

—Absuelta, no se preocupe.—sonrió Lily.

Cassius comenzó a explicarle todo el juicio a Arthur, quien escuchaba sorprendido la defensa que ambos jóvenes habían preparado. Los demás miembros del Wizengamot salieron de la sala, la mayoría saludo a Lily y Cassius, pero solo algunos, entre ellos Madame Bones, también saludaron a Arthur.

Cornelius Fudge y Dolores Umbridge fueron los últimos en abandonar la mazmorra. Fudge, a regañadientes, tuvo que saludar a Cassius y Lily con un escueto movimiento de cabeza, fingiendo que Arthur era parte de la pared, pero la bruja, una vez más, miró de arriba abajo a Lily al pasar a su lado. El último en salir fue Percy, quien, al igual que había hecho Fudge, ignoró por completo a su padre, dando solo un asentimiento de cabeza a Cassius y Lily. Los labios de Arthur se tensaron ligeramente, pero aparte de eso no dio señales de haber visto a su tercer hijo.

Arthur les dijo que los acompañaría para que pudieran contarles a todos la buena noticia, por lo que empezaron a subir las escaleras que habían bajado previamente. Acababan de llegar al pasillo de la novena planta y Cornelius Fudge estaba plantado a pocos metros de ellos, hablando en voz baja con un individuo alto de cabello rubio y lacio.

El individuo se volvió al oír pasos y también interrumpió la conversación. Sus ojos grises chocaron con los esmeraldas de Lily.

—Patronus Potter.—saludó Lucius Malfoy con una sonrisa juguetona.

—Imperius Malfoy.—saludó Lily con una sonrisa descarada.

La última vez que vio aquellos ojos fue a través de las ranuras de la máscara de un mortífago y había escuchado, también por última vez, aquella voz burlándose de ella en un oscuro cementerio, mientras Voldemort la torturaba. Lily no podía creer que Lucius se atreviera a mirarla a la cara, pero nadie mejor que ella comprendía las actuaciones de los Slytherin.

—El ministro me estaba contando que estas absuelta y que has reclamado tus asientos, Potter.—comentó Lucius.

—Si, bueno, un asunto donde ni siquiera había delito que perseguir, pero bueno, —sonrió gatunamente— sirve para que conozca un poco más el Ministerio. Después de todo, como usted ha dicho, ahora que he reclamado mis asientos y soy Lady Potter, estaré viniendo seguido.

—Tu, niña...—Lucius frunció el ceño y Cassius dio un paso al frente.

—Cuidado con mi reina, Lord Malfoy.—dijo fríamente.

Lucius la miró de reojo y se dio la vuelta, en compañía de Fudge, quien no los volteó a ver.

—¿Qué hacía aquí abajo si tenía cosas que tratar con Fudge?—estalló Arthur, molesto.

—Habrá querido colarse para saber si me expulsaron o no.—respondió Lily y sonrió tranquila.—No se preocupe, Arthur. Lucius Malfoy me tiene sin cuidado.

—Si, pero, ¿no tendrás problemas con tu pareja, Draco, por como están las cosas?—pregunto Arthur confundido.

La sonrisa de Lily se borró en el acto.

—El y yo ya no...

—Ya lo hablaron. No hay problemas.—intervino Cassius y Lily lo miró con una ceja arqueada, más no dijo nada, solo asintió.

Entendía lo que quería hacer Cassius. Era mejor que la gente no supiera lo más posible sobre sus relaciones. Quince minutos más tarde, estaban de regreso en Grimmauld Place.

—Y como siempre, nuestra reina es la más astuta.—sonrió Theo abrazándola en cuanto llegaron a la cocina y les hubieron contado todo.

A medida que se acercaba el final de las vacaciones, Lily nunca estuvo tan deseosa de volver a Hogwarts. Estaba harta de vivir en Grimmauld Place con los Weasley, aunque la compañía de su padrino y Remus era bastante reconfortante para ella.

El último día de las vacaciones, Lily estaba en su habitación con Hedwig, Pansy y Astoria cuando Theo y Cassius entraron con unos sobres.

—Han llegado las listas de libros.—anunció Theo repartiendo las cartas.

—Ya era hora, pensaba que se habían olvidado; normalmente llegan mucho antes.—dijo Pansy.

Lily abrió el sobre. Contenía dos trozos de pergamino: uno era la nota habitual que le recordaba que el curso empezaba el primero de septiembre, y en el otro estaban detallados los libros que necesitaría para el próximo curso. Había dos libros nuevos: Libro reglamentario de hechizos, 5° curso de Miranda Goshwak, y Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard.

—Estoy interesado por conocer al nuevo profesor de Defensa, porque para empezar me sorprende que alguien aceptara el puesto.—dijo Cassius.

—Sí, bueno, no es un puesto fácil cuando los últimos cuatro maestros han acabado despedidos, muertos, sin memoria y uno encerrado nueve meses en un baúl.—contó Lily.

—¿Ocurre algo, Pansy?—pregunto Astoria, preocupada.

Pansy no contesto y todos la miraron. Estaba de pie, muy quieta, con la boca un poco abierta, contemplando incrédula la carta de Hogwarts.

—¿Qué pasa?—insistió Astoria y se colocó a su lado para leer el pergamino. Ella también abrió la boca.—¿Prefecta? Pero si eres apenas pasable en clases.

—No lo entiendo.—dijo Pansy con un hilo de voz y los miro.— Yo soy muy estúpida.

—Tiene que haber un error.—aseguró Cassius incrédulo.—Nadie en su sano juicio nombraría prefecta a Pansy.

—Yo estaba seguro de que nombrarían a Lily.—dijo Theo con indignación.— ¡Después de todas las cosas que has hecho, es lo mínimo que te mereces!

