Chapter Capítulo 159
ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 8. ¿Tú sabes kung fu, karate y esas cosas?
Aaron esperó la explosión de carácter, el enojo, el berrinche las siete groserías. La frase que debía salir de su boca era: Tú a mi
no me dices a dónde puedo o no puedo ir.
Pero para su sorpresa la muchacha apretó los labios y respiró profundo.
-OK–gruñó y se metió en su cama enfurruñada.
-Dulces sueños, angelito -respondió Aaron antes de salir y apagar la luz.
Se fue a su sofá y se sentó a ver la pelea con aquella sensación de triunfo. Si se inclinaba a un ladito podía ver la curvita de su
trasero bajo el edredón, así sabía que seguía ahí. Media hora después la curvita seguía en el mismo lugar, y una hora
después... la curvita no se había movido ni un milímetro.
Aaron arrugó el ceño con sospecha y de inmediato se levantó. Entró a la habitación en penumbras y quitó el edredón de un tirón
solo para encontrarse que la curvita había sido astutamente rellenada con una almohada.
Por un segundo el guardaespaldas se quedó mudo. ¡Se había escapado! De verdad se había escapado y él no tenía ni idea de
cómo... hasta que se asomó a una de las ventanas y vio la escalera de incendios.
-¡Tiene que ser una puta broma! -gruñó- ¿Cómo se me pudo escapar? ¡A mí! 6
En cuestión de segundos estaba vestido y activó el rastreador que le había puesto a su auto. Su destino era el centro de la
ciudad, donde por supuesto estaban todos los clubes nocturnos. Se dio la vuelta y salió corriendo del departamento mientras se
ponía una chaqueta de cuero. Subió en su auto, el que Sibar le había traído el día anterior junto con su maleta, y arrancó en
persecución de aquel puntito verde.
Con los frenos chirriando, Aaron estacionó el auto afuera de un club nocturno. El que el cielo estaba tintado de rosa y morado
sobre el complejo por las luces estroboscópicas, y todo parecía estar revuelto y activo. La música se escuchaba a distancia, los
bajos del sistema de sonido sacudieron su cuerpo cuando estuvo en el umbral, pero antes de subir las escaleras, se fijó en un
pequeño negocio que había a un costado y se detuvo frente a él.
Había un muchacho joven en el mostrador y Aaron señaló a una de las camisetas negras que colgaban de una percha. Luego
sacó su teléfono con una foto y la puso frente a él.
-Quiero esa -declaró tomando un pequeño bloc de notas y escribiendo algo-. Con esto encima... y esto debajo. 1
El muchacho lo miró y sonrió con sorna.
-Tú no te quieres la vida -murmuró-. Dame cinco minutos.
-Tres y te pago el doble -respondió Aaron.
En efecto, tres minutos después sonreía de oreja a oreja mientras se ponía aquella playera y subía las escaleras hacía el club.
El interior estaba lleno de gente bailando, cantando y gritando sobre una pista en medio; las mesas rodeaban la pista como si
fueran un anillo y había cuatro barras atestadas de gente.
No le tomó mucho tiempo localizar a Nahia sentada en una de ellas. Se detuvo, mirándola con los ojos entrecerrados. Llevaba
un pantalón ajustado de cuero, sexy pero difícil de quitar, de los que chillaban. Una blusa coqueta y el cabello recogido en un
moño desordenado. Tacones de aguja no demasiado altos y nada de bolsos.
¡Pooooooor supuesto que tenía cien buitres alrededor! ¡Cómo no, si era un dulcecito!
Sin embargo el primer instinto de Aaron no fue ir a confrontarla. En cambio se sentó tres sillas más atrás, en su punto ciego
donde ella no podía verlo pero cualquiera que se le acercara sí, y esperó a que el idiota de turno que intentaba conquistarla lo
mirara.
Bastó un segundo para captar la atención del chico, que de inmediato tosió aparatosamente y se disculpó, alejándose de ella y
perdiéndose en la multitud que bailaba. Nahia arrugó el ceño, aquello le había parecido raro, pero tampoco era tan creída como
para negar que podía no gustarle a alguien, así que optó por seguir divirtiéndose sola hasta que un muchacho muy guapo se le
acercó.
