La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Chapter Capítulo 152



ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 1. Mucho gusto... señor Orlenko
Aaron Orlenko, el mayor de los gemelos Orlenko, solo tenía un instinto básico y ese era pelear o pelear“. Era un guerrero nato,
quizás por eso las jaulas de peleas clandestinas eran su lugar preferido. Callado, versátil y peligroso, había puesto en práctica
cada una de sus habilidades para fundar una compañía élite de seguridad. 2
El mundo era perfecto para él. La mayoría de sus clientes eran unos estúpidos, pero tenía una vida sin complicaciones, más
dinero del que podía gastar y de vez en cuando una buena pelea para encenderle la sangre.
¿El problema? Aaron Orlenko estaba preparado para el ataque de cualquier enemigo, pero no estaba preparado para conocerla
a ella: la chica de uno de sus clientes.
La que no lo miró más de una vez antes de poner su perfecto mundo de cabeza. 1
La que no lo quiere.
La que no lo persigue.
La que puede salir muy lastimada a menos que él haga lo que no ha hecho jamás... traicionar a un cliente.
(Estos sucesos ocurren más o menos contemporáneos al inicio de Corazones Atados)
CAPÍTULO 1
Aaron respiró profundo mientras el señorito al que cuidaba pedía a voces un café para sacarse la borrachera que llevaba. Tenía
veinte años, solo cuatro menos que el guardaespaldas, pero Aaron no recordaba haber sido tan inútil a esa edad. 2
Decir que Austin Carter tenía el cerebro de un avestruz... hubiera sido ofender al pobre animalito, pero trabajo era trabajo. Su
padre, Jefferson Carter, lo había contratado hacía seis meses para que escoltara a su hijo por todo Estados Unidos y Canadá,
visitando cada uno de sus hoteles. No había una sola amenaza contra el chico así que Aaron era básicamente un niñero,
intentando que llegara sobrio y a tiempo a las reuniones.
-¡Vamos, Carter, levántate que no tengo todo el día! -exclamó tomando su cartera de la mesa de noche y pagándole a las dos
chicas que había levantado en un club.
Las muchachas se fueron encantadas por el pago doble y Austin se sentó en la cama, rezongando.

-¿Dónde está mi maldito café? ¿No te lo pedí ya?
Un segundo después Aaron le vaciaba encima una cubeta de agua con hielo encima.
-Y yo no soy tu maldito mayordomo -siseó en voz baja-. Te doy cinco minutos para alistarte, tienes una reunión en media hora.
Austin se levantó refunfuñando para soltar la mejor frase que el guardaespaldas había
escuchado en su vida:
-¡Estás despedido!
La carcajada de Aaron se escuchó en toda la habitación.
-¿En serio? -dijo dándose la vuelta con una sonrisa divertida-. Para empezar tú no tienes autoridad ni para despedir a tu chofer.
Solo eres el niño mimado de papi que encima ni siquiera es capaz de hacer bien su papel de mantenido y llegar temprano a una
reunión con los empleados de tu padre. Y para acabar, a tu padre ni se le ocurriría despedirme porque Aztra Security, la
compañía de seguridad que cubre cada uno de sus hoteles y sus oficinas ejecutivas... es mía. a
Austin apretó los puños y gruñó mientras se limpiaba la cara. Aaron Orlenko solía ser tan callado que jamás se había imaginado
eso.
-No puede ser. Si la compañía es tuya ¿qué haces trabajando? -lo increpó.
-Las oficinas me aburren... pero últimamente tú también. Cinco minutos o entraré aquí con algo más pesado que un balde de
agua con hielo -lo amenazó.
Salió de la habitación y se encontró con otro de los guardaespaldas que venía con el café para Austin, pero Aaron lo recibió y
se lo bebió él mismo ante la mirada risueña de Sibar.
-No lo entiendo -murmuró Sibar-. Cuando salimos de Boston era un chico bueno, amable, hasta las gracias daba cuando le
abría la puerta del auto. Pero en cuanto pisó el primer antro de Nueva York se volvió un creído, arrogante y malcriado.
-Siempre ha sido un creído, arrogante y malcriado, la gente no cambia; solo que antes estaba bajo la supervisión de su padre y
sabía fingir lo suficientemente bien para comportarse–replicó Aaron-. Por eso ya no le abro la puerta.
-Por suerte ya estamos terminando -le recordó Sibar-. Esta es la última reunión y nos regresamos a Boston.

