Chapter EI Centímetro 275
Capítulo 275
Arturo me saludó con una sonrisa traviesa.
“He estado esperándote casi una hora, hoy llegaste tarde.” Me dijo Arturo, moviendo su reloj frente a mí.
Hice un esfuerzo por controlar mi enojo y me acerqué caminando. Ese día no llevaba tacones, sino flats, porque mis piernas estaban demasiado cansadas.
“Oye, ¿no te sientes bien hoy?” El chamaco tenía buen ojo y se dio cuenta de que había algo raro en mí. Mis pasos se volvieron un poco inseguros. No pude seguirle la corriente, así que me senté con actitud frente a él diciéndole: “Dime, ¿qué quieres hacer?”
Él tampoco siguió mi juego y preguntó: “¿No dormiste bien anoche?”
Él parecía saber algo, ya que cada pregunta era má’s directa.
Me enderecé un poco incómoda y respondí: “Si tienes algo que decir, dilo. Si no, lárgate, o llamo a la policía por acosarme.”
“Ja, ja.” Arturo se rio de mí y me dijo: “Todavía te acuerdas de las viejas cuentas.”
“Deja de perder el tiempo, ¿qué es lo que quieres?” Ya tengo mi celular en la mano.
“Quiero conquistarte, amiguita.” Arturo sonrió de manera radiante.
No me molesté, porque sabía que su intención de conquistarme era falsa, lo real era que quería molestarme. Si me enojaba, estaría haciendo justo lo que él quería.
*
“Aún eres menor de edad, ¿no? Si quieres conquistarme, que tus padres vengan a hablar conmigo.” Le dije con el tono que le habla una maestra a su alumno.
“Oye, amiga, ¿tienes planes este fin de semana?” Arturo me preguntó de repente.
Lo ignoré, pero él se inclinó hacia adelante y me dijo: “Este fin de semana es mi cumpleaños, justo me hago mayor de edad, así que, ¿podrías venir a mi fiesta de adultez como mi novia?”
Al ver su cara descarada, pensé que parecía un sapo queriendo comer carne de cisne.
Hice un gesto con la boca y me propuse no perder más saliva con él: “Arturo, no importa con qué intención vengas a molestarme, te advierto que te alejes y no me busques problemas, mucho menos mè presiones, o no seré amable contigo.”
Dicho eso, toqué mi celular, mirando sus zapatos de edición limitada y su atuendo, tan diferente a la prim parecer, desde que su hermana subió de nivel, él también había cambiado de piel.
ez que lo vi acusándome. Al
“Tu hermana aún no sabes de lo que andas haciendo por aquí, ¿verdad? Más bien, tu nuevo cuñado tampoco, ¿cierto?”
Arturo resopló mientras me decía: “Deja de usarlos para asustarme.”
Viendo su aire de que cuando el gato no está los ratones hacen fiesta, sonreí ligeramente asegurándole: “Si todavía quieres disfrutar de tu gloria actual, mejor mantente lejos de mí, porque si no, olvídate de Gucci, me temo que ni para comprar flores tendrás.”
No era mi intención humillarlo, sino hacerle entender de dónde venía su arrogancia actual.
Sergio ya no tenía nada que ver conmigo, en aquel momento era el hombre de su hermana, pero Sergio definitivamente no permitiría que su exnovia se convirtiera en la actual pareja de su cuñado.
La cara de Arturo se llenó de incomodidad al instante, y luego se levantó de un salto diciendo: “No mires a través de la rendija y juzgues, todo lo que llevo es comprado con mi dinero, no he usado ni un centavo de los Vásquez.”
¿Realmente era así? Pero antes Zoé ni siquiera tenía para una comida. Al parecer entre uno de esos