Pansy tomó la insignia, se quedó mirándola un momento y luego se la mostro a Lily, quien la tomo. Tenía una gran P superpuesta en la serpiente de Slytherin. En ese momento la puerta se abrió de par en par y Hermione irrumpió en la habitación con las mejillas coloradas y el pelo por los aires. Llevaba un sobre en la mano. Vio la insignia que Lily tenía en la mano y soltó un chillido.

—¡Lo sabía!—grito emocionada blandiendo su carta— ¡Yo también, Lily, yo también!

—Es de Pansy.—corrigió Lily inmediatamente.

—¿Pansy?

Un silencio inundo el cuarto. Hermione miró a Lily y se acercó con timidez.

—Lily...

—Felicidades a ambas.

—Lily...

—Es cierto que estoy molesta.—admitió Lily con tranquilidad.— Esperaba ser la prefecta. Era más que obvio considerando que soy la mejor de mi casa y teniendo en cuenta la cantidad de veces que, no muy voluntariamente, salve al colegio. —ladeó la cabeza y suspiro.— Sin embargo, Pansy no es estúpida (aunque ella misma lo diga) y estoy orgullosa de que un miembro de mi corte sea prefecta. Más aparte, hay algo aún más bueno en todo esto.

—¿Qué cosa?—pregunto Astoria.

—Que Draco es muy probable que sea el Prefecto y Capitán de Quidditch, por lo que al menos no tendré que estar incomoda con el en las guardias.

Por la noche, abajo, la señora Weasley colgó una pancarta roja sobre la mesa, llena de rebosar de comida, que decía: FELICIDADES RON Y HERMIONE, NUEVOS PREFECTOS.

Decir que los Slytherin y Hermione estaban indignados por ignorar a Pansy era poco, pero a pesar de eso no hicieron ninguna escena y se dedicaron a cenar en tranquilidad con los demas: todos los Weasley, Sirius, Remus, Tonks, Kingsley Shacklebolt y Alastor Moody. Molly incluso estaba de tan buen humor que ni siquiera protestó porque hubieran llevado a Mundungus con ellos.

—Yo nunca fui prefecta.—comentó alegremente Tonks, después del brindis, cuando todos fueron hacia la mesa para servirse.—El jefe de mi casa decía que me faltaban ciertas cualidades indispensables.

—¿Cómo cuales?—pregunto Ginny.

—Como la capacidad de comportarme.

Casi todos rieron.

—¿Y tu, Sirius?—pregunto Hermione. Sirius, que estaba junto a Lily, soltó una atronadora risa.

—A nadie se le habría ocurrido nombrarme prefecto porque me pasaba demasiado tiempo castigado con James. El bueno era Remus, a él si le dieron la insignia.

—Creo que Dumbledore albergaba esperanzas de que yo ejerciera cierto control sobre mis mejores amigos.—terció Remus.— Ni que decir tiene que fracasé estrepitosamente.

De alguna manera, el hecho de que su padre tampoco había sido prefecto, animó un poco a Lily. De pronto, la fiesta no le parecía tan mala. Ron no paraba de hablar, entusiasmado, de su nueva escoba; Hermione hablaba muy seriamente con Remus sobre su opinión sobre los derechos de los elfos; Molly y Bill discutían sobre el pelo de este, como siempre.

—...se está descontrolando, y eres tan guapo...Te quedaría mucho mejor corto, ¿no crees, Lily?

—Yo creo que se ve muy guapo con el cabello largo.—respondió con tranquilidad y Molly hizo un mohín.

Lily se alejó un poco, yendo a una esquina. Estaba muy separada de todos. Pansy, Astoria, Cassius y Theo estaban en otra esquina conversando. De pronto, la profunda voz de Kingsley Shacklebolt se escucho en medio de todo aquel alboroto.

—¿Por qué Dumbledore no ha nombrado prefecta a Potter?

—Debe tener sus razones.—respondió Remus.

—Pero así le habría demostrado que confía en ella. Es lo que había hecho yo, —insistió Kingsley— sobre todo ahora que El Profeta se mete con ella sin parar y también considerando que ambos no es que se lleven muy bien.

Lily se dio la vuelta, no quería que supieran que los había escuchado. Bebió toda su bebida y suspiró ligeramente. Estaba molesta con no tener el cargo, pero aunque Dumbledore en persona le hubiera dado la placa, no le hubiera creído que confía en ella. Minutos más tarde, Molly bostezó sin disimulo.

—Bueno, creo que voy a ocuparme de ese boggart antes de acostarme...Arthur, no quiero que los niños se vayan a dormir demasiado tarde, ¿entendido? Buenas noches, Lily, querida.—añadió y salió de la cocina.

—¿Estás bien, Potter?—pregunto entonces Moody, cuando Lily pretendía escapar de ahí con disimulo.

—Sí.—respondió.

Moody bebió un sorbo de su petaca; su ojo azul eléctrico miraba de soslayo a Lily.

—Ven aquí, tengo una cosa que quizá te interese.—dijo, sacando una vieja y destrozada fotografía mágica de un bolsillo interior de su túnica.—La Orden del Fénix original. La encontré anoche mientras buscaba mi capa invisible de recambio, dado que Podmore no ha tenido la decencia de devolverme la que le presté, que por cierto es la buena...Pensé que a alguien le gustaría verla.

Lily tomó la fotografía. En ella había un grupo de gente que le devolvía la mirada, algunos la saludaban con la mano y otros se levantaban las gafas.

—Ese soy yo.—dijo Moody, señalándose. No era necesario. El Moody de la fotografía era inconfundible, pese a que no tenía el cabello tan gris y su nariz estaba intacta.— Y el que esta a mi lado es Dumbledore; al otro lado tengo a Dedalus Diggle...Esa es Marlene McKinnon; la asesinaron dos días después de que se tomara esta fotografía; de hecho, mataron a toda su familia. Esos son Frank y Alice Longbottom...

