Chapter Capítulo 13
Capítulo 13 Carta Negra Legendaria
Cristina le empujó cuando por fin se sintió sofocada por el beso. —Basta, Natán. ¿Crees que esto es divertido? No puedes tratarme como a tu mujer cuando te apetece y luego ignorarme durante tres años cuando no te apetece. La juventud de una mujer era preciosa, y no podía malgastar así su tiempo. Tenía cosas importantes que hacer y no quería estar atada a él. —Lo que ocurrió en el pasado fue un accidente. Volvamos a conocernos y dejemos de hablar del divorcio —dijo Natán con tono autoritario. Su expresión se volvió seria de repente.
Cristina se llevó las manos a la cintura y soltó un bufido; su disgusto era evidente en su lenguaje corporal y en su expresión. A Natán sólo le parecía adorable. Se acercó y le tomó la mano con suavidad. Tenía que aplacar su ira, ya que había sido él quien la había provocado. Su tono se suavizó al decir: —Muchas mujeres sueñan con ser mi esposa, pero tú eres la afortunada. Deberías valorarlo. Muchas mujeres soñaban con acostarse con Natán, pero él hizo una excepción sólo con ella, así que ¿no debería atesorarlo? Su tono persuasivo seguía sonando autoritario. Cristina no sabía si reír o llorar al ver su expresión orgullosa. —
Estoy dispuesto a dejar que ocupen mi puesto. No creo que salga nada bueno de esto, excepto morir de hambre. «¿Morir de hambre?» La expresión de Natán se ensombreció. «¿Se queja de ser mi esposa?» Cristina notó su expresión de perplejidad, como si dijera que le había hecho daño. —¿No es verdad? Llevo tanto tiempo casada contigo y no he recibido ningún dinero. Trabajar fuera por tres mil al mes es mejor que ser tu esposa. La expresión de Natán se enfrió aún más. «¿Trabajar fuera es mejor que ser mi esposa? Esto es sin duda lo más insultante que he oído en mi vida». Llamó a Sebastián por teléfono. En cuanto Sebastián abrió la puerta, percibió que el ambiente era bastante tenso. —¿Por qué Cristina no tiene dinero de bolsillo? ¿No lo has organizado bien? Natán nunca se había preocupado por su mujer en los últimos tres años, así que Sebastián había sido el responsable de todo. No tenía ni idea de esto. —señor Herrera, ¿no te habías encargado tú de esto? Dijiste que no me ocupara de ella salvo para los gastos de la casa —replicó Sebastián. Cristina resopló al oír aquello. «¡Mira! ¡No le he hecho daño!» Llevaba una vida frugal durante los últimos años.
Ni siquiera poseía vestidos decentes, pues no era más que un adorno innecesario en casa. Ahora que tenía la oportunidad de marcharse, ¿cómo no iba a aprovecharla? El rostro de Natán enrojeció de ira. —De acuerdo. Vete de aquí. Sebastián no se atrevió a quedarse más tiempo y se marchó rápidamente. El ambiente sólo pareció calmarse ligeramente cuando los dos se quedaron en la habitación. Natán entregó a Cristina una tarjeta negra. —Compra lo que quieras en el futuro. Compra las cosas más caras. No necesitas vivir tan frugalmente como mi mujer. A Cristina se le iluminaron los ojos. Era la primera vez que veía aquella legendaria carta negra. Todas las palabras de la carta eran doradas, y la carta parecía brillar. «¡He oído que necesitas al menos mil millones para poder solicitar esta tarjeta!»