Chapter Capítulo 145
CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 32. Tú no estás Intoxicado...
James sintió que la habitación le daba vueltas.
-¿Perdón? -murmuró ¿Qué quieres decir con...? ¿En serio?
El conde Westerfield asintió y James no estuvo muy seguro de si creerle o no, porque eso podía tener demasiadas
ramificaciones en las que en ese justo momento no quería pensar.
Ya había mandado a hacer su cabaña especial en los terrenos del colegio, donde Maddi y él continuarían su historia feliz. El
arquitecto les había dicho que estaría lista en un mes, y eso era lo único en lo que debía enfocarse. Así que prefirió callarse
aquel descubrimiento y seguir con su vida como si no hubiera escuchado nada de eso.
Maddi, por su parte, sonreía cada vez que veía desde la ventana cómo avanzaba la construcción de su nuevo hogar. Era un
rayito de luz en medio de toda la locura de exámenes que tenía.
-Meli, ¿tienes algo para el dolor de cabeza... y para las náuseas? -preguntó un par de semanas después, entrando a la
enfermería donde Meli le curaba una rodilla raspada a un nene. Le dio un beso, un
caramelo y permiso para irse y luego se giró hacia Maddi.
-Es la tercera vez en la semana que te veo esas ojeras, cariño. ¿Estás bien? -le preguntó.
-Si, solo estoy cansada -replicó Maddi con un bostezo-. Entre los finales en la universidad y todo el trabajo aquí no he podido
dormir mucho. 1
-¿Solo eso?
-No, también tu hijo se puso de chef el fin de semana y nos intoxicó a los dos. Todavía parecemos zombis–protestó Maddi
mientras tomaba aquella pastilla que le daba Meli-. Lo bueno es que a partir de ahora ya no será tan fanático del canal de
cocina.
Se despidió de Meli y se fue a seguir estudiando, pero su mami suegra se quedó bastante preocupada con aquello, lo suficiente
como para ir a darle una vuelta después y darse cuenta de que se había quedado rendida a pesar de tener a veinte niños
jugando a su alrededor.
Enseguida se puso a vigilar esa tarde la llegada de James al castillo y lo interceptó apenas se bajó del coche.
-Cariño, necesito hablar contigo -le dijo saludándolo.
-Hola, mamá, sí claro -le sonrió él-. Solo voy a darle un beso a Maddi, me cambio y ya estoy contigo. -No, Maddi se quedó
dormida, no se sentía bien, es mejor si la dejas descansar.
James frunció el ceño con preocupación. Los dos se habían sentido mal, pero a Maddi le había dado la intoxicación más fuerte
que a él.
-Vamos entonces -dijo pasando un brazo sobre los hombros de su madre y acompañándola a la cabaña.
-¿Me dijo Maddi que se intoxicaron con comida? -le preguntó Meli mientras lo invitaba a sentarse en la barra de la cocina y le
preparaba un jugo frío porque todavía era su niño lindo de diez años para ella.
-Sí, se me ocurrió ponerme creativo y nos pasamos el fin de semana peleándonos por los baños a ver quién vomitaba más -
suspiró él y ronroneó de gusta con aquella limonada fría-. ¡Qué rico, galletas! ¿ Cómo me conoces tan bien, madre querida? -
sonrió mientras se comía aquellas galletas saladas con todo el gusto del mundo y Meli achicó los ojos, observándolo con
detenimiento. 1
-Bueno, cuéntame, cómo va la empresa -le preguntó mientras montaba la cafetera para hacerse un
expreso. ¿Ya le avisaste a tu hermana que este fin de semana nos vamos a reunir?
-Sí, ya le dije.
-Pues esto se va a poner bueno porque tu padre invitó a Aaron.
-Pero ¿papá está loco? ¿Quiere que estalle una guerra mundial en nuestro patio? -se rio James. Aaron ya no era más el
guardaespaldas de Nahia y apenas si podían tolerarse.