-Amén, hermano -suspiró Aaron y exactamente cinco minutos después salían a la oficina.
Esa misma noche a las once abordaban un avión con destino a Boston. Apenas si habían despegado cuando Aaron lo vio
pelearse con una computadora portátil.
-¿Todo bien?
-¡Esta m*****a cosa no se quiere conectar a internet! -rezongó Austin-. Y necesito que me manden un regalo envuelto al
aeropuerto porque olvidé comprar algo para mi novia.
Aaron arrugó el ceño con incredulidad.
-¿Tienes novia?
-Pues sí, ¿por qué te sorprende?
Aaron se desabotonó el saco y se sentó frente a él.
-Porque no la has mencionado ni una vez, y en seis meses te he visto follarte todo lo que te pasaba por delante. La verdad es
que creo que no te he visto follarte a un cura solo porque no te confiesas, pero si no, ni ese se hubiera salvado.
-Ja ja. Muy gracioso–gruñó Austin-. Pues sí tengo y me va a ir a esperar al aeropuerto. Fuimos novios en el último año de su
preparatoria, y debe estar ansiosa por verme.
-Sí, debe ser medio idiota la pobre... -murmuró Aaron porque todavía no entendía por qué las mujeres perseguían a un
descerebrado como él. Así que la chica era idiota o era igual de insoportable que Carter.
Sin embargo había una tercera opción y Aaron se dio cuenta cuando siete horas después Austin salió del baño del avión vestido
como un niño bueno, con polo y su chaleco tejido de cuello en V.
Apenas bajaron del avión cuando vieron un Maserati GranCabrio deportivo de cuatro plazas en color plata que era una belleza,
y junto a él estaba parada una chica que no debía llegar a los diecinueve, pero que evidentemente debía tener mucho dinero
para tener aquel auto.
La vio correr hacia Austin y abrazarlo más que besarlo. Se notaba sinceramente feliz de verlo. ¡La pobre chica estaba
absolutamente engañada!
-¡Qué gusto me da que hayas regresado! -exclamó emocionada.

-¡A mí también! ¿Nos vamos?
Hizo ademán de tirar de ella, pero la muchacha lo detuvo.
-Austin, no seas maleducado, no viniste solo -dijo mirando a los dos hombres que venían con él.
-Solo son mis guardaespaldas, que vengan detrás -rezongó Austin pero la chica puso los ojos en blanco.
-Si son tus guardaespaldas su trabajo es estar contigo, no seas infantil -replicó y Aaron se quedó mudo de la impresión. La
muchacha se le acercó y le tendió la mano-. Un placer, Nahia King.
Y justo en ese momento se dio cuenta de que ella tenía la sonrisa más luminosa del mundo y era para todos.
-Aaron Orlenko, mucho gusto -saludó estrechando su mano y hasta sintió que perdía el aliento cuando ella la estrechó con
fuerza.
-Señor Orlenko, mi auto tiene cuatro plazas, con gusto pueden venir con nosotros, solo que no tengo espacio para el equipaje –
dijo Nahia con preocupación.
-Sibar -llamó Aaron-. Espera al auto que viene de la casa, yo iré con ellos.
El otro guardaespaldas asintió sin muchas ceremonias y ellos tres se dirigieron al Maserati.
-¡Yo conduzco! -gritó Austin y Nahia le lanzó las llaves.
Él se subió de inmediato y Nahia abrió su propia puerta sin esperar a que el
guardaespaldas lo hiciera por ella, sin embargo durante un segundo pareció quedarse
pensativa mientras lo observaba. Estaba armado, llevaba un arnés con dos pistolas y la funda de un cuchillo militar.
-¿Pasa algo, señorita King?
Ella negó.
-No, es solo que... mi hermana mayor tuvo guardaespaldas cuando era niña -murmuró con un poco de tristeza-. Malos tiempos,
solo eso.

