Chapter Capítulo 130
CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 17. Ninguno de los dos entendió
James estaba a punto de entrar a la reunió trimestral del grupo KHC. Se habían reunido los directores de todas las sucursales
menores a lo largo de Europa, así
que tenía por delante un
par de días agitados, por suerte tenía a Connan a su diestra, lidiando con un parte de aquel asunto, como todo vicedirector
regional que se respetara.
Apenas había avanzado una hora de revisión de los nuevos proyectos cuando la puerta de la sala de juntas se abrió y Loretta
entró caminando apurada. Se inclinó sobre su hombro y le dijo al oído las palabras justas para descompensarlo.
-Maddi está al teléfono, está llorando.
James se levantó como un resorte y se giró hacia Connan.
Te quedas a cargo le dijo antes de salir corriendo hacia su oficina.
Apenas levantó el teléfono cuando escuchó el balbuceo desesperado de Maddi.
-¿Maddi...?
-Ja...James... James....
-¿Nena qué pasa? ¿Dónde estás?
A través de la línea se escuchó un sollozo y James sintió la angustia crecer dentro de él.
-¡Maddi! ¡Dime dónde estás, cielo! ¡Tienes que decirme donde estás! —insistió con el corazón desbocado.
-En... en una plaza... una plaza... cerca... -sollozó ella.
-¿Cerca de qué, Maddi? ¿De nuestra casa? -la ayudó.
-S... sí... de nuestra casa...
-¿Estás en Burlington Arcade? -preguntó recordando que esa era la más cercana.
-Sí...
-¿En la tienda de bebés?
-N... no... en una... lib...librería cercana...
-¡No te muevas de ahí, Maddi, ya voy para allá! ¡Ya voy nena!
James colgó con prisa y corrió hacia el ascensor. Se subió al deportivo y condujo como un loco hacia el centro comercial
Burlington Arcade, sin imaginar lo que iba a encontrarse.
MEDIA HORA ANTES
Maddi abrió mucho los ojos cuando Martin la tomó de un brazo, zarandeándola.
-¿Te creíste que era una gracia arruinarme la vida? -gruñó Martin frente a su cara-. ¡Pues esa es una calle de dos sentidos,
maldi@, así que si no quieres que arruine la tuya, más vale que me des lo que quiero!
-¡Suéltame! -replicó Maddi con fiereza, pero el agarre de su ex prometido se hizo aún más fuerte. ¡Suéltame, Martin! ¡No sé lo
que quieres, pero esta no es la forma de hacer las cosas...!
-¿No sabes lo que quiero? -escupió él con sorna. Maddi vio que tenía grandes ojeras y
manchas de comida sobre su camisa. Parecía no solo desarreglado sino también... descuidado
-. ¡Quiero que me devuelvas todo lo que me quitaste!
-¿Que yo te quité? –Maddi se echó a reír con ironía. ¿Que yo te quité, Martin? ¿Quién le quitó a quién? Si tú te llevaste seis
años de mi vida, miles de euros de mi dinero, de mi esfuerzo, y yo no te los estoy pidiendo. ¡Si habláramos de pagar, tú me
debes mucho más!
-¡Pues considérate pagada con el chiquillo que te hice! -replicó Martin abriendo los ojos como un desquiciado. ¡Porque ese
chiquillo fue el que te consiguió tu novio nuevo! ¿No es así?
-¡Sueltame, Martin! –forcejeó ella pero él la agarró por los dos brazos para que no pudiera
escapar.
-Quiero que me devuelvas mi vida, ¡la que acabo de perder porque no pudiste mantener tu maldit@boca cerrada frente al padre
de mi novia! -rugió.
Maddi se quedó petrificada, pero pronto sus labios se apretaron en una fina línea, comprendiendo lo que estaba pasando con
Martin.
-Ella te dejó, ¿verdad? -y no pudo evitar aquella carcajada que le emergió del centro del pecho. ¡Ella te dejó como la basura que
eres!
-¡No me hables así!
-Lo siento... lo siento pero es que va a ser verdad que el karma es una perra -replicó Maddi
Sabía que un día ella se iba a dar cuenta de la porquería de hombre que eres, pero honestamente esperaba que te durara un
poco más la suerte. Esperaba que al menos lograras sacarle el resto de las colegiaturas y el dinero para tramitar tu cédula
profesional o algo... pero creo que Dios te dio a oler el éxito solo para quitártelo en un segundo, ¿sabes por qué? ¡Porque la
gente malagradecida no tiene derecho a ser exitosa!
-¡Cállate, Maddi!
-¡No me callo nada! -gruñó ella-. Uno no debe olvidar a quien le sirve de peldaño hacia la cima, uno no muerde la mano que le
dio de comer, uno no olvida a los que estuvieron ahí para ti cuando nadie más lo estaba. Eso se paga caro, así que las
consecuencias de tu vida son tuyas, ¡ ahora suéltame antes de que empiece a gritar!
Maddi tiró de sus manos para liberarse de él y a Martin no le quedó más remedio que soltarla. -¿Crees que me da miedo que
grites? Pues te equivocas, porque en este momento no tengo nada que perder.
-Lo tendrías si valoraras un poco el esfuerzo que yo hice por ti. Al menos ponte a trabajar y paga tú mismo lo que te falta de la
carrera.
-¡Nadie quiere darme un crédito! ¡Estoy en exámenes finales, no tengo tiempo para trabajar! ¡ Se suponía que Mirela se iba a
encargar de todo esto! -exclamó él con impotencia.
