Chapter Tras mi renuncia el CEO luchó por mi amor Capítulo 13
Capítulo13 Déjame ayudarte
–¿Todavia eres tan descarada en querer dar explicaciones? La voz de Alejandro sono fria y con tono de burla.
Una amarga sonrisa se asomó en los labios de Ximena. ¿Qué más podía explicar? Era evidente que las grabaciones de seguridad habían sido manipuladas, pero no tenia pruebas.
¡Habla! Con el grito enojado de Alejandro, Ximena no pudo evitar temblar.
Una sensación de injusticia la invadió y cerró los ojos impotentes.
-¿Qué más puedo decir?
Su respuesta apática solo aumentó la irritación de Alejandro. Siempre era igual, si no podia defenderse, simplemente adoptaba una actitud resignada y dejaba que la critiquen.
Era así en el video y ahora frente a él.
Alejandro apartó su mirada con desdén y advirtió con frialdad:
-A partir de ahora, además de trabajar, no quiero que des un paso fuera de esta
casa.
Ximena levantó la cabeza, incrédula.
-¿Con qué derecho me privas cual pájaro en jaula?
-¡Con el derecho de ser tu maldito jefe! -Dejando estas palabras atrás,
Alejandro salió de la habitación con un portazo.
Ximena se quedó atónita en su lugar. El dolor en su pecho parecía recordarle su baja posición en ese hogar.
Luchando contra la fatiga mental y física, Ximena se apoyó en el escritorio y notó un cajón cerrado con llave justo en el centro.
Su mirada se posó en el cajón y se quedó mirándolo fijamente.
Sabía que ahí adentro había algo tabú para Alejandro. Una vez, cuando estabal borracho, la había abrazado fuertemente y le había murmurado agotado: Ximena, todos piensan que soy invulnerable, pero ¿sabes dónde está mi punto débil? Está en el cajón del estudio. Cada vez que lo abro, siento como si me estuvieran desgarrando el corazón.
Esa había sido la primera vez que Ximena había visto a Alejandro con una
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expresión tan derrotada. En ese momento, no entendía que tenía en el cajón que podría hacer que un hombre como él se sintiera tan destrozado.
Pero ahora, tal vez tenia una idea. ¿Estaba relacionado con Manuela? Después de todo, él la había estado buscando desesperadamente.
Pensar en esto solo la hizo sentir aún más triste.
Después de desayunar, Ximena decidió visitar a Laura en el hospital. Sin embargo, cuando abrió la puerta de la mansión, se encontró con Eduardo.
Señorita Pérez, el Señor ha ordenado que no salga sin razón.
Ximena frunció el ceño.
Quiero ir al hospital a ver a mi madre.
Eduardo sacó su teléfono.
Necesito consultarlo.
Mientras miraba a Eduardo llamar a Alejandro, la ira en el pecho de Ximena crecía. ¿Qué había hecho para que él la tratara de esta manera? Incluso si lo que mostraba el video era cierto, ¿no debería odiarla y echarla? ¿Por qué insistiría en retenerla?
Eduardo colgó el teléfono.
-Señorita Pérez, puedo llevarla.
Ximena controló su enojo y pasó al lado de Eduardo para subirse al auto.
Media hora después, el coche llegó al hospital. Eduardo siguió de cerca a Ximena hasta la sala y se quedó en la puerta mientras ella entraba.
Dentro de la sala, los ojos de Ximena se llenaron de lágrimas al ver a su madre, Laura, tomando sopa con una expresión cansada. Ajustó su mascarilla para cubrir el enrojecimiento en su rostro y se acercó a su madre.
-Mamá.
Laura alzó débilmente los ojos y logró sonreír.
-Estás aquí.
Luego, Laura frunció el ceño.
-¿Por qué llevas mascarilla?
Ximena se sentó junto a ella.
Tuve un resfriado. No quería arriesgarme a contagiarte.
