Chapter LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 28
CAPITULO 28. ¡Amelie Wilde es mía! Había lágrimas en sus ojos, pero si Heather y Stephanie imaginaban que era por
debilidad estaban muy equivocadas. Aquellas lágrimas en los ojos de Amelie eran pura impotencia y rabia.
-Tengo derecho a una llamada telefónica -gruñó en cuanto la metieron a una celda.
-No te preocupes, muchacha, te asignaremos a un abogado de oficio – le respondió el policía y Meli arrugó el ceño.
-¡Yo no le pedí un abogado de oficio! Es más įusted por qué piensa que yo necesito uno? -replicó ella y vio cómo las ventanas
de la nariz del hombre se dilataban.
La única razón para que eso pasara era que aquel policía se estuviera entendiendo con sus tíos.
– ¡No molestes! ¡No te conviene hacer escándalo con la acusación que tienes encima! — ladró el hombre.
-¡Quiero mi llamada telefónica! – exclamó ella con determinación, pero el hombre se dio la vuelta como si no le importara.
– La tendrás cuando la tengas, mañana probablemente.
Amelie pateó la reja sin poder contenerse y luego se abrazó el cuerpo. Estaba sola en una celda, sin poder hablar con nadie ni
avisarle a nadie. Sus tíos probablemente tuvieran manipulado a medio mundo, y si se dejaba llevar por la desesperación,
Amelie se habría vuelto loca, pero había un nombre en su cabeza, y se sorprendió al darse cuenta de cuánta confianza tenía en
él.
– Nathan va a encontrarme -murmuro para sí misma. Se sentó en la fea camita de la celda, apoyó la cabeza en las rodillas y
trató de consolarse—. Nathan va a venir por mí.
El problema era que a aquella hora de la mañana, Nathan no tenía ni idea de que Amelie estaba en problemas. No fue hasta las
tres de la tarde, al cerrar las clases – cuando Amelie no se subió al auto de la mansión King que pasaba por ella-, que Nathan
recibió aquella llamada del chofer.
-Señor King, lamento molestarlo, pero hace mucho rato que estoy esperando a la señorita Amelie, y ella no ha aparecido.
-¿Qué? ¿A qué hora pasaste por ella? -preguntó Nathan con un nudo en el estómago.
– Llegué hace como media hora. Normalmente solo demora unos minutos porque su salón de clases está junto cruzando el
jardín frontal, pero no llegó, v ahora que me fijo ya no quedan chicos merodeando el edificio... Lo siento muchísimo, señor King
– agregó el chofer, apenado-, pero no la encuentro, y la niña Sophia ya se está poniendo nerviosa.
– Lleva a mi hija a casa de inmediato -ordenó el CEO—. Yo me ocuparé.
Nathan tragó saliva y colgó el teléfono. Canceló todo lo que tenía para el resto de la tarde y se subió a su auto, dirigiéndose a
toda prisa a la universidad. Cuando llegó, en efecto, no había nadie en los salones. Las actividades en la universidad ya habían
terminado, al menos las lectivas...
Nathan se detuvo por un momento.
– Pero el horario de los universitarios no se acaba con las clases, ¿verdad? — murmuró.
Atravesó el campus y se dirigió a los terrenos deportivos, solo conocía un nombre en aquella universidad, pero por el tamaño
que tenía el chico, era obvio que debía ser deportista. Preguntó por Rex Lenning y después de varias negativas por fin otro
alumno le señaló al campo de fútbol americano.
Nathan llegó junto al entrenador y le dijo unas pocas palabras, inmediatamente el hombre hizo sonar su silbato y gritó con
fuerza:
-¡Rex! ¡Sal del campo!
El muchacho corrió hacia uno de los extremos y se dio cuenta de que era Nathan quien lo estaba esperando.
-¿Rex Lenning? ¿Estudias con Amelie?
El chico entrecerró los ojos y luego apreció recordar algo.
-Usted es el que viene a buscarla a veces, Es su papá ¿verdad? ¿Cómo está ella? i He tratado de llamarla todo el día pero no
me responde...!
Nathan apretó los dientes con frustración. -¡No, claro que no soy su padre! ¿De dónde sacas eso?
-Bueno, es que es mucho mayor ¿qué otra cosa podría ser? ¿Su tío?-preguntó el chico y su expresión realmente era tan
inocente que Nathan puso los ojos en blanco.
-¿Sabes qué? Olvídalo. Solo quiero encontrarla, ¿qué es eso de que no vino a la escuela? ¿sabes dónde está? – preguntó
apurado. – No, sí vino, pero se la llevaron –explicó Rex.
