Chapter LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 20
CAPITULO 20. (A la calle! Amelie quería que la tierra se abriera y se la tragara. Tropezar y caer en los brazos de Nathan ya se
le estaba haciendo una fea costumbre. Caminó tras él con rabia, sintiéndose avergonzada y frustrada por haber sido tan torpe
delante de todos.
“¿Qué demonios me pasa?”, pensó con amargura. “¿Por qué parece que no puedo controlar mi propio cuerpo?”. Nathan la miró
con simpatía y se dio cuenta de lo molesta que debía sentirse en ese momento.
– No dejes que Stephanie te incomode...
– Tiene razón – murmuró Amelie mientras Nathan se detenía sin saber a dónde ir y ella fue la que tuvo que guiarlo por los
interminables corredores de aquella casa-. Quizás no esté borracha, pero es cierto que soy muy torpe...
-¡Oye! – Nathan la detuvo y pegó su espalda a la pared, llamando su atención-, No vuelvas a decir eso, no eres torpe.
– Nathan... – dijo Amelie, y luego abrió mucho los ojos al darse cuenta de que tutearlo le salía natural.
-Sabes que no lo eres, aunque parece que cada vez que te veo me caes encima. – Nathan se rió y le puso las manos sobre los
hombros—. Por eso te digo que tienes una suerte terrible, pero no te preocupes: siempre te atraparé. 5
Amelie se sonrojó hasta la raíz del cabello y abrió la puerta más cercana, señalando adentro. Había un cuarto de lavado muy
amplio y los dos entraron sin decir palabra. Ella fue la primera en actuar, fue directo a la pileta para mojar un paño, Nathan se
apoyó en una de las lavadoras y observó cómo ella trataba de limpiarle el saco. – ¿Qué haces? – le preguntó amablemente-.
Déjame limpiarme yo mismo, tú no tienes por qué hacerlo.
– Pero es que..
Nathan levantó una mano para detenerla.
-No te preocupes -dijo-, solo es champaña. No me importa la ropa, lo que no me gusta es estar pegajoso, así que en vez de la
ropa mejor nos limpiamos la piel, ven acá. 2
Nathan se rió y la acercó a él mientras le quitaba el paño de la mano y lo pasaba
sobre su clavícula y luego despacio sobre uno de sus brazos. Sintió que su corazón se aceleraba cuando su mano tocó la piel
de Meli y sus dedos se entrelazaron en los mechones suaves de su cabello. Tenía el ceño fruncido, como si estuviera
concentrado en limpiarla cuando realmente estaba concentrado en controlar sus instintos más primarios. Siguió pasando el
paño por el cuello de Amelie, notando como se estremecía levemente al rozarle la garganta.
-Lo siento, no quería estropearte la fiesta – dijo la muchacha con frustración, mirando al techo a ver si ella también se distraía.
– No me importa, en realidad -respondió Nathan–. No es mi tipo de fiesta, y tampoco me gusta mucho esta gente. Amelie iba a
responder cuando él levantó la vista y sus ojos se encontraron. De pronto todo lo demás se volvió irrelevante. Se quedaron así
un largo minuto, sin hablar ni moverse, sosteniendo el aliento.
-La verdad – dijo mientras levantaba el paño para enjuagarse la cara-, me siento un poco... raro.
– ¿Raro? – preguntó Amelie, algo preocupada — ¿Estás bien? -Sí, supongo -respondió Nathan, haciendo una mueca-. No sé,
quizás sea el cansancio o el exceso de champaña, pero me siento mareado y... no sé, diferente. Amelie frunció el ceño y lo
miró fijamente a los ojos.
– ¡Lo sabía! ¡Sabía que esa bruja te iba a echar algo en la bebida! —espeto sin poder contenerse y las pupilas de Nathan se
dilataron de la impresión, pero en lugar de hacer un escándalo se cubrió la cara con las manos—. ¿Estás muy mareado? ¿Qué
tan mareado? —preguntó ella despejándole el rostro y acercándolo para mirarlo– ¿Puedes caminar? ¿Sabes quién soy?
– Estoy muy muy mareado... -mintió Nathan-. Y tengo el corazón... acelerado... Me siento muy caliente. 2
-iJooooder! ¡Ven aca!