Parecía inteligente y a Nahia le agradó el hecho de que estudiara en Oxford, pero no llegó a saber nada. más aparte de que se
llamaba Josh, porque tres minutos después, mientras él miraba alrededor, sus ojos tropezaron con aquello y también se
disculpó apresuradamente.
Nahia lo vio perderse entre la gente y achicó los ojos. ¿Qué demonios estaba pasando?
Pero cuando el siguiente que iba a acercarse a ella ni siquiera llegó a su lado, sino que giró en redondo y se marchó sin
haberse presentado siquiera, Nahia miró a todas partes y casi se le desencajó la mandíbula cuando lo vio.
Aaron movía los dedos, saludándola desde aquella banqueta en la que estaba sentado. Tenía puesta una playera negra que le
marcaba cada maldito músculo, pero ese solo era un conflicto menor, porque aunque Nahia estaba a punto de que se le saliera
la baba por él, no demoró nada en ver lo que llevaba
puesto.
El verdadero problema era que en medio de aquella playera estaba bien grande una foto de ella sonriendo.
Arriba decía “COBRA MUY CARO“, y abajo decía: “Y SE MUEVE MUY MAL” 14
Nahia ni siquiera había podido decir ni una palabra cuando él literalmente sacó al que estaba al lado suyo en una banqueta y le
gruñó por lo bajo para que se largara, ocupando su puesto junto a ella. 1
-¿Qué diablos haces aquí? -siseó Nahia sorprendida.
-Nada, solo mi trabajo -murmuró él como si no fuera importante.
-¿Y tu trabajo es hacerle creer a todos que soy put@? -le espetó y un segundo después tenía la espalda pegada a la barra ya
Aaron pegado a ella por el frente.
-Mi trabajo es alejar idiotas de tu lado -murmuró él en su oído haciendo que se le erizaran hasta los pensamientos. Y esta es
una buena forma de hacerlo sin ensuciarme las manos.
-Pues estás haciendo muy mal tu trabajo porque todavía estoy viendo a un idiota frente a mí -rezongó ella mirándolo a los ojos,
pero Aaron solo sonrió y volvió a sentarse.
-De verdad que me engañaste aseguró Aaron y ella sonrió de medio lado.
-¿Cuándo me escapé?
-No, cuando te conocí -replicó él-. Habría jurado que eras más madura, no creí que te escaparías de tu guardaespaldas cuando
hay un psicópata suelto al que no le agrada tu hermano.
Nahia suspiró y se sentó a su lado.
-A ver, tampoco hay que exagerar. El ex de Maddi está enojado porque Maddi le dio una paliza, tampoco es como que sea un
asesino en serie -replicó. Y si Maddi fue capaz de darle una paliza, tan peligroso no puede ser.
Aaron al miró un instante pero no había cómo replicarle porque en eso tenía razón, así que siguió bebiendo con mucha calma.
Un minuto después Nahia lo miraba con frustración y le preguntaba.
-Oye Robocop. ¿Tú sabes kung fu, karate y esas cosas?
-¿Lo dices porque soy guardaespaldas?
-Lo digo porque te estás tomando mi cerveza -replicó ella con tono amenazante.
-Estás muy chiquita para beber -se burló él, sabiendo que Nahia estaba a punto de saltarle encima—. Pero si la quiere de
vuelta... -Se empinó la botella terminando de tomarsela y Nahia lo vio meter la lengua en ella como si quisiera escurrirla. 1
No supo exactamente por qué, pero aquello le provocó un escalofrío tan grande que acabó gimiendo antes de grunir un “Te
odio” y salir de allí.
Aaron se rio para sus adentros mientras la seguía, pero apenas llegó al estacionamiento cuando ella estaba encendiendo su
auto.
ya
-Te puse un rastreador -le advirtió inclinándose sobre su ventanilla-. Así que aconséjate y vete a casa antes de que te haga
pasar vergüenza en otro club.
Nahia pisó el acelerador y lo dejó allí, pero cuando Aaron se subió a su coche y revisó la aplicación de rastreo, vio que se
estaba dirigiendo al departamento.
No demoró ni dos minutos en subir tras ella y antes de subir se detuvo en una pequeña tienda de conveniencia.
Para cuando entró en el departamento ella ya estaba en pijama y máscara de bruja.
-¿La cerveza de la paz? -ofreció él enseñándole el paquete de seis que había comprado y Nahia apretó los dientes pero asintió.