-No te preocupes. Mi ogruto sabe lo que hace -le sonrió su madre mientras se servía el café delante de él y lo veía arrugar la
nariz-. ¿Quieres un poquito?
Pero en cuanto le acercó aquella taza a la nariz a James, lo vio hacer una arcada y cubrirse la boca antes de salir corriendo
hacia el baño. Lo escuchó devolver el jugo, las galletas y un pedazo del hígado y procuró beberse el café y limpiar la taza antes
de que él saliera del baño.
-¡Joder, si esto sigue así voy a tener que ir a un médico! ¡Ya va para una semana! ¿Qué diablos cociné que me dura tanto esta
intoxicación? -protestó James mientras se sentaba de nuevo en la barra con la cabeza entre las manos.
-Cariño... me temo que te va a durar mucho ese malestar, aproximadamente otros dos meses, porque no estás intoxicado...
Estás embarazado -le dijo Meli.
James levantó la vista con un poco de espanto y otro de incredulidad.
-¿De qué estás hablando mamá? ¿Es una broma? ¿Embarazado? ¿Recuérdame cuántos años te faltaron para terminar la
carrera de medicina?
-Eso, tú provócame que voy a servirme otro café para que te pongas a hacer ascos de nuevo -replicó Meli-. Tu padre y yo
pasamos esto cuando tuve el embarazo de Nahia. Él tenía los mismos síntomas que yo.
-Pero mamá no puede ser... yo soy... yo no puedo...
Sin embargo todas esas negativas de James estaban empañadas por una duda demasiado grande, una que había nacido
cuando el conde le había dicho que Sabrina era estéril; pero él se había negado a alimentarla por miedo, porque Maddi le había
dicho que no quería volver a embarazarse nunca más.
-No es posible, Maddi lo sabría... -intentó evadirla pero su madre solo sonrió.
-Maddi está demasiado ocupada con la carrera y los niños como para darse cuenta de algo además de que existe -replicó Meli-.
Además está confiando en que los dos están enfermos por tu comida mala, y en tu esterilidad.
-¿Y tú no confías en mi esterilidad? -preguntó James.
-Nunca confié en Sabrina, empieza por ahí -murmuró su madre con una mueca-. Y con respecto a los resultados de tus
exámenes... hijo, ¿cómo es que tú dices que son?
-Pocos, lentos y feos.
-¡Bueno, eso no significa horribles, inválidos y extintos! ¡No necesitas que haya cuarenta millones de cazadores, solo uno que
de verdad tenga ganas de matar al mamut! -dijo Meli encogiéndose de hombros. *
James suspiró con nerviosismo porque la mitad de su corazón quería que aquello fuera cierto, y la otra mitad estaba aterrada
porque si lo era entonces las cosas con Maddi iban a ponerse muy difíciles.
Ni siquiera estaba seguro de qué responderle cuando su teléfono comenzó a sonar y James vio el número de Maddi en la
pantalla.
-Parece que ya se despertó -murmuró mientras pulsaba el ícono de contestar-. Hola, amor.
Pero del otro lado solo le llegó la voz asustada de Maddi.
“¡James, llama a la policía...! ¡Ah!”
Le siguió un golpe que pareció una bofetada y luego el sonido seco de un cuerpo contra el suelo.
-¡Maddi! -gritó James desesperado mientras la banqueta en la que estaba sentado caía hacia atrás-. ¡ Maddi!
Sin embargo las siguientes palabras lo dejaron mudo y ardiendo de ira.
-Buenas tardes, señor King. ¿Se acuerda de mí? 6
Quince minutos antes.
Una bolita de papel en la frente fue suficiente para despertarla.
“Por favor que no esté hecha con saliva” suplicó mentalmente pero eso era demasiado pedir cuando había una docena de niños
de siete años corriendo a su alrededor en la biblioteca.
