Chapter Capítulo 77
A Lily le encantaría poder decir que las cosas habían mejorado, pero la realidad es que desde que la noticia acerca de la muerte de Voldemort se había hecho pública en todo el mundo, las cosas no iban nada bien, al menos para los tres amigos.
Habían perdido completa comunicación con el mundo exterior desde que aquel periódico apareció en medio de su campamento. Remus no respondía a través del espejo gemelo y no podían arriesgarse a enviar cartas a los demás miembros de la Orden. Incluso intentaron ir a Grimmauld Place, pero esta era inaccesible.
Se las arreglaron para conseguir el periódico El Profeta, el cual, si bien no era la fuente más fiable de información, era lo más cercano que tenían para saber lo que ocurría. Este no dejaba de publicar nuevas reformas del nuevo Ministro de Magia Supremo, Draco Malfoy; Así como las batallas que lideraba el nuevo jefe del Departamento de Seguridad Mágica, Blaise Zabini, quién tenía como principal responsabilidad “eliminar” a todo aquel que atentara contra el nuevo sistema.
Era cierto que cosas nuevas traía consigo el mandato de Draco, como la, de nueva cuenta, libertad de los nacidos de muggles y mestizos; al igual que la creación de orfanatos para niños mágicos.
Pero la realidad era que ninguna de esas cosas importaban realmente puesto que la versión oficial rezaba que Lily Potter había matado a Lord Voldemort y que ahora ella se encontraba, de la mano de su ”prometido”, Draco Malfoy, creando las nuevas reformas para un mejor mundo mágico.
Y nada de eso era cierto.
En realidad, ellos ni siquiera estaban cien por ciento seguros de que Voldemort realmente hubiera muerto. No podían saberlo a ciencia cierta debido a que Lily ya no era un Horrocrux.
Tenían dos teorías y ninguna le gustaba mucho a ninguno de ellos:
La primera era que todo era una treta del mismo Voldemort para continuar haciendo de las suyas, esperando que Lily bajara la guardia y así poder matarla.
La segunda era que, efectivamente, Draco había asesinado de alguna manera a Voldemort y era el nuevo Señor Oscuro.
Y realmente no sabían cual era la mejor opción.
Los meses pasaban, el público, según el periódico, deseaba cada vez más ver el rostro de su salvadora. Hogwarts se había erigido nuevamente como el gran colegio que era a cargo de la nueva directora, Minerva McGonagall, teniendo como adhesiones al nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras a Cassius Warrington, y a su esposa, Astoria Warrington, como la nueva profesora de Costumbres Mágicas e Introducción al Mundo Mágico.
En esos meses también ocurrió algo sorprendente: el funeral de Pansy Parkinson, quién al parecer había fallecido en una misión del departamento de Aurores.
Ninguno de los tres entendía nada. En realidad, Lily y Hermione ya hace mucho que habían ingresado a una profunda depresión, siendo apoyadas firmemente por Theo, quién no se dejaba vencer por la situación. Theo sabía que debía ser fuerte por sus hermanas, debía protegerlas a toda costa.
Aquella noche, Lily escuchaba los sollozos de Hermione, quién era consolada silenciosamente por Theo. Llevaba ya tres noches así, desde que encontraron un periódico con la imagen de Blaise muy pegado a una embajadora Austriaca que había llegado a Inglaterra para dar la bienvenida al nuevo Ministro Supremo.
Los dos Slytherin sabían que Hermione amaba a Blaise, posiblemente más de lo que cualquiera pudiera notar. Blaise la había amado mucho antes de que ella lo amara, pero ciertamente Hermione se había enamorado más profundo.
Al menos en la opinión de ambos.
—...dejo de amarme...¿por qué dejo de amarme?...—susurraba Hermione entre llantos.
—Shhh, cariño. Por favor, calma.—susurraba Theo acariciando su cabello, intentando tranquilizarla en vano.
Lily suspiró ligeramente y se levantó de su cama, tomó su mochila y haciendo una seña silenciosa a Theo sobre que volvería en un rato, salió de la casa de campaña.