El estomago de Lily se encogió al ver a Alice Longbottom; su cara, redonda y simpática, le resultaba muy familiar porque era la viva imagen de su hijo Neville.

—Pobrecillos. Preferiría morir a que me pasara lo que a ellos...Y esa es Emmeline Vance, ya la conoces, y ese otro es Remus, evidentemente...Benjy Fenwick, que también se fue al otro barrio; sólo encontramos unos cuantos trozos de su cuerpo...Muévanse un poco.—añadió, dándole unos golpecitos a la fotografía y los retratados se desplazaron hacia un lado para que los que quedaban tapados pudieran pasar hacia delante.

»Ese de ahí es Edgar Bones, el hermano de Amelia Bones...También se los cargaron a él y a su familia; era un gran mago...Sturgis Podmore, vaya, que joven esta...Caradoc Dearborn, que murió seis meses después; nunca encontramos su cadáver...Hagrid, por supuesto, está igual que siempre...Elphias Dodge, también lo conoces, no me acordaba que antes solía llevar ese ridículo sombrero...Gideon Prewett, hicieron falta cinco mortífagos para matarlos a él y a su hermano Fabian, que pelearon como verdaderos héroes...Muévanse, muévanse...

Los retratados se empujaron unos a otros y los que estaban ocultos detrás pasaron al primer plano de la imagen.

—Ese es Aberforth, el hermano de Dumbledore; solo lo vi ese día, era un tipo extraño...Y Dorcas Meadowes, a quien Voldemort mató personalmente...Sirius, cuando todavía llevaba el pelo corto...Y...¡Ahí esta, pensé que esto te interesaría!

A Lily le dio un vuelvo el corazón. Su padre y su madre la miraban sonrientes, sentados uno a cada lado de un individuo menudo y de ojos llorosos a quien Lily reconoció de inmediato: era Colagusano, el que había revelado a Voldemort el paradero de sus padre, ayudándolo así a provocar su muerte.

—¿Qué me dices?

Era evidente que Ojoloco tenía la impresión de que acababa de darle una alegría a Lily. Ella sonrió conmovida por su tosca pero tierna intención.

—Gracias, Moody.

—¿Qué es eso que tienes ahí, Moody?—pregunto Sirius.

Ojoloco se volvió hacia Sirius y Lily aprovechó el momento para escabullirse de la cocina. Subió la escalera antes de que alguien pudiera retenerla. Pasó por delante de las cabezas de elfo reducidas, pero cuando llegaba al primer rellano oyó ruidos. Había alguien llorando en el salón.

Subió de dos en dos los escalones que faltaban, cruzó el rellano y abrió la puerta del salón. Dentro había alguien encogido de miedo contra la oscura pared, con la varita en mano, mientras los sollozos sacudían con violencia su cuerpo.

Tirado sobre la alfombra, en medio de un rayo de luz de luna, y sin duda alguna muerto, estaba Ron. Lily inmediatamente comprendió que era el Boggart.

—¡Molly!—grito Lily.

—¡Ri-ri-riddíkulo!—sollozaba Molly, apuntando con su temblorosa varita al cuerpo de Ron.

El cuerpo de Ron se transformó en el de Bill. La señora Weasley sollozó aún más fuerte.

—¡Ri-riddíkulo!

El cuerpo de Arthur sustituyo al de Bill.

—¡No! No...¡Riddíkulo! ¡Riddíkulo! ¡RIDDÍKULO!

Los gemelos muertos. Percy muerto. Ginny muerta...

—¿Qué está pasando aquí?

Remus había entrado corriendo en la habitación, seguido de Sirius y Moody, que estaba furioso. Remus miró a Molly, y después al cadáver de Ginny echada en el suelo, y al parecer lo entendió todo en un instante. Sacó su varita y dijo con voz firme y clara:

—¡Riddíkulo!

El cadáver de Ginny desapareció.

—¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!—exclamó Molly y rompió a llorar con desconsuelo tapándose la cara con las manos.

—Molly.—dijo Remus con tono sombrío acercándose a ella.—Molly, no...—La mujer se abrazó a Remus y lloró sobre su hombro.— Solo era un boggart, Molly...Sólo era un estúpido boggart...

—¡Los veo m-m-muertos continuamente! ¡C-ccontinuamente! S-s-sueño con ellos...N-n-no se lo cuentes a Arthur...N-n-no quiero que sepa...lo t-t-tonta que soy...Lo siento mucho, Lily, ¿Qué vas a pensar de mí? Ni siquiera soy capaz de librarme de un boggart...Es que estoy t-t-tan preocupada....La mitad de la f-f-familia está en la Orden; si salimos todos con vida de esta, será un m-m-milagro...Y P-P-Percy no nos dirige la palabra...¿y si le p-p-pasa algo espantoso antes de que hayamos hecho las p-p-paces con él? ¿Y qué s-s-sucederá si morimos Arthur y yo, quien c-c-cuidará de Ron y Ginny?

—¡Basta, Molly!—exclamó Remus con firmeza.— Esto no es como la última vez. La Orden está más preparada, ahora le llevamos ventaja y sabemos que pretende. Mira, no puedo prometer que nadie vaya a resultar herido, eso no puedo prometerlo a nadie, pero estamos mucho más preparados que la última vez. Entonces tu no pertenecías a la Orden y por eso no lo entiendes. En el último enfrentamiento, los mortífagos eran veinte veces más numerosos que nosotros y nos perseguían uno por uno.

—Y no te preocupes por Percy.—dijo Sirius.— Ya rectificará. Solo es cuestión de tiempo que Voldemort de la cara; en cuanto lo haga, el Ministerio en masa nos suplicará que lo perdonemos. Aunque yo no estoy seguro de que vaya a aceptar sus disculpas.