Se sentó y trató de desperezarse, desde el fin de semana estaba más cansada que nunca, tenía el cuerpo afiebrado y mucho
sueño, eso sin contar todas las veces que había dejado medio estómago en el retrete. -Lo siento, Maddi -sonrió una pequeña
de cabello oscuro y le dio un beso en la mejilla antes de recoger su bolita de papel y meterla de nuevo en absorbente antes de
soplarla sobre otro de los niños.
Maddi sonrió con ternura, recogió sus libros y salió de la biblioteca, ni siquiera se había dado cuenta de cuándo se había
quedado dormida. Decidió irse a la pequeña habitación temporal que tenía con James en el castillo, pero primero decidió pasar
por los cuneros para ver cómo estaban los bebés. Tenían cuatro, entre los tres y los ocho meses, y eran unas ternuras
chillonas.
Los cuneros los atendía una enfermera profesional llamada Alissa, y Maddi había aprendido mucho con ella.
-Hola linda. ¿Necesitas ayuda con algo? -le preguntó al entrar.
-¡Maddi! -la saludó la chica-. Pues si te quedas diez minutos voy a comer algo, me estoy muriendo de hambre.
-Anda, ve tranquila, yo me quedo a cuidarlos–le dijo Maddi y cargó a una de las niñas para darle su biberón.
Estaba completamente embebida en aquella sensación tan hermosa que era tener a un bebé en sus brazos que apenas
escuchó la puerta del cunero abrirse y cerrarse de nuevo.
-¿Ya regresaste? Eso fue rápido -murmuró, pero además del silencio solo le respondió el “clic” del seguro de la puerta
corriéndose, un “clic” que la hizo darse la vuelta de inmediato y apretar a la bebé contra su pecho mientras contenía el aliento
porque no podía creer a quién tenía delante.
-¿Tú qué estás haciendo aquí, infeliz? -gruñó con una molestia que no era capaz de disimular.
-Te sorprendería lo fácil que es pasar por uno de los trabajadores de la construcción -murmuró Martin mientras se atusaba una
barba descuidada y grasienta-. ¿Y quién iba a pensar que no lo era, verdad? Después de todo ¿quién creería que un hombre
lleno de sudor y churre alguna vez estuvo a punto de graduarse de medicina?
Maddi retrocedió y puso en la cuna más cercana a la bebé que tenía en los brazos, que de inmediato empezó a llorar porque no
le había dado el biberón completo y todavía tenía hambre.
-¿Qué es lo que quieres, Martin? -siseó Maddi mientras lo observaba.
A simple vista el hombre no parecía ir armado pero tampoco lo necesitaba, ella estaba sola y había
cuatro bebés en aquella habitación, Maddi no podía defenderlos a todos a la vez.
-¿Qué quiero? Mmmm, déjame ver... ¿Qué tal un poco de justicia?
-¿Venganza, querrás decir? -gruñó Maddi.
-La terminología me tiene sin cuidado -escupió él con rabia-. Tú y tu novio me jodieron de todas las formas posibles, así que de
aquí voy a salir compensado... y tú vas a llorar como nunca has llorado en tu maldit@ vida. ¿Me entiendes?
Maddi apretó los dientes, pero no respondió.
-Llámalo -le ordenó Martin-. Llama a tu noviecito para que negocie conmigo... porque ya está visto que el millonario es ét, tú
puedes follártelo pero sigues siendo una muerta de hambre, ¿no es verdad?
-Pero soy una muerta de hambre bien follada -replicó ella desafiante.
-Pues entonces llama si no quieres quedarte en “muerta” nada más -espetó él acercándose a Maddi
con tono amenazante.
Maddi pasó saliva y sacó su teléfono, marcó el número de James y apenas lo escuchó contestar cuando soltó de carrerilla:
-¡James, llama a la policía...! ¡Ah! -la bofetada de Martin la mandó al suelo y él le quitó el teléfono de las manos mientras se
escuchaba a James gritar su nombre.
-Buenas tardes, señor King. ¿Se acuerda de mi?