Laura suspiro:
Qué tontica, hija… ¿Todavía tienes fiebre?
Ximena negó con la cabeza.
Estoy bien. Pero tú necesitas concentrarte en recuperarte
Después de pasar un tiempo con Laura, Ximena se preparó para irse. Su madre acababa de terminar la quimioterapia y estaba demasiado débil para hablar mucho. No quería molestarla mientras descansaba.
Al salir de la sala, Eduardo seguía parado en la puerta. En ese momento, Samuel, junto con una enfermera, se acercó.
Al ver a Ximena, los ojos de Samuel se suavizaron, pero antes de que pudiera decir algo, Eduardo se interpuso entre ellos.
Bloqueando su línea de visión, Ximena frunció el ceño a Eduardo.
-¿Qué significa esto?
Eduardo dijo: -Señorita Pérez, el patrón ha ordenado que nadie se acerque o cruze palabra contigo, en especial nadie del sexo masculino.
La ira de Ximena tembló dentro de ella.
¡El Dr. Fonseca es el médico de cabecera de mi madre! Nuestra comunicación es puramente sobre la condición de mi madre.
Eduardo no respondió y se volvió hacia Samuel.
-Dr. Fonseca, si no quiere causar problemas a la señorita Pérez, por favor absténgase de discutir temas irrelevantes.
Samuel frunció el ceño, su tono era serio.
-¿Qué quieres decir con eso?
Eduardo respondió: -Lo siento, pero no estoy obligado a responder a ninguna de sus preguntas.
Samuel miró a Ximena detrás de Eduardo.
Ximena, estás en problemas ¿verdad?
Ximena apretó los dientes y negó con la cabeza.
No, y ya me voy.
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Dicho esto, se dio la vuelta y se dirigió hacia el ascensor, con los puños apretados. No podía decir nada que pudiera causar problemas al Dr. Fonseca.
Una vez dentro del coche, recibió un mensaje de Samuel.
Samuel: ¿Dime por favor que tipo de problema te está ocurriendo?
Ximena: No, pero cuide bien a mi madre, por favor.
Samuel envió un emoji suspirando.
-Somos amigos. Si hay algo mal, cuéntame. Puedo ayudarte.
Ximena todavia se negaba.
-De verdad, estoy bien, no te preocupes, Gracias, Dr. Fonseca.
Llegó el lunes. Ximena se despertó, se arregló y bajó las escaleras. Vio a Alejandro sentado en la mesa del comedor, tomando café. Se acercó y tomó asiento frente al él antes de preguntar después de un momento de reflexión: -¿Cuándo dejarás de tenerlos vigilándome?
Alejandro levantó la mirada para mirarla.
-Si no quieres dejar de recibir financiamiento para los gastos médicos de tu madre, entonces escúchame y mantente obediente.
-¡Los gastos médicos de mi madre están cubiertos por mi propio salario! -La frustración de Ximena era evidente.
Durante tantos años, había estado trabajando duro para pagar la deuda de su padre y proporcionar tratamiento para su madre. ¿Qué le daba el derecho de usar los gastos médicos de su madre como amenaza?
Alejandro se burló. -Si quieres perder este trabajo, puedes largarte entonces ya
mismo.
Ximena apretó los puños. ¡Me estás amenazando!
-¿Y qué si lo estoy haciendo? acompañada de indiferencia.
La respuesta fría de Alejandro estaba ¿Crees que puedes sobrevivir sin este trabajo?
Podía darle a Ximena un salario que haría que todos sus empleados sintieran envidia, pero la condición era que ella tenía que comportarse. Últimamente, había sido cada vez más desafiante, causando más problemas y menos obediente.
Por los gastos médicos de su madre, sonreía a los médicos; por la deuda de su padre, halagaba a las personas en el casino. Solo necesitaba pedir, y él podría
cumplir todos sus deseos. Sin embargo, esta mujer se negaba a hacer uso de ese recurso. Quería ver cuán terca podría ser frente a él.
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