—Y respecto a eso de quien cuidaría de Ron y Ginny si faltaran Arthur y tu,— terció Remus con una sonrisa.—¿Qué crees que haríamos, dejarlos morir de hambre?

—Que tonta soy.—Molly sonrió tímidamente.

Diez minutos más tarde, cuando Lily entró a su dormitorio y cerró la puerta, ella siguió pensando que Molly no era tonta. Aún veía a sus padres sonriéndole desde la vieja fotografía sin saber que sus vidas, como las de muchos de los que los rodeaban, estaban llegando a su fin. Se sintió mas mayor que nunca y le parecía increíble que, apenas una hora antes, hubiera estado estresada por quien había recibido una insignia de prefecta y quien no.

Al día siguiente salieron apresuradamente de Grimmauld Place, pues los Weasley se habían quedado dormidos. Por primera vez, Lily se despidió en la plataforma de Sirius y Remus en lugar de su tía Petunia y de Dudley, lo cual la entristeció de cierta manera.

Al ingresar al tren, Hermione, Ron y Pansy fueron al compartimiento de Prefectos, mientras que Lily, Theo, Astoria y Cassius, por primera vez, ignoraron el vagón de Slytherin y fueron a sentarse a un compartimiento vacío, o bueno, no tan vacío.

El único compartimiento donde pudieron encontrar donde cupieran todos, estaba ocupado por una chica sentada junto a la ventana, la cual levantó la cabeza en el momento en que Lily abrió la puerta.

Tenía el pelo rubio, desgreñado, largo hasta la cintura, cejas muy claras y unos ojos saltones que le daban un aire de sorpresa permanente. Había colocado su varita detrás de la oreja izquierda, llevaba un collar hecho de corchos de cerveza de mantequilla y estaba leyendo una revista al revés.

—Es Lunática Lovegood.—susurró Astoria con una mueca.—Esta chiflada.

—Disculpa, ¿podemos sentarnos?—cuestionó Lily, ignorando las palabras de Astoria.

Luna los observo fijamente y asintió. Entraron y pudieron acomodar sus cosas, para después sentarse. Astoria, Cassius y Theo frente a Luna, mientras que Lily estaba sentada a su lado.

—¿Cuál es tu nombre?—pregunto Lily.

—Luna Lovegood.—respondió.— Tu eres Lily Potter.

—Sí, así es.—asintió Lily. Luna miró a Theo.

—Ustedes no se quienes son.

—Y-yo...—tartamudeó Theo y carraspeo, desviando la mirada. Lily enarcó una ceja, divertida, al ver el sonrojo del muchacho.

—Ellos son Theodore Nott; y Astoria y Cassius Warrington.—presentó.

—Sí, a ella si la conozco.—asintió Luna mirando a Astoria, quien sonrió nerviosa.

—Sí, Lunati...Luna, va en mi curso, pero es una Ravenclaw.—dijo Astoria.

—Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres.—recitó Luna con sonsonete.

Levantó su revista, al revés, lo bastante para ocultarse la cara y se quedó callada. Los Warrington alzaron las cejas, Theo miro con rostro indescifrable a la chica y Lily...a ella le dio ternura. En ese preciso instante, se abrió la puerta del compartimiento.

—¡Hola, Lily!

Una chica muy guapa, cuyo cabello era negro, largo y reluciente, estaba plantada en la puerta, sonriéndole. Era Cho Chang, buscadora del equipo de quidditch de Ravenclaw y novia de Cedric Diggory.

—Hola—saludó Lily con indiferencia.

—Si...eh...solo quería decirte hola...Hasta luego.

Y con las mejillas muy coloradas, cerró la puerta y se marchó.

—Eso fue raro.—dijo Theo y todos asintieron de acuerdo.

Pansy y Hermione no aparecieron hasta al cabo de una hora, después de que pasase el carrito de la comida. Los demás se habían terminado las empanadas de calabaza y estaban muy entretenidos intercambiando cromos de ranas de chocolate cuando se abrió la puerta del compartimento, entrando ambas chicas, Hermione con Crookshanks en brazos.

—Muero de hambre.—dijo Pansy, tomando una rana de chocolate.

Astoria se sentó en las piernas de Cassius para dejar que Pansy se sentara con ellos mientras que Hermione se sentaba a lado de Lily.

—Hay dos prefectos de quinto en cada casa.—explicó Hermione.—Un chico y una chica. Y, efectivamente, Malfoy es el prefecto de Slytherin. Ernie Macmillan y Hannah Abbott son los de Hufflepuff, y Anthony Goldstein y Padma Patil son los de Ravenclaw.

—Tenemos que patrullar por los pasillos de vez en cuando.—comento Pansy— y podemos castigar a los alumnos si se portan mal. Una disculpa, Granger, pero realmente estoy esperando joderme a los Gryffindor...

—¡No debes aprovecharte de tu cargo, Pansy!

—Bah, como si los demás no fueran a sacarle provecho al suyo.

—¡Pansy!

Hermione riño en el mismo momento en que la puerta del compartimiento se abría por tercera vez. Lily, quien estaba leyendo un libro, se volvió, tensándose en el proceso. Estaba esperando que sucediera, pero eso no significo que el hecho de ver a Draco Malfoy junto a Blaise Zabini, flanqueados por Crabbe y Goyle, le resultara menos estresante.

—Este no es el vagón de Slytherin, mi reina.—dijo Draco con suavidad. Lily se estremeció. Tenía mucho sin escuchar su voz.— Vamos con los demás.

—Me parece que ella quiere quedarse aquí. No quiere ir donde estés tú.—habló Luna quitando su revista.

—No recuerdo haberte incluido en la conversación, Lovegood.—masculló Draco fríamente y Lily se tensó al sentir como la magia de Draco empezaba a fluir.

