Chapter Reconquistando a Mi Encantadora Secretaria Capítulo 91
Capítulo 91
Retrocedamos en el tiempo una hora y media atrás…
Mientras se encontraba sola en el salón de banquetes, Cira sentía que la cabeza se volvía cada vez más pesada. Al tocarse la frente, se dio cuenta de que aún tenía fiebre.
Decidiciendo no aguantar más, se apoyó en la mesa y se puso de pie, planeando regresar a su habitación para descansar.
Podía haber tomado el elevador directo al cuarto piso donde se hospedaba. Sin embargo, al llegar allí, se topó con un grupo de hombres que, por estar ebrios o por alguna otra razón, estaban discutiendo y bloqueaban la entrada al ascensor.
Ella arrugó el ceño y no tuvo más remedio que usar las escaleras.
Pensó que de todos modos, este era el tercer piso, y subir sólo un nivel más la llevaría a su destino.
No obstante, cometió un error.
La fiesta estaba programada en el segundo piso, pero ella recordaba que era en el tercero, así que creyó que al subir un nivel más llegaría al cuarto piso, sin percatarse de que, en realidad, se dirigió al tercer piso.
La diferencia de un piso aseguraba que terminaría en la habitación equivocada.
No estaba tan mareada al principio, pero después de quedarse un rato en la cubierta, sintió que la cabeza le pesaba más e incluso las cosas frente a ella se volvían borrosas.
Llegó tambaleándose frente a una habitación y sacó su tarjeta, tratando de abrir la puerta.
Sin embargo, el lector emitió un sonido estridente y la pantalla indicaba que la tarjeta no funcionaba.
Con los ojos entrecerrados, ella ni siquiera se dio cuenta de que la puerta ya estaba entreabierta y la empujó.
Pensando que había usado la tarjeta correctamente, entró sin dudarlo y cerró la puerta detrás de sí. Cerrando los ojos, se dirigió a tientas hacia el sofá y se acostó. A pesar de notar que la disposición del cuarto no coincidía con su recuerdo, esal peculiaridad apenas le llamó la atención. Cira estaba demasiado enferma como para preocuparse mucho y pronto se quedó profundamente dormida.
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Por su parte, Marcelo, preocupado de que Cira enfrentara sola a ese grupo de hombres maliciosos, salió del dormitorio con el celular en la mano y, al alzar la vista sin querer, se encontró con una mujer de figura estupenda en su sofá.
Se quedó perplejo por un momento, frunció el ceño y se acercó para ver mejor.
¡Era Cira!
Al observarla detenidamente, notó que tenía las mejillas sonrosadas y una mirada inquieta, como si se sintiera incómoda.
Marcelo inclinó la cabeza y olfateó, sin detectar rastro de alcohol, lo que indicaba que no había bebido en exceso. Después, le tocó la frente y notó que estaba caliente, lo que finalmente le hizo darse cuenta de que tenia fiebre.
Parecía que estaba tan enferma que incluso había olvidado en qué piso se alojaba.
Él susurró con voz suave: -Señorita López.
Cira no reaccionó en absoluto.
Marcelo sonrió con cierta resignación y se dirigió al baño. Poco tarde, regresó con una toalla húmeda limpia y la colocó sobre la frente de Cira.
Tras eso, empezó a buscar medicamentos en su maleta. Era una persona
precavida y solía llevar consigo un pequeño botiquín cuando estaba fuera de casa, por si acaso se sentía mal.
No tardó en encontrar los medicamentos, sirvió un vaso de agua y regresó junto a Cira. La ayudó a sentarse, recargándola en su hombro.–Señorita López, toma la medicina.
Cira, medio adormilada, se dio cuenta de que estaba apoyada en el regazo de alguien.
La voz de esa persona sonaba lejana y cercana a la vez, familiar pero también
extraña.
De la nada, volvió a recordar el olor a ciprés.
Sintió que esa persona le acercaba algo a la boca y, por instinto, abrió la boca para tragar.
Al ver eso, Marcelo murmuró suavemente:-¿Cómo puedes ser tan descuida?
Cira luchó por abrir los ojos, y le pareció a la vez claro y difuso el rostro de la otra persona. De repente, murmuró algo.
Marcelo se quedó atónito por un momento.
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Entretanto, Cira había levantado la mano hasta la nuca de Marcelo y, sin previo aviso, presionó los labios contra su barbilla.
En un instante, la mirada de Marcelo, por lo demás suave, se vio teñida por un peligro agresivo y exclusivo de los machos.
Él sujetó la parte posterior de la cabeza de Cira.
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Volviendo al momento presente.
Cuando la puerta se abrió de golpe, Cira levantó la cabeza instintivamente.
Morgan lucia sombrío, y especialmente al ver un grupo de pañuelos usados tirados en el suelo, la ira se desbordó en su interior.
Dos personas vestidas de esa manera, en un ambiente tan ambiguo… ¡No era posible que no hubiera pasado nada!
Minera