Chapter Capítulo 108
JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 26. ¿Quieres que busque la sartén?
“Sí”
-¡Sí! -gritó Sophi desde la baranda de los primeros asientos junto a la cancha y Rex levantó aquel anillo como si le estuvieran
dando un premio.
Ella estaba loca de alegría y él se acercó corriendo a ella. Pero si Sophi esperaba ver un anillo de compromiso, se sorprendió
cuando vio que lo que había en la mano de Rex era el anillo de su primer campeonato.
-Rex...
-Lo encontré entre tus cosas – sonrió él trepando a la baranda-. Siempre lo tuviste tú, desde el día en que gané ese Super Bowl.
Así que aunque luego vaya a comprarte el anillo de compromiso más hermoso de la historia, creo que lo justo es que te pida
matrimonio con este. -Rex tomó su mano y la besó-. Sophi, creciste en este estadio, conmigo. Así que delante de todas las
personas que están aquí hoy quiero pedirte... Cásate conmigo. Sé mi esposa.
—Sí... ¡Sí, claro que sí! -exclamó ella abrazándolo y ese beso salió por todas las pantallas del estadio.
-Te amo, ballenita -rio él loco de alegría.
-Te amo, Rex.
Y de verdad era una noticia impresionante, porque nunca nadie jamás había esperado que alguien lograra echarle el lazo al
cuello a Rex Lanning. Pero Sophi era una mujer muy decidida y tenía mucho amor para darle a ese hombre. Y así, en medio del
bullicio y la locura de aquel estadio lleno de fans emocionados, Sophi y Rex celebraron su compromiso con un beso
apasionado.
El primer juego de la temporada fue un gran éxito para los Patriots, y cuando Sophi y Rex volvieron al palco, Nathan y Meli los
abrazaron con emoción.
-¿Entonces? ¿Cuándo es la boda de mi princesa? -se emocionó Nathan enseguida y Meli le dio un codazo.
-Creo que mejor discutimos esto en casa, cariño —dijo con suavidad para qe Nathan recordara que también había personas
ajenas a la familia con ellos.
Pronto se despidieron de sus invitados y la verdad era que estaban tan felices que ninguno de ellos reparó en la forma tan
extraña en que Edgar Hudson seguía mirando a Sophia. 2
Esa misma noche, durante la cena de celebración, Sophi y Rex decidieron la fecha de su matrimonio.
–—¿Dos semanas? ¿Solo dos semanas? ¿Quieres que me dé un infarto? —se quejó Meli.
–¿Quieres que vaya a la cocina y busque el sartén? – la amenazó Rex recordando que cuando supuestamente se iba a casar
con Will Meli había puesto a la familia patas arriba para que todo saliera de inmediato– . ¿Cómo la otra boda sí que la
organizaste en dos semanas?
–¡Bueno pero es que esa era de mentiritas! –se defendió Meli–.¡Esta tiene que ser por todo lo alto y...!
– No, no, no, no, mamá. No vamos a hacer una super boda para que todo el mundo se entere – declaró Sophi.
–¿Estás segura? —preguntó su padre –. Mira que vendría bien anunciar en televisión que el hijo perdido de Nacho Vidal este ya
está fuera de servicio. 1
–¡Oye, oye, fuera del mercado! El servicio sigue activo... pero con una sola operadora –replicó Rex. 1
–¡Más te vale! –gruñó Sophi y luego suspiró–. La verdad es que me encantaría hacerlo en nuestra cabañita. Tenemos el
bosque, el lago, y un cenador precioso. Creo que es el lugar perfecto para nuestra boda.
– Entonces se hará como tú quieras mi amor, es tu boda y nosotros estamos para ayudarte –consintió Meli.
Al día siguiente enseguida se pusieron todos a ayudar con los preparativos. La familia trabajaba con empeño, y Sophi sabía que
este día iba a ser uno de los más felices de su vida. Estaba casándose con el amor de su vida, y contaría con la ayuda
incondicional de todos sus seres queridos para celebrarlo. Por supuesto que de inmediato les avisó a Will y a Connan para que
despejaran sus agendas, y por supuesto que en lugar de damas, Sophi iba a tener a sus dos caballeros de honor.
Rex, por su parte, eligió como padrino de bodas a James, que ni tenía edad para beber ni para ir a un antro de strippers, y así
se aseguraba la despedida de soltero más tranquila en de la historia.
Aquella mañana Rex escuchó a Sophi irse de bruces contra el suelo y luego fue ferozmente atacado a almohadazos antes de
tener sobre él a una mujer muy muy enojada con un tobillo atado.