—Basta.—intervino Theo, colocándose frente a Luna y encarando a Draco.— Mi reina ha decidido sentarse aquí, no hay más que discutir.

Draco dirigió su mirada a Lily, pero esta, pálida, miró hacia la ventana. Los puños de Draco se apretaron con fuerza, pero simplemente se dio media vuelta y se fue de ahí junto a sus amigos, no sin que antes Blaise le dedicara una mirada triste a Hermione.

Horas más tarde, para cuando salieron del tren, notaron por primera vez el frío de la noche en la cara. Esta vez, la profesora Grubbly-Plank, la bruja que el año anterior había sustituido durante un tiempo a Hagrid como profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, era quien guiaba a los de primer año.

En algún Lily se separo de sus amigos sin darse cuenta, por que sola, camino hacia la oscura y mojada calle que discurría frente a la estación de Hogsmeade. Allí esperaba el centenar de carruajes sin caballos que cada año llevaba a los alumnos que no eran de primer curso hasta el castillo.

Lily miró fijamente, pues desde años pasados había visto a aquellas criaturas que era llamadas Thestrals. Luna llego a su lado.

—Yo también los veo.—comentó.— Tu amigo Theo igual.

—Lo sé.—dijo Lily y la miro.—Lamento que así sea.

—Gracias.—sonrió Luna.

Para cuando llegaron al castillo, Lily estaba de mal humor. Primero, estaba empapada por la lluvia; segundo, Hagrid parecía haber desaparecido; tercero, todos parecían cuchichear sobre ella; y cuarto, para su maldita desgracia ahí estaba Dolores Umbridge entre el profesorado y ya intuía el porque estaba ahí.

Antes de que se diera cuenta, el sombrero se puso a cantar:

"Cuando Hogwarts comenzaba su andadura

y yo no tenía ni una sola arruga,

los fundadores del colegio creían

que jamás se separarían.

Todos tenían el mismo objetivo,

un solo deseo compartían:

crear el mejor colegio mágico del mundo

y transmitir su saber a sus alumnos.

“¡Juntos lo levantaremos y allí enseñaremos!“,

decidieron los cuatro amigos

sin pensar que su unión pudiera fracasar.

Porque ¿dónde podía encontrarse

a dos amigos como Slytherin y Gryffindor?

Sólo otra pareja, Hufflepuff y Ravenclaw,

a ellos podía compararse.

¿Cómo fue que todo acabó mal?

¿Cómo pudieron arruinarse

tan buenas amistades?

Veréis, yo estaba allí y puedo contaros

toda la triste y lamentable historia.

Dijo Slytherin: “Sólo enseñaremos a aquellos

que tengan pura ascendencia.”

Dijo Ravenclaw: “Sólo enseñaremos a aquellos

de probada inteligencia.”

Dijo Gryffindor: “Sólo enseñaremos a aquellos

que hayan logrado hazañas.”

Dijo Hufflepuff: “Yo les enseñaré a todos,

y trataré a todos por igual.”

Cada uno de los cuatro fundadores

acogía en su casa a los que quería.

Slytherin solo aceptaba

a los magos de sangre limpia

y gran astucia, como él,

mientras que Ravenclaw sólo enseñaba

a los de mente muy despierta.

Los más valientes y audaces

tenían como maestro al temerario Gryffindor.

La buena de Hufflepuff se quedó con el resto

y todo su saber les transmitía.

De este modo las casas y sus fundadores

mantuvieron su firme y sincera amistad.

Y Hogwarts funcionó en armonía

durante largos años de felicidad,

hasta que surgió entre nosotros la discordia,

que de nuestros miedos y errores se nutría.

Las casas, que, como cuatro pilares,

había sostenido nuestra escuela

se pelearon entre ellas

y, divididas, todas querían dominar.

Entonces parecía que el colegio

mucho no podía aguantar,

pues siempre había duelos

y peleas entre amigos.

Hasta que por fin una mañana

el viejo Slytherin partió,

y aunque las peleas cesaron,

el colegio muy triste se quedó.

Y nunca desde que los cuatro fundadores

quedaron reducidos a tres

volvieron a estar unidas las casas

como pensaban estarlo siempre.

Y todos los años el Sombrero Seleccionador se presenta,

y todos sabéis para qué:

yo os pongo a cada uno en una casa

porque esa es mi misión,

pero este año iré más lejos,

escuchad atentamente mi canción:

aunque estoy condenado a separaros

creo que con eso cometemos un error.

Aunque debo cumplir mi deber

y cada año tengo que dividiros,

sigo pensando que así no lograremos

eliminar el miedo que tenemos.

Yo conozco los peligros, leo las señales,

las lecciones que la historia nos enseña,

y os digo que nuestro Hogwarts está amenazado

por malignas fuerzas externas,

y que si unidos no permanecemos

por dentro nos desmoronaremos.

Ya os lo he dicho, ya estáis prevenidos.

Que comience la Selección."

El sombrero se quedó quieto y su discurso fue recibido con un fuerte aplauso, aunque por primera vez, se escucharon al mismo tiempo murmullos y susurros. Lily sabía con exactitud de que hablaban.

—Se ha ido un poco por las ramas, pero tiene razón.—comentó Theo.

—Según he leído, el sombrero se cree obligado a prever al colegio siempre que...bueno, pueda estar en peligro el colegio. Por eso recomienda mantenernos unidos.—susurró Lily y ambos se miraron con profundidad.

McGonagall inició la selección y cuando terminó, el profesor Dumbledore se puso de pie.

—A los nuevos, —dijo con voz sonora y una radiante sonrisa— les digo: ¡Bienvenidos! Y a los que no son nuevo les repito: ¡bienvenidos otra vez! En toda reunión hay un momento adecuado para los discursos, y como este no lo es, ¡al ataque!