Aaron sintió un nudo en el estómago ante aquella sinceridad y de repente entendió por qué era una persona tan madura,
probablemente la hubieran educado bien.
-¿Prefiere ir delante o detrás, señor Orlenko? -preguntó Nahia y él le sonrió con amabilidad.
-La seguridad dicta que debería conducir yo, pero como es evidente que Carter se pondrá a hacer berrinche, lo mejor para su
seguridad, señorita, es que yo vaya delante dijo Aaron.
-Por supuesto -accedió ella y enseguida se subió en el asiento de atrás.
Por supuesto que Austin hizo un berrinche, porque para empezar no quería que su
guardaespaldas fuera con ellos, y para continuar le molestaba que Nahia no estuviera a su
lado.
La conversación de ahí en adelante fue trivial. Ella había terminado de estudiar la preparatoria con honores y quería estudiar en
Europa.
-i¿Cómo que en Europa, Nahia?! -rezongó Austin acelerando-. ¡Yo acabo de llegar!
Ella lo miró a través del espejo y asintió.
-Lo sé, Austin. Pero ¿qué me quieres decir con eso?
-¡Que no puedes irte a Europa cuando yo apenas estoy regresando! ¡Estudia aquí! — replicó Austin con molestia y Aaron
también aprovechó el retrovisor para ver la expresión impávida de la muchacha.
-Mi sueño siempre ha sido estudiar en Oxford, como mis hermanos -dijo Nahia con determinación-. ¿Por qué lo abandonaría?
-¡Porque yo estoy aquí! -gruñó Austin y Aaron respiró profundo porque hasta a él le daban ganas de contestarle que era un
imbécil-. ¡No podemos tener una relación a distancia, así que quédate y estudia aquí!
-Si no quieres tener una relación a distancia entonces múdate a Inglaterra conmigo. ¡Y baja la velocidad que esto no es un Gran
Prix! -le advirtió.
Solo en ese momento Aaron se dio cuenta de que el auto iba realmente rápido en el

tráfico de la ciudad. A esa velocidad confiaba en él mismo pero no en un tarado como Austin.
-¡Carter, baja la velocidad! -le ordenó.
-¡Tú a mí no me dices qué hacer, guardaespaldas! -replicó Austin.
-¡Pero yo sí, este es mi auto, baja la velocidad ahora!
-¡Ay, Nahia, por favor, no seas miedosa...!
-¡Frena, Austin, hay un abuelo cruzando! -le gritó ella echándose hacia adelante. ¡Maldit
sea, frena!
Aaron sintió aquella pequeña mano apretando su hombro solo un segundo y luego actuó. Su mano izquierda fue a sostener
firmemente el volante mientras con la derecha metía el freno de mano y pocos instantes después el Maserati se detenía
violentamente frente al paso peatonal. No llegó a golpear al abuelo pero el pobre anciano se tambaleó de la impresión.
Aaron vio a Nahia saltar sobre coche y correr hacia él para socorrerlo. Abrió la puerta del auto y salió a ayudarla.
Por algunos minutos la vio hablando con el abuelo, tranquilizándolo y ofreciéndole una disculpa por haberlo asustado, y no pudo
negar que se le enterneció el corazón con la dulzura de aquella chica. La misma dulzura que se convirtió en una explosión de
rabia cuando se giró hacia Austin.
-¡Sal de mi auto! -siseó con los dientes apretados.
-¡Vamos, Nahia, no pasó nada! -replicó Austin con impotencia. Últimamente sentía que todos a su alrededor eran unos
aguafiestas.
-¡Sí que pasó! ¡Casi atropellas a una persona!
Solo fue un susto!
-¡Pues a mí me da igual! ¡Te bajas de mi auto! -sentenció ella con una autoridad que sin embargo, el idiota de Carter no parecía
dispuesto a respetar.
Aaron llegó junto a ella. Sabía que Austin tenía las llaves en el bolsillo y si quería podía dejarlos tirados ahí.

-Carter, no te pongas difícil. Devuélvele las llaves, deja que ella conduzca -le dijo.
-Pues no me voy a bajar -replicó él con molestia enfrentando a Nahia-. Yo tengo las llaves del auto. Así que si quieres llegar a tu
casa, más vale que te subas o te voy a dejar aquí.
Nahia apretó los dientes por un segundo y se giró hacia el guardaespaldas. Aaron literalmente dejó de respirar cuando ella le
abrió el saco y sacó el cuchillo de combate, y antes de que pudiera siquiera prever su movimiento, la vio acuchillar con fuerza el
tablero digital del auto, hasta que empezaron a salir chispas por todos lados y Austin se bajó con
un grito asustado.
-¿¡Estás loca!? -le gritó.
-Pues tú tienes las llaves pero a ver cómo lo arrancas -replicó Nahia mientras le devolvía el cuchillo a su dueño-. Dile a tu padre
que me debe un Maserati, esta misma tarde le paso la factura. 4
Se inclinó sobre el asiento trasero y agarró su cartera. Y antes de que parara un taxi y se perdiera en el tráfico, ya Aaron sabía
que se estaba derritiendo por ella.


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