– ¿Tú quieres que me rompa una pierna una semana antes de nuestra boda? – lo acusó ella sentándose a horcajadas sobre él
y escuchándolo suspirar. Hacía meses que no la ataba a la pata de la cama.
–Claro que no, pero tengo la paranoia disparada – Rex hizo un puchero. Y ahora que te subiste sobre mí... otra cosa también.
–¿En serio? – Sophi se remeneó sobre él, sintiendo la dureza de su erección despertar contra su intimidad a través de la tela–.
¿Y qué tengo que hacer para que te vayas a trabajar tranquilito sin preocuparte de que yo me vaya a escapar?
– Hazme un cariñito –pidió él todo coqueto.
–¿Un cariñito? ¿Quieres que te haga un cariñito, amor...? –susurró ella inclinándose para besar su pecho y aquella vista de su
trasero levantado puso a Rex a mil en un segundo.
Sophi lo desnudó mientras lamía y mordisqueaba su piel a lo largo de su abdomen, acariciando cada uno de sus músculos con
lujuria.
– Te voy a dar un cariñito de esos que te van a gustar – le dijo ella bajando lentamente hasta posicionarse entre sus piernas y
acariciándolo con su aliento.
Rex gimió ante la caricia, y luego se quedó inmóvil cuando sintió la primera succión de su boca en su miembro. La sensación
era eléctrica, y no tardó en sentir que se estaba corriendo, así que trató de alejarla.
– Me encanta como siento tu boca –murmuro Rex, y Sophi siguió succionando tan fuerte que él creyó que iba a morir del placer.
Pero cuando más emocionado estaba la sintió trepar por su cuerpo y un segundo después sus manos estaban atadas a la
cabecera de la cama.
–¿Esto se va a poner interesante? — sonrió él.
— Por supuesto, amor, déjame darte una fiesta real — susurró ella sonriendo mientras descendía por su cuerpo.
Ella se colocó sobre él, quitándose el vestido y mostrándole toda aquella desnudez que no podía tocar. Toda aquella
sensualidad lo dejó al borde del clímax, y mientras iba acercándose, Sophi se sentía cada vez más caliente y mojada. Sophi se
levantó sobre las rodillas, acariciando su miembro y luego levándolo dentro de ella mientras bajaba despacio, sintiendo como se
abría paso en su interior y la llenaba por completo. La sensación era indescriptible, y Rex gimió de placer mientras Sophi
comenzaba a cabalgarlo con frenesí. La pasión y la lujuria se desbordaban entre los dos, y justo cuando él estaba a punto de
correrse, Sophi lo sacó haciendo que él gritara en protesta.
–Esto no está funcionando –– gruñó ella liberando sus manos––. Es más tortura
para mí que para ti.
Rex cerró los brazos alrededor de ella, volvió a penetrarla y empezaron el ritmo furioso que los haría acabar juntos. Gritos y
gemidos llenaron la habitación mientras se consumían en una frenética pasión, el fuego ardiendo entre ellos con toda la
intensidad del deseo mientras él la tomaba por las caderas, empujando y embistiendo sin control.
Adoraba poseerla, saber que era suya y que a pesar de que ella era indudablemente su dueña, también caía rendida a sus
pies.
¡Dios, esto es lo mejor del mundo! -Dijo Rex rodando a un costado para quedar sobre ella.
La embistió con fuerza, sintiendo el calor de su interior y la manera en que se contraía a su alrededor. Era perfecta, nada podría
compararse con el placer que sentía en ese momento.
Sophi gimió y gritó mientras Rex la se empujaba dentro de ella una y otra vez, llevándola a un climax desesperado y hermoso.
Sus gemidos se entrecortaron hasta que finalmente alcanzaron el cielo y se dejaron caer juntos en la cama, muertos de placer.
Abrazados y sudorosos, los dos jadeaban y reían mientras los latidos de ese orgasmo se iban apagando lentamente.
Ninguno podía estar más enamorado del otro, y Rex solo repetía que esa era la fiesta sexual más perfecta de todos los
tiempos.
-¿De verdad tenemos que ir a trabajar? -preguntó Rex-. ¿No podemos quedarnos juntitos hoy?
Sophi lo besó con suavidad y negó.
-Lo siento cariño, la boda se está acercando y como si eso no fuera suficiente, hoy papá programó la reunión con el señor
Hudson y su abogado -le explicó—. La verdad va a ser un momento incómodo cuando rechacemos su oferta pero hay que
pasar el mal trago, no queda otra opción.
Rex asintió con resignación y le dio un beso coqueto que la hizo estremecerse y pedir más. Una hora después se despedían en
la puerta de la casa, con toda la emoción puesta en aquella perfecta futura boda... que no llegarían a celebrar.