Las palabras de Dumbledore fueron recibidas con risas y aplausos, y el director se sentó con sumo cuidado. La comida apareció y las cinco largas mesas comenzaron a comer.

Lily, sentada en la esquina de la mesa junto a su corte, actuó con la elegancia, indiferencia y frialdad que la caracterizaba. Podía sentir la mirada insistente de muchos de sus compañeros y, para su satisfacción, pudo notar como al menos un poco menos de la mitad de sus compañeros estaba de su parte.

Cuando todos los alumnos terminaron de comer, Dumbledore se puso una vez más de pie. Las conversaciones se interrumpieron al instante y todos giraron la cabeza para mirar al director.

—Bueno, ahora que estamos dirigiendo otro magnífico banquete, les pido un instante de atención para los habituales anuncios de principio de curso. Los de primer año deben saber que los alumnos tienen prohibido entrar en los bosques del terreno del castillo y algunos de nuestros antiguos alumnos también deberían recordarlo.

—No fue voluntariamente.—mascullaron Theo y Lily por lo bajo.

—El señor Filch, el conserje, me ha pedido y según dice ya van cuatrocientas sesenta y dos veces, que les recuerde a todos que no esta permitido hacer magia en los pasillos entre clase y clase, así como unas cuantas cosas más que pueden revisar en la larga lista que hay colgada en la puerta de su despacho.

»Este año hay dos cambios en el profesorado. Estamos muy contentos de darle la bienvenida a la profesora Grubbly-Plank, que se encargará de las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas; también nos complace enormemente presentarles a la profesora Umbridge, la nueva responsable de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Hubo un educado pero no muy entusiasta aplauso, durante el cual Theo miro angustiado a Lily, quien solo frunció el ceño.

—Las pruebas para los equipos de quidditch de cada casa tendrán lugar en...

Se interrumpió e interrogó con la mirada a la profesora Umbridge. La mujer se aclaró la garganta y los alumnos se dieron cuenta de que se había levantado y pretendía pronunciar un discurso. Dumbledore solo vaciló unos segundos; luego se sentó con elegancia y miro con interés a la profesora Umbridge. Otros miembros del profesorado no fueron tan hábiles en disimular la sorpresa. Era la primera vez que un profesor nuevo interrumpía a Dumbledore.

—Gracias, Señor Director,—empezó Umbridge con una sonrisa tonta.— por esas amables palabras de bienvenida. ¡Bueno, en primer lugar quiero decir que me alegro de haber vuelto a Hogwarts! ¡Y de ver tantas caritas felices que me miran!

Ninguno tenía aspecto feliz. Más bien al contrario, todos parecían muy sorprendidos de que se dirigieran a ellos como si tuvieran cinco años.

—¡Estoy impaciente por conocerlos a todos y estoy segura de que seremos muy buenos amigos!

Al oír aquello, los alumnos se miraron unos a otros; algunos ya no podían contener una sonrisa burlona.

—Estoy dispuesta a ser amiga suya mientras no me tenga que poner nunca esa chaqueta rosada.—susurró Pansy a Astoria y ambas rieron por lo bajo.

Umbridge se aclaró la garganta una vez más, pero cuando habló de nuevo su voz ya no sonaba tan entrecortada como antes. Sonaba mucho más seria y ahora sus palabras tenían un tono monótono, como si se las hubiera aprendido de memoria.

—El Ministerio de Magia siempre ha considerado de vital importancia la educación de jóvenes magos y brujas. Los excepcionales dones con los que nacieron podrían quedar reducidos a nada si no se cultivaran y desarrollaran mediante una cuidadosa instrucción. Las ancestrales habilidades de la comunidad mágica deben ser transmitidas de generación en generación para que no se pierdan para siempre. El tesoro escondido del saber mágico acumulado por nuestros antepasados debe ser conservado, reabastecido y pulido por aquellos que han sido llamados a la noble profesión de la docencia.

Al llegar a ese punto, Umbridge hizo una pausa y saludó con una pequeña inclinación de cabeza al resto de los profesores, pero ninguno le devolvió el saludo. Las cejas de McGonagall se habían contraído hasta tal punto que parecía un halcón y a Lily no se le escapo la mirada de complicidad que intercambió con la profesora Sprout.

—Cada nuevo director o directora de Hogwarts ha aportado algo a la gran tarea de gobernar este histórico colegio, y así es como debe ser, pues si no hubiera progreso se llegaría al estancamiento y a la desintegración. Sin embargo, hay que poner freno al progreso por el progreso, pues muchas veces nuestras probadas tradiciones no aceptan retoques. Un equilibrio, por lo tanto, entre lo viejo y lo nuevo, entre la permanencia y el cambio, entre la tradición y la innovación

Lily, sin dejar de prestar atención al discurso, notó que el silencio estaba rompiéndose. En Ravenclaw, Cho Chang charlaba la mar de animada con sus amigas. Unos asientos más allá, Luna Lovegood había sacado El Quisquilloso. En Hufflepuff, Ernie Macmillan era uno de los pocos que seguía mirando fijamente a Umbridge, quizá en un vago intento de hacer honor a la insignia de prefecto que relucía en su pecho.

Umbridge no parecía reparar en la inquietud de su público. En cuanto ella hubo acabado y se sentó, Dumbledore y los profesores aplaudieron, no muy contentos.

—Muchas gracias, profesora Umbridge, ha sido un discurso sumamente esclarecedor. Y ahora, como iba diciendo, las pruebas de quidditch se celebrarán...

—Bastante esclarecedor.—comentó Theo en voz baja y Lily asintió de acuerdo.

—Esto significa, ni más ni menos, que el Ministerio está inmiscuyéndose en Hogwarts.—soltó Lily con un suspiro, frotando su frente con cansancio. Estaba muy estresada y apenas había llegado al castillo.