-Si tan solo supieras cuánto me alegro de saber que ella te abandonó. ¿Y sabes qué? Te mereces todo lo que estás pasando
ahora y más. Espero que sufras el resto de tu miserable vida, espero que nunca encuentres la felicidad, porque no te la
mereces. Ahora déjame ir o llamaré a la policía y con esas palabras Maddi dio media vuelta para irse, pero Martin la agarró del
brazo otra vez.
-¡Esto no se ha terminado, Maddi! -siseó con decisión. ¡Necesito dinero! Y si no me lo das, entonces voy a reclamar lo que es
mío de una forma o de otra.
Maddi se puso pálida cuando lo vio señalar su vientre.
-¿Te volviste loco? ¡No puedes...!
-¡Sí, sí puedo! ¡Claro que puedo! Porque por si se te olvidó, bonita, declaraste que ese hijo era mío en un juzgado, bajo
juramento escupió y Maddi se puso lívida-. ¡Eso, exactamente! Estuve revisando los videos del juicio de tu novio, y ahí dijiste
que el niño es mío. El resultado de la prueba de paternidad también demostró que no es de él, así que estoy en todo mi derecho
de reclamar a mi hijo apenas lo paras.
La mano de Maddi voló furiosa hacia su rostro y le soltó una bofetada que retumbó en la librería.
-¡No me amenaces! ¡James no va a dejar que me quites a mi hijo! -espetó.
-James no puede hacer nada contra la ley, y si es mi hijo tengo derecho a la mitad de la custodia. No te lo puedo quitar a ti, pero
se lo quitaré a él. No dejaré que sea su padre, y tú tendrás que soportarme cada día del resto de tu vida... o al menos hasta que
el mocoso cumpla dieciocho años.
Maddi sintió que se mareaba y se agarró de una de las estanterías de libros para no caer. Él no podía hacer eso... no podía
romper todos sus sueños de una sola vez. No podía estar creando esa horrible influencia en la vida de su inocente bebé.
-No... no puedes...
-¡Pruébame entonces! -gruñó Martin-. Háblalo con tu noviecito y búsquenme, ya sabes dónde vivo.
Le dio la espalda y se fue de allí, Mientras Maddi se sostenía de las paredes hasta que encontró un banco en el que sentarse.
Una muchacha de la librería se le acercó y trató de ayudarla, pero estaba temblorosa y las lágrimas empezaban a caer por sus
mejillas sin parar.
-¡No puede hacerme esto... no puede...!
Maddi sabía que Martin estaba en su derecho, pero también sabía que era un hombre cruel y no quería que su bebé se criara
junto a un padre así. Con las manos temblorosas sacó el teléfono y apenas atinó a marcar el número de James.
Menos de quince minutos después lo veía entrar por aquella puerta como si fuera un jabalí herido.
-¡Nena, mírame...! Mírame amor, ¿qué te pasó? -preguntó desesperado limpiándole las lágrimas del rostro con los pulgares-.
Tienes que decirme qué pasó, nena.
-Martin... –sollozó ella—. Dijo... dijo que va a pelear por el bebé si no le devuelvo todo lo que perdió.
le
James respiró profundo, aguantándose el mar de maldiciones que quería lanzar por aquello, y solo la levantó en brazos
suavemente para sacarla de allí. Ya en el auto James logró que contara lo que había pasado.
No puedes creerle, Maddi, no va a quitarte la custodia de nuestro bebé, ni siquiera la conseguirá compartida —le aseguró
James—. Escúchame, Martin está atravesando la peor
crisis de su vida, la que no esperaba porque creía que Mirela Chow se iba a encargar de sus gastos así como tú lo hiciste, pero
el problema es que Mirela Chow no se paga ni sus propios gastos, vive pegada de la teta de su familia y según escuché su
padre le cortó cualquier ayuda que pudiera ir destinada a Martin. Es obvio que esté desesperado.
-¡Él se lo buscó! —-rugió ella.
Lo sé, lo sé amor, pero solo te explico para que entiendas lo que pasa. Martin no tiene ni con qué pagar por el departamento en
que vive, menos va a tener de aquí a cinco meses para pagar por un abogado para pelear la custodia – le aseguró James-.
Nuestro bebé estará a salvo con nosotros, créeme.
Por fin llegando a casa consiguió que dejara de llorar y apenas entraron la llevó a la habitación.
-Vamos a darte un baño a ver si te sientes mejor -susurró besándola suavemente para calmarla, pero apenas ella se quitó el
vestido cuando James se quedó paralizado-. Maddi... ven acá–la llamó y tomó sus brazos, viendo las marcas moradas que ya
se habían formado por la presión de las manos de Martin-. ¿Él te hizo esto?
Maddi se puso roja y apartó la mirada.
-No fue nada... de verdad... -susurró y James asintió.
Se metió en el baño con ella sin decir una palabra y la consintió con helado y películas hasta que se calmó y se quedó dormida.
Luego se vistió para salir y media hora después estaba tocando a la puerta de aquel fatídico departamento.
Martin abrió la puerta y sonrió con sorna apenas vio a James de pie en el corredor.
Cinco millones–escupió con altanería mientras se echaba atrás para dejarlo pasar-. Me alegra que hayas venido a negociar,
porque ese es mi precio. Si no quieres que les haga la vida un infierno por el mocoso, eso es lo que quiero. Cinco millones y te
firmo la renuncia a la patria potestad.
James lo miró de arriba abajo y cerró la puerta tras él, pasando el seguro. Martin arrugó el ceño ante aquel gesto y esbozó una
mueca.
-Creí haberte dicho que no te tenía miedo -gruñó y vio una sonrisa fría y oscura dibujarse en el rostro de James.
Y yo
creí haberte dicho que cada cosa que le hicieras a Maddi te la cobraría con intereses. Al parecer ninguno de los dos entendió.