Se apoyó en la encimera y abrió una botella mientras Aaron hacía un esfuerzo por no notar la forma en que sus pechos se
apretaban contra el mármol blanco.
-Pudiste encontrar una mejor foto -se quejó ella señalando la camiseta-. ¿Y además qué es esa basura de que me muevo mal?
¿De dónde sacas eso?
-Es lógica básica. No hay forma de que te muevas bien siendo virgen -replicó él y a Nahia se le salió cerveza hasta por la nariz.
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Aaron reía, ella tosía... el epitome de la comedia hasta que él se encogió de hombros.
-Agradécele el exceso de información al imbécil de tu ex -declaró tomando su cerveza y sentándose en el sofá-. Pero no te
preocupes, no hay nada que no pueda aprenderse en esta vida.
Puso la televisión y Nahia fue a sentarse enfurruñada a su lado. Vieron el final de una pelea y ella se dio cuenta de que a él le
gustaban los deportes violentos.
-¿Necesitas más cerveza de la paz? -preguntó él y Nahia suspiró.
-Tres cajas más. Yo la busco -replicó levantándose para ir a la cocina y sacar otras dos cervezas heladas de la nevera. Las
destapó y demoró solo un poco, pero cuando regresó también traía palomitas.
-¿Las palomitas de la paz? -preguntó ella y Aaron le sonrió con una expresión tan dulce que Nahia no pudo evitar pensar:
“¡Uff! ¡No me merezco esa sonrisa!”
Veinte minutos después el aire acondicionado parecía haber dejado de funcionar, porque Aaron empezó a sudar y Nahia se
inclinó hacia él.
-¿Te sientes bien? -le preguntó mientras empezaban a pasar comerciales entre dos peleas.
-Si–gruñó él hasta que se dio cuenta de que ella no lo estaba preguntando por la bondad de su corazón. Tiró de su antebrazo y
la acercó a él-. ¿Qué hiciste, Nahia?
La muchacha aprovechó el impulso y pasó una pierna al otro lado, para sentarse a horcajadas sobre él y Aaron contuvo la
respiración al tenerla tan cerca.
-Intento aprender... -murmuró ella tanteando el borde de la playera con las puntas de los dedos y lo sintió estremecerse.
-¿Aprender? -preguntó él sin poder creer que aquello estaba sucediendo.
Nahia asintió y se acercó más, levantándole la playera y sacándosela por la cabeza. Se mordió el labio inferior cuando vio
aquella tableta de chocolate que era su abdomen; pasó la tela sobre él para limpiar el sudor y luego dejó caer sus brazos
alrededor de su cuello para atraerlo.
Tenía su boca a centímetros de la suya y podía escucharlo respirar pesadamente
-Pues estaba pensando en que quizás podría enseñarme a moverme -le susurró al oído y Aaron sintió una extraña corriente
eléctrica recorrer su cuerpo, mientras la sentía echar adelante las caderas y restregarse contra aquella erección que estaba ya
peleándose con su bragueta.
¡No sabía un cuerno! Aaron no podía recordar que jamás una mujer se hubiera movido sobre él con tanta sensualidad, pero
cuando estaba a punto de derretirse ella aferró su cuello y le susurró al oído.
-Quisiera equivocarme... pero presiento que esta noche en especial no vas a poder enseñarme nada Aaron arrugó el entrecejo,
sabía que algo se traía entre manos y eso lo preocupaba. La escuchó ahogar un grito mientras le daba la vuelta y la hacía
quedar debajo de él en el sofá.
-Te pregunté qué hiciste, Nahia, contést... -pero no pudo terminar.
Por su frente cruzó una arruga de dolor y en un segundo su abdomen se llenó de ruidosos espasmos. -¡Ups! ¿Eso qué fue?
-¡Te voy a matar, Nahia! -le gritó mientras se lanzaba del sofá y corría hacia el baño-. ¡Te juro que me vas a pagar por esto!
Ella cruzó los brazos y sonrió satisfecha.
-¡No siempre puedes ganar, Robocop...! Es más, nunca vas a ganar conmigo, así que mejor ni lo intentes.
Él asomó la cabeza por la puerta del baño y Nahia vio sus ojos desafiantes.
-¡Deja que salga de aquí y vas a ver! 11