De pronto se produjo un gran estrépito a su alrededor; era evidente que Dumbledore los había despedido a todos, porque los alumnos se habían puesto de pie y se disponían a salir de Gran Comedor. Lily, ignorando como Draco llamaba a los de nuevo ingreso junto a Pansy, se fue con Theo y Cassius a su sala común, ignorando todo y a todos.

A la mañana siguiente, Lily continúo con su misma actitud, desayunando temprano y en silencio, con la única compañía de Theo, como había sido así durante sus primero años en Hogwarts. Solo ella y Theo en Slytherin, y con Hermione fuera de su casa.

Después de tres tortuosas horas de Historia de la Magia, y de dos horas con Snape en Pociones (donde les recordó que el próximo mes de junio realizarían los TIMOS) y dos con Trelawney en Adivinación; Lily y Theo ingresaron al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras sin nada de animo y con muchos deberes.

Umbridge ya estaba sentada en su sitio. Lily y Theo se sentaron en medio, mientras que vieron que Hermione se sentó muy cerca.

—¡Buenas tardes a todos!

Algunos murmuraron un «Buenas tardes».

—¡Ay, ay, ay! ¿Así saludan a su profesora? Me gustaría oírlos: Buenas tardes, profesora Umbridge. Volvamos a empezar, por favor. ¡Buenas tardes a todos!

—Buenas tardes, profesora Umbridge.—gritó la clase.

—Eso está mucho mejor.—los felicitó con dulzura.— ¿A que no ha sido tan difícil? Guarden las varitas y saquen las plumas, por favor.

Todos obedecieron, tristes ante el hecho de no usar la varita. Umbridge abrió su bolso, sacó su varita y dio unos golpecitos en la pizarra con ella; de inmediato aparecieron las siguientes palabras:

Defensa Contra las Artes Oscuras: regreso a los principios básicos.

—Muy bien, hasta ahora su estudio de esta asignatura ha sido muy irregular y fragmentado, ¿verdad? Por desgracia, el constante cambio de profesores, muchos de los cuales no seguían, al parecer, ningún programa de estudio aprobado por el Ministerio, ha hecho que estén muy por debajo del nivel que nos gustaría que alcanzaran en el año del TIMO. Sin embargo, les complacerá saber que ahora vamos a rectificar esos errores. Este año seguiremos un curso sobre magia defensiva cuidadosamente estructurado, basado en la teoría y aprobado por el Ministerio. Copien esto, por favor.

Volvió a golpear la pizarra y el primer mensaje desapareció y fue sustituido por los objetivos del curso:

1.Comprender los principios en que se basa la magia defensiva

2.Aprender a reconocer las situaciones en las que se puede emplear legalmente la magia defensiva.

3.Analizar en que contextos es oportuno el uso de la magia defensiva.

Cuando los alumnos copiaron los tres objetivos del curso, Umbridge pregunto:

—¿Tienen todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard? —un sordo murmullo de asentimiento recorrió la clase.—Creo que tendremos que volver a intentarlo. Cuando les haga una pregunta, me gustaría que contestaran: Sí, profesora Umbridge o No, profesora Umbridge. Veamos: ¿Tienen todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica de Wilbert Slinkhard?

—Sí, profesora Umbridge.—corearon.

—Estupendo. Quiero que abran el libro en la página cinco y lean el capítulo uno. En silencio, por favor.

Umbridge se apartó de la pizarra y se sentó en la silla, detrás de su mesa, observándolos atentamente. Lily, quien había previsto la situación, abrió su falso ejemplar de Teoría de defensa mágica, el cual en realidad era el libro de magia negra que estuvo estudiando en vacaciones. Si Umbridge llegara a querer acercarse, el libro se convertiría en el de la clase, así que no había problema, por lo que comenzó a leer con tranquilidad.

A su lado, Theo también leía un libro que había disfrazado con el mismo hechizo. Minutos más tarde, salieron de su lectura al escuchar la voz de Umbridge.

—¿Quería hacer alguna pregunta sobre el capítulo, querida?—dijo a Hermione, quien apenas acababa de bajar su mano.

—No, no es sobre el capítulo.

—Mire, ahora estamos leyendo. Si tiene usted alguna duda podemos solucionarla al final de la clase.

—Tengo una duda sobre los objetivos del curso.

—¿Cómo se llama, por favor?

—Hermione Granger.

—Mire, señorita Granger, creo que los objetivos del curso están muy claros si los lee atentamente.

—Pues yo creo que no. Ahí no dice nada sobre la practica de los hechizos defensivos.

Se produjo un breve silencio.

—¿La practica de los hechizos defensivos? Verá, señorita Granger, no me imagino que en mi aula pueda surgir ninguna situación que requiera la práctica de un hechizo defensivo por parte de los alumnos. Supongo que no espera usted ser atacada durante la clase, ¿verdad?

—¡¿Entonces no vamos a usar la magia?!—exclamó Ron.

—Por favor, levante la mano si quiere hacer algún comentario durante mi clase, Señor...

—Weasley.—dijo Ron y levantó una mano.

Umbridge, con una amplia sonrisa en los labios, le dio la espalda. Hermione volvió a levantar la mano.

—¿Sí, señorita Granger? ¿Quiere preguntar algo más?

—Sí. Es evidente que el único propósito de la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras es practicar hechizos defensivos, ¿no es así?

—¿Acaso es usted una experta docente preparada en el Ministerio, señorita Granger?

—No, pero...

—Pues entonces me temo que no está cualificada para decidir cual es el único propósito de la asignatura que imparto. Magos mucho mayores y más inteligentes que usted han diseñado nuestro nuevo programa de estudio. Aprenderán los hechizos defensivos de forma segura y libre de riesgos.

—¿De que va a servirnos eso?—inquirió Ron en voz alta.— Si nos atacan, no va a ser de forma...