Un segundo después Nathan casi ahogaba un grito porque Amelie le metía la cabeza bajo un chorro de agua fría en el lavadero
y luego le daba dos bofetadas que le concetraban las neuronas. 5
-¡Mírame, Nathan! – lo increpó, peinándole el cabello mojado hacia atrás con los dedos—. ¡Tienes que reaccionar! ¡No te vayas
a dormir! ¡Mírame! 2 Y él estaba mirando. La estaba mirando mientras sus manos se cerraban alrededor de sus caderas,
acariciándola hasta que Amelie sintió que sus rodillas
casi no la sostenían. Ahogó un gemido cuando lo vio sonreír despacio, mientras las gotas de agua caían de su cabello sobre
ella, y un segundo después sintió aquellos labios posesivos sobre su boca. Nathan la: besaba apasionadamente, con una
intensidad que casi la quemaba. Sus manos se movían sin descanso sobre su espalda, acariciándola, palpando, agarrando, y
Amelie gemía contra su boca mientras sus propias manos se aferraban a los cabellos de Nathan.
“No se va a acordar de esto, no se va a acordar de esto...” se consolaba Meli para justificar que, por un instante, queía
permitirse besar a aquel hombre.
Él la alzó en vilo y ella le rodeó la cintura con las piernas, presionándose contra él mientras lo sentía crecer contra su cuerpo.
Amelie no supo cuánto tiempo estuvieron así, perdidos el uno en el otro, pero cuando por fin él la soltó tenía los labios
entumecidos y los ojos brillantes. Nathan respiraba pesadamente y ella temblaba un poco.
-Creo que estoy... – susurró contra su boca-, mejor. 1
– Sí... yo también creo eso... -respondió Amelie sin aliento, aunque sus mejillas seguían ardiendo y apoyaba los pies en el
suelo-. Será mejor que nos vayamos.
Alcanzó la puerta casi corriendo y recorrieron el pasillo de regreso en silencio, pero si tenían alguna intención de decir algo,
pronto la olvidaron, cuando llegaron al salón principal y no encontrarona Sophia. Se separaron para buscarla y Amelie se dirigió
a los salones de visita más alejados. De repente una escuchó una voz que la hizo detenerse y enseguida se desvió, a medida
que se acercaba podía escuchar las voces alteradas.
-¡Tú la empujaste! ¡Ella no se cayó! ¡Eres una mujer muy mala! -gritaba Sohia con sus pequeños puños apretados mientras
miraba a una enfurecida Stephanie.
—¿Y tú quién te crees para meterte en esto, mocosa estúpida? — replicó Stephanie.
-¡Yo te vi! ¡Tú empujaste a Meli! ¡Y se lo voy a decir a mi papá!
-¡Mira, niña! – dijo Stephanie, mientras tomaba a Sophia por la manga del vestido, sacudiéndola-, ¡Yo hago lo que quiera! ¿O es
que todavía no te has dado cuenta de que no debes fastidiarme?
-¡Eres una bruja! -gritó Sophia entre los esfuerzos de liberarse-, ino quiero que mi papá se case contigo! – ¡Pues fíjate que no
se te va a hacer, mocosa ! Y si te atreves a decirle algo a tu padre, cuado me case con él te va a ir muy mal – dijo Stephanie
amenazante, mientras Sophia se ponía pálida y sus ojos se llenaban de lágrimas.
-¡Mentirosa! ¡Mi papá me quiere mucho! – ¡Pues yo me voy a asegurar de que no te quiera! – le espetó Stephanie-. Le voy a dar
otro hijo que sea mejor que tú, y a ti te vamos a mandar a un internado en Europa, ¡Muy lejos de nosotros! ¡Y no vas a ver
nunca más a tu padre ni a tu abuelo! – la amenazó Stephanie con maldad—. ¡Así que no te metas en mi camino o si no...!
Amelie estaba paralizada, pero pronto volvió en sí y corrió hacia donde estaban ellas.
-¡No te atrevas a tocarla! -grito, sin poder creer que Stephanie fuera capaz de tanto.
Stephanie, al verla, soltó bruscamente a Sophia y ésta corrió hacia Amelie derramando lágrimas por todas partes.
-¿Cómo te atreves? – le espetó Stephanie furiosa- , ¿cómo te atreves a meterte en esto? ¡Alguien tiene que poner a esa niña
estúpida en su lugar!
-¡No me importa! — replicó Amelie-. No le harás daño a Sophia, ni siquiera si yo tengo que...
-¿Qué? ¿Tienes que qué? ¿Recibir nuevos golpes por ella? -replicó Stephanie con sarcasmo– ¿No te alcanzaron con los
últimos que te di?
Stephanie se acercó a ella peligrosamente y Amelie apretó los dientes, porque muy en el fondo sabía que en cierto punto ya no
sería capaz de seguir tolerando todo lo que su prima hacía.