En cualquier otra circunstancia, Theo no permitiría que saliera fuera de la casa aunque tuvieran las protecciones, pero teniendo en cuenta el llanto incesante de Hermione, sabía que Theo no la seguiría aunque quisiera.
Caminó hasta las orillas del lago. Eso lo único que le gustaba de ese bosque, el precioso lago que tenía. Miró hacia el cielo, la luna adornaba preciosamente, iluminando todo el bosque gracias a que era luna llena. Inevitablemente pensó en Remus y deseó que este estuviera a salvo y con una buena dosis de poción matalobos.
Abrió su mochila y sacó una serie de objetos, objetos que no había vuelto a tocar desde su salida de Hogwarts: su bufanda de hilos de oro blanco, sus preciosas horquillas estilo japonés del mismo material, su pequeño kit de maquillaje decorado con flores de oro rosado y un cofre mediano de madera de cedro, completamente negro.
Tocó suavemente dichos objetos, todos obsequios de su ex pareja, quién a pesar de amar el negro, siempre le regalaba cosas de oro blanco. Siempre blanco.
En aquel entonces no le había prestado mucha atención a ese detalle, pero ahora que se detenía a pensarlo, quizá, de alguna extraña manera, Draco intentaba “decorarla” con el color de la pureza, contrastando con la oscuridad suya.
O quizá solo era una tonta coincidencia y Draco no quería que pareciera una Gryffindor con su cabello rojo y objetos en oro dorado.
Miró el cofre de madera, era el último obsequio de navidad que obtuvo de Draco. Aún tenía la nota de cuando lo recibió:
«Se abrirá cuando más lo necesites, te amo.»
Draco no lo había firmado, pero Lily podría reconocer su letra en cualquier parte. Era una caligrafía tan fina, elegante y detallada que, en el pasado, Lily no pudo evitar sentir celos de no tener una caligrafía al menos un poco más aceptable, pues tenía una pésima letra.
Tomó el cofre entre sus manos. Durante la última parte de su estadía en Hogwarts intentó abrirlo de diversas maneras, pero jamás lo consiguió, por lo que era obvio que Draco lo encantó para abrirse en el momento indicado.
Acarició la madera y suspiró.
Entonces, se abrió.
Abrió grande los ojos por la sorpresa. El sello del cofre acababa de abrirse. No pudo evitar rodar los ojos con cierto fastidio. Cuando menos esperas las cosas, más suceden.
Sintió su corazón latir desembocado y, por primera vez en días, el vacío se hizo presente notoriamente en su estomago. Sus manos picaron por la ansiedad de abrir el cofre, pero una parte de su ser la detenía.
Tenía miedo. Mucho miedo.
Miedo de lo que pudiera haber adentro del cofre.
Miedo de que fuera algo estúpidamente romántico que conmoviera profundamente su corazón, como solían hacerlo los obsequios de Draco cuando eran pareja, como la vez que le obsequió una Nimbus 2001 y se la dio con finos dibujos de fresas en todo el palo, solo porque sabía que ella amaba las fresas.
Haciendo acoplo de todo su autocontrol, con manos temblorosas, abrió el cofre y no pudo evitar soltar un bufido al ver que dentro del cofre había una pequeña caja de terciopelo negra.
—Una caja dentro de otra caja, solo tú harías algo así, Draco.—murmuró Lily con la voz ronca. Llevaba días sin hablar.
Tomó la pequeña caja de terciopelo entre sus manos con cuidado y finalmente la abrió. Un jadeó escapó de sus labios, su corazón latió desbocado, sus ojos se inundaron de lagrimas y una sonrisa amarga apareció en su rostro.
Ella tenía razón.
Típico regalo estúpidamente romántico que solo Draco Malfoy podría hacer capaz de conmover su corazón.
Y es que, que mujer no se conmovería al ver un anillo de compromiso de parte del hombre que habían amado toda su vida.
Se trataba de un precioso y delgado anillo de oro blanco trenzado con incrustaciones de diamantes en todo alrededor y un precioso diamante en bruto de color negro. La inscripción en el anillo, rezaba:
«Por toda la vida, siempre te amaré»
Su mirada se quedó fija en aquella inscripción. Pesé a las emociones que había sentido en un principio, no sabía si era porque había dejado de amarlo o porque la situación no le permitía sentirlo, pero ella no sentía absolutamente nada.
—¿Qué haces?
Lily volteó rápidamente, pero se relajó al ver que se trataba de Theo, quién caminó hacia ella con una manta roja, sentándose detrás de ella, abriendo sus piernas para que ella se acomode en medio de el, permitiéndole relajar su cabeza y dejarla caer en el pecho de este.
—Veo que al fin pudiste abrir el cofre que te dio él.—musito Theo. No podían pronunciar su nombre, debido a que temían que hubiera una maldición tabú en el nombre.
La maldición tabú es un hechizo sumamente poderoso que designa una palabra como clave para revelar el lugar donde se ubica quien la ha dicho. Esta maldición había sido usada por Voldemort para atrapar a miembros de la Orden del Fénix, por lo que no dudaban que Draco llegase a usarla también.
Después de todo, a pesar de que la maldición tabú era un conjuro extremadamente complicado y difícil de realizar, si había alguien que podía hacerlo, ese era Draco Malfoy.
—¿Estas bien?—pregunto Theo suavemente al ver que ella no respondía.
—No siento nada y eso me preocupa.—admitió Lily.— Es como si...como si de pronto por todo lo que hemos pasado...yo ya no fuera capaz de sentir nada....Mejor dime, ¿Cómo esta, Hermione?
—Ella ya se quedo dormida y no me cambies el tema. Si eres capaz de sentir, cariño. Solo...tienes demasiadas cosas en la cabeza. —susurró Theo contra su cabello, dejando un suave beso sobre este. —Aunque siendo totalmente sincero, que aún sientas cosas por D...por él, todavía me preocupa. Si llegásemos a tener que enfrentarnos...
—Se lo que tengo que hacer, Theo.—aseguró Lily con sequedad.—No debes preocuparte por eso.
—Me preocupa porque al final la que sale más herida eres tú.—replicó Theo y la estrecho entre sus brazos, provocando una pequeña sonrisa en Lily.
—Te quiero, Theo.—susurró la pelirroja.
—Y yo te quiero a ti, Lily.—susurró el castaño.
Antes de darse cuenta, ambos cayeron profundamente en los brazos de morfeo, dormidos a las orillas del río, Lily en el pecho de Theo y este recargado en las faldas de un árbol.
Lily no había dormido con tanta tranquilidad en mucho tiempo, sin embargo, despertó al cabo de pocas horas. Al momento de abrir sus ojos levemente, fue consciente de la clara pero poca iluminación, así como la densa neblina, la cual le notificaba que apenas estaba llegando el alba, apenas amanecía.
Se acomodo mejor entre los brazos de Theo, quién aún dormía profundamente. Parpadeó un par de veces, intentando adaptar sus ojos a la neblina y entonces vio a dos personas, al otro lado del lago, mirándola a ella y a Theo con mucha seriedad.
—¡Maldición! ¡Theo, corre!—grito Lily, sacando rápidamente su varita y apuntando al enemigo— ¡Bombarda!
Theo, desorientado, pero acatando rápidamente la orden de su reina, se levantó de pasto y corrió hacia el campamento llevando a Lily de la mano. Hechizos rozaron por sus cabezas al tiempo en que Lily los atacaba también.
Al llegar al campamento, Hermione ya había salido con su varita en mano y apuntaba al enemigo sin temor, lanzando todos los ataques que conocía.
De repente, un fuerte hechizo, totalmente desconocido, impacto en medio del campamento, provocando un mini terremoto que les influyo una corriente eléctrica que los hizo caer a los tres al suelo, inmóviles.
Lily cayó junto a Theo, quién con sus últimas fuerzas se colocó protectoramente sobre ella, pero pronto fue aventado al otro lado.
La visión de Lily ya estaba borrosa, aquel ataque era más de lo que ella jamás podría emplear o pelear. Miró a los ojos a su captor.
Eran los mismos ojos que había visto al despertar.
Los mismos que había visto durante seis años de su vida.
Draco Malfoy al fin la había encontrado.