—¡La mano, señor Weasley!

Una vez más, Umbridge le dio la espalda, pero otros alumnos también habían levantado la mano.

—¿Su nombre, por favor?

—Dean Thomas.

—¿Y bien, señor Thomas?

—Bueno, creo que Ron tiene razón. Si nos atacan, no vamos a estar libre de riesgos.

—Repito: ¿espera usted ser atacado durante mis clases?

—No, pero...

—No es mi intención criticar el modo en que se han hecho hasta ahora las cosas en este colegio, pero en esta clase han estado ustedes dirigidos por algunos magos muy irresponsables, sumamente irresponsables, por no mencionar a algunos híbridos peligrosos en extremo...

—Si se refiere al profesor Lupin, —saltó Dean enojado— era el mejor que jamás...

—¡La mano, señor Thomas! Como iba diciendo, los han iniciado en hechizos demasiado complejos e inapropiados para su edad, y letales en potencia. Los han asustado y les han hecho creer que podrían ser víctimas de ataques de las fuerzas oscuras en cualquier momento...

—Eso no es cierto—la interrumpió Hermione— Sólo nos...

—¡No ha levantado la mano, señorita Granger!—Hermione la levantó y Umbridge le dio la espalda— Tengo entendido que mi predecesor no solo realizo maldiciones ilegales delante de ustedes, sino que incluso las realizó con ustedes.

—Bueno, resultó que era un maniaco, ¿no?—terció Dean acaloradamente— y aún así aprendimos muchísimo de el.

—¡No ha levantado la mano, señor Thomas! Bueno, el Ministerio opina que un conocimiento teórico será más que suficiente para que aprueben el examen; y al fin y al cabo para eso es para lo que vienen ustedes al colegio. ¿Su nombre?

—Parvati Patil. Pero ¿no hay una parte práctica en el TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras? ¿No se supone que tenemos que demostrar que sabemos hacer las contramaldiciones y esas cosas?

—Si han estudiado bien la teoría, no hay ninguna razón para que no puedan realizar los hechizos en el examen, en una situación controlada.

—¿Sin haberlos practicado de antemano? ¿Significa eso que no vamos a hacer los hechizos hasta el día del examen?

—Repito, si han estudiado bien la teoría...

—¿Y de que nos va a servir la teoría en la vida real?—intervino Ron.

—Esto es el colegio, señor Weasley, no la vida real. No hay nada esperándolos fuera de Hogwarts. ¿Quién iba a querer atacar a unos niños como ustedes? Y ahora, permítanme aclarar algunas cosas. Les han contado que cierto mago tenebroso ha resucitado...

—¡Pero lo ha hecho!—rugió Ron.

—¡Silencio! ¡Diez puntos menos para Gryffindor, señor Weasley! Como iba diciendo, les han informado eso y es mentira.

—¡No es mentira! ¡Entonces, según usted, Lily y Cedric fueron atacados y Daphne Greengrass cayó muerta porque sí?—grito Ron.

Todo el mundo contuvo la respiración. Lily sintió que la sangre abandonaba su cuerpo y respiro muy despacio.

—La muerte de Daphne Greengrass fue un trágico accidente. —los Slytherin fruncieron el ceño.

—¿Accidente?—repitió Lily con frialdad y todos la miraron.

—Lily, no.—susurró Theo.

—¿Acaso dijo que fue un accidente?—repitió Lily con una sonrisa cínica y se levanto de su asiento.

—Eso fue lo que dije, señorita Potter.

—Accidente su maldito nacimiento.—soltó Lily con desdén.

—¡Cállate ya, niña!

—¡CUIDADO CON COMO ME HABLA!—rugió Lily y su magia se exteriorizo, provocando que todos jadearan y Umbridge se levantara furiosa. Lily camino hacia ella.

—¿Cómo se atreve a gritarme, usted...

—¿Yo? ¿Yo quien soy una Lady de cuatro grandes casa, como me atrevo a gritarle a una loca?—dijo Lily con furia.—Me atrevo.

—¡Castigada! ¡Con el profesor Snape, ahora!—grito Umbridge furiosa, lanzándole un pergamino que ella tomo.

Lily no dijo nada, simplemente salió del aula sin mirar a nadie y cerró de un portazo. Fue hasta el despacho de Snape, quien al abrir la puerta, la miro preocupado.

—¿Por qué no estás en clase?

—Umbridge me ha enviado a verle.—explicó Lily y le tendió la nota, entrando al despacho junto a el.

Snape, frunciendo el ceño, lo desenrolló y empezó a leer.

—¿Es verdad?—la miro y ella enarcó una ceja.— ¿Le dijiste que su nacimiento era un accidente y le gritaste que cuidara su tono cuando te hablaba, remarcando tu señoría de cuatro grandes casas?

—Sí.

—Bien hecho.—le sonrió ligeramente.— Lamentablemente, debes tener cuidado, Lily. No es bueno que hayas mostrado está conducta tan...gryffindor e impropia tuya, especialmente en este momento.

—Lo sé. Se que me estoy echando también al ministro.—suspiró Lily.— pero cuando dijo eso de Daphne...yo...dijo que había muerto accidentalmente...¿Cómo podía quedarme callada? ¡Ella era de mi corte! ¡Era mi amiga!

Hubo un silencio. Lily miraba sus manos mientras Snape la veía con tristeza. Ambos suspiraron.

—Aquí dice que te ha impuesto un castigo todas las tardes esta semana, y que empezarás mañana. Lo lamento, pero no podre ayudarte esta vez como en otras ocasiones.

—No creo que sea la gran cosa, no se preocupe.—dijo Lily con cansancio.

Y por primera vez, Lily no supo lo equivocada que estaba al subestimar a su enemigo.


Tip: You can use left, right, A and D keyboard keys to browse between chapters.