– No te arriesgues... -siseó entre dientes con los ojos encendidos—. Te he tolerado mucho, Stephanie, pero no voy a dejar que
lastimes a Sophia y menos que la amenaces con separarla de su familia. —Stephanie se quedó mirándola fijamente por un
momento, respirando pesadamente, a punto de explotar de ira y de impotencia-. ¡No te arriesgues! -advirtió Amelie con más
fuerza, pero sabía que su prima no la escucharía.
Vio el momento exacto en que Stephanie trató de golpearla. Sin pensárselo dos veces, Amelie la agarró por el brazo y le dio un
fuerte golpe en la cara que hizo que Stephanie cayera al suelo con expresión de espanto. 2
-¡ sea! –gritó Stephanie sorprendida mientras se miraba el rostro cubierto de sangre por la nariz rota-. ¡Te voy a matar! -¿Qué
diablos está pasando aquí?-vocifero Aquiles y tras él llegaron corriendo varios invitados, incluyendo a los King. -¡Papi! ¡Me
golpeó, esa sirvienta me golpeó! –la acusó Stephanie y su tío se
giró hacia Amelie con rabia. Sin embargo no pudo hacerle nada, porque Amelie había cargado en brazos a Sophia, que lloraba,
y con la heredera de los King en sus brazos nadie podía agredirla.
-¿Alguien me quiere decir que está pasando? – gruñó Nathan-. ¿Por qué está llorando mi hija?
-¡Por culpa de Amelie! – gritó Stephanie tratando de ponerse de pie y Nathan se dio cuenta de que esta vez Amelie se había
ahorrado la cachetada y había atacado directamente a la nariz con el puño cerrado- . ¡Una niña no debería ver actos de
violencia! ¡Eres una animal! j’Te voy a denunciar! -¡No es cierto! -gritó Sophia—. ¡Meli solo me defendió! ¡Bruja, bruja! – ¡Esto no
es una fiesta, es un espectáculo de circo para los medios! -protestó el abuelo James con irritación-. Nathan, creo que es hora de
que la familia King se retire de esta casa.
-Creo que tienes razón. Nos vamos – acordó Nathan tomando a su hija de los brazos de Amelie.
Sin mediar más palabra, los King se dieron media vuelta y salieron del salón. Amelie los miró por un instante y luego suspiró
antes de ir tras ellos.
– Espera, papi, espera – dijo Sophia apenas llegaron al estacionamiento. Nathan la puso en el suelo, y la niña corrió hacia la
entrada, abrazando a Meli, que estaba allí de pie-.¡Tienes que venir con nosotros, Meli! ¡Esa bruja te va a echar! ¿ Verdad?
Amelie suspiró con tristeza.
—No lo sé, Sophi -murmuró agachándose junto a ella—. Pero tengo que quedarme a ver qué sucede. Por desgracia, no se
puede escapar de los problemas, nena, hay que enfrentarlos.
La niña se abrazó a su cuello llorando con fuerza.
-Esa bruja es muy mala, Meli. ¡No quiero que se case con papá! ¡Por favor, ayúdame!
Meli le limpió el rostro con cariño.
– Traquila, mi amor, nada de lo que dijo Stephanie es verdad. Nunca vas a separarte de tu familia – le aseguró-. Pero ahora
debes irte con tu padre, eso es lo correcto. Ve.
Sophi se sorbió los moquitos antes de darle un beso y correr hacia su padre, y Amelie los vio irse mientras se sentaba en una
banca del jardín.
Esperó cerca de media hora, mientras el escándalo crecía dentro de la casa y los invitados se retiraban de allí, pero cuando fue
a entrar de nuevo a la casa para escuchar aquella reprimenda, ni siquiera se lo permitieron.
Aquiles v Heather Wilde no solo estaban en la puerta, sino que estaban lanzando afuera, como si fuera basura, las pocas cosas
que Amelie tenía.
Amelie ya estaba acostumbrada a sus miradas de odio y desprecio, y aquel desenlace tendría que llegar tarde o temprano, así
que simplemente sonrió con tristeza mientras recogía las únicas cosas que le importaban. Una pequeña caja con la pulsera que
había heredado de su madre, un álbum de fotos, su ropa de trabajo, y metió todo en una bolsa negra de basura que le lanzaron.
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– ¡Lárgate de aquí! ¡A la calle, malagradecida! —vociferó Aquiles—. ; Espero que te guste dormir debajo de un puente!