-¿Se la llevaron? – Nathan sintió un escalofrío- ¿Cómo que se la llevaron, quiénes?
– Dos policías. Vinieron en la mañana temprano, dos mujeres venían también, dijeron algo de deudas y se llevaron a Meli
esposada. Nathan apretó los puños y sus dientes rechinaron de la rabia. Sacó su teléfono y mostró una fotografía al muchacho.
-¿Estas dos mujeres?
-¡Sí, esas mismas!
Nathan no lo dudaba, Stephanie y Heather Wilde estaban metidas en aquello y por supuesto que el viejo Aquiles también.
Estaba seguro.
Se dio la vuelta para marcharse pero recordó algo importante, agarró a Rex por el casco y lo acercó a él.
– Para que conste, no soy su padre ni su tío. Soy su novio, su novio tóxico como ustedes dicen, así que mejor te comportas
muy bien cuando estés cerca de ella. ¿ Entendido? ,
-S-sí señor -atinó a decir el muchacho y Nathan salió de allí con la frustración bailándole en el rostro. 1
Sacó su teléfono y de inmediato llamó al jefe de su equipo de abogados. El hombre tardó muy poco en localizar la comisaría a
la que habían llevado a Amelie, y Nathan se dirigió allá sin pensarlo dos veces.
Cuando le anunciaron al capitán de la policía que Nathan King estaba en su precinto, salió de inmediato a recibirlo, pero en
lugar de eso fueron ocho abogados lo que lo rodearon y se lo comieron a preguntas. – ¿Usted es familiar de Amelie Wilde? –
preguntó el capitán, y Nathan comprendió que no todo el mundo estaba al tanto de su vida social. -Sí, ella es mi prometida,
¿dónde está? -contestó rápidamente. – Señor King, creo que antes que nada debemos discutir sobre esto con sus abogados...
tranquilamente. Esta joven ha sido acusada de algo muy serio, y quizás usted debería entender su situación legal antes de que
siga involucrado con ella.
Nathan tomó aire profundamente.
– Le agradezco su preocupación, pero sea cual sea la situación legal de Amelie Wilde, estoy dispuesto a responsabilizarme por
ella. Así que si es tan amable, pasemos a su oficina jy expliqueme de una vez por qué demonios tienen a mi
novia detenida y por qué no la han dejado llamarme hasta ahora! El capitán miró con incredulidad a uno de sus policías y ese se
desapareció.
-Estoy seguro de que eso no es así... -Si la hubieran dejado llamar a alguien, yo habría estado aquí mucho antes, capitán, pero
la demanda por el incumplimiento de los derechos civiles de mi novia la dejaremos para después de resolver este problema, ¿le
parece? Ahora haga el favor de decirme bajo qué cargos la tiene aquí. Quince minutos después Nathan ardía de la rabia al
escuchar aquella sarta de acusaciones. Aquiles Wilde había metido cientos de pequeños gastos a lo largo de los últimos ocho
años en una cuenta a nombre de Meli, y la había declarado como un préstamo. La suma de lo que había costado mantenerla
durante los últimos ocho años, ahora los Wilde lo reclamaban de regreso y establecían una demanda contra Meli por deudas
impagas.
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-Entienda esto, es una demanda en toda regla -explicó el capitán-. Mis agentes solo fueron a notificarla, pero ella se resistió a la
autoridad, por eso la trajeron...
– Eso no es cierto – apuntó Nathan.
-¡Señor King! ¡Yo no tengo por qué mentirle...!
– Pero quizás alguno de sus policías sí tenga motivos para mentirle a usted – replicó Nathan con voz sombría—. Créame que si
alguien sabe resistirse a la autoridad es Amelie Wilde y faltan muchas narices rotas aquí para demostrar eso. Sé que los Wilde
pagan bien, capitán, y que están acostumbrados a salirse con la suya, pero Amelie ya no es la niña a la que podían lastimar.
Ahora está conmigo, bajo mi protección, y eso la hace... intocable. -Se giró hacia el jefe de sus abogados y le hizo una sola
pregunta-: ¿Cuál es la forma más rápida de sacar a Amelie de aquí?
– Pagando la deuda —respondió su abogado-. No hay deuda, no hay demanda.
– Págala entonces – ordenó Nathan sin inmutarse, sin siquiera preguntar cuánto era-. Pagala y luego necesito que redactes
algo para mí. ¿Capitán? ¿Hay alguna oficina que nos pueda facilitar? Necesitamos poner en orden algunos documentos.
El capitán asintió de inmediato y les cedió su propia oficina. Nathan le explicó al abogado exactamente lo que quería y luego
salió. -Mis abogados están preparando lo que necesito, pero quisiera ver a mi novia ahora mismo, si es tan amable –demandó
sin una sola gota de amabilidad en la voz.
El capitán lo guio hacia las celdas de custodia preventiva y a Nathan se le encogió el corazón al ver a Amelie allí, abrazándose
las piernas, con la frente apoyada en las rodillas.
Solo levantó la cabeza cuando escuchó el sonido de la reja al abrirse y sus pupilas se dilataron cuando vio a Nathan. Se levantó
para correr hacia él, pero Nathan sabía que tendría suerte de no irse de bruces al suelo y la atrapó al instante, envolviéndola en
un abrazo protector.
-Ya, ya, todo está bien -aseguró él, besando su cabeza.
-Lo sabía, sabía que me ibas a encontrar -suspiró ella contra su pecho.
– No te preocupes – murmuró él, haciendo que se sentara y arrodillándose delante de ella -. Vamos a sacarte de aquí en unos
minutos. Siento mucho que esto haya pasado, sé que no te lo merecés. Amelie levantó la cabeza lentamente, mirándole con los
ojos llenos de lágrimas de impotencia.
-¿Cómo han podido hacerme esto? —susurro-. Son mis tíos, mi sangre... Robarme es una cosa pero esto... ¿mandarme a la
cárcel? ¿Cómo han podido acusarme así? ¿lastimarme así?
Nathan tomó su mano entre las suyas y la apretó para tranquilizarla.
– No te preocupes, no dejaré que te hagan daño – dijo con seriedad-. Solo necesito que hagas algo por mí, Meli. Necesito que
confíes en mí con todo tu corazón ¿puedes hacerlo? — Meli pasó saliva y asintió mientras él sacaba una hoja completamente
blanca-. Entonces firma esto. Amelie firmó aquella hoja en blanco lentamente y se apretujó contra él, llorando mientras Nathan
le acariciaba el pelo. Pronto uno de los policías llegó para advertirle que los documentos de liberación de Amelie estaban en
proceso y que lo necesitaban afuera.
Nathan se molestó por tener que dejarla, pero en cuanto salió se dio cuenta de que era mejor así. Le envió la hoja firmada a su
abogado para que imprimiera sobre ella y fue a ver como en una de las salas de juntas estaba Aquiles Wilde haciendo un
escándalo.
-i¿Cómo que van a liberarla?! -gritaba-. ¡Esto es indignante! ¡Ustedes se dedican a meter gente presa! ¿Cómo pueden hacer
tan mal su trabajo? ¿¡Además cómo es eso de que la deuda está pagada!? ¡Esa chica no tiene ni dónde caerse muerta, no ha
podido pagar esa cantidad...! ¡A saber de dónde se robó ese dinero!
– Tienes razón, Aquiles, ella no pagó la deuda -siseó Nathan-. Yo lo hice.
Aquiles se volvió hacia él con el rostro desencajado. -¿Tú...? ¿No te cansas de defender a esa?
-¿Y tú no te cansas de subestimarme? ¿Cómo puedes ser un hombre tan necio? -murmuró Nathan acercándose a él
peligrosamente—. ¿No te das cuenta de que Amelie ya no es la niñita indefensa a la que le robabas? ¡Amelie es ahora mi
prometida, la señora de la familia King! ¡Amelie Wilde es mía, y lo mío es intocable! ¡Mucho más para cerdos ladrones como tú!
-gruñó con fiereza mientras Aquiles retrocedía.
-¡Te voy a demandar por calumnias y difamación y...!
– Me parece bien, pero primero vas a tener que responder tú a una demanda mía -sonrió Nathan con maldad y uno de los
abogados tras él extendió un documento que todavía tenía la tinta caliente.
– ¿Esto qué es? –murmuró Aquiles. – La demanda de Amelie Wilde reclamando su herencia – respondió Nathan-. Pero no es lo
único. También hay una orden de auditorías, un peritaje económico y la validación de tu deuda por parte de un economista
familiar. – En su tono había una profunda satisfacción-. No sé si lo sabeş, pero los tutores legales no están autorizados a gastar
ni un dólar más del que requiera un heredero. Te agradezco que nos hayas ahorrado el trabajo, y hayas detallado tan bien todos
los gastos de la crianza de Meli... porque todo el dinero adicional a ese monto que tú mismo estipulaste jtendrás que devolverlo!
¡Sin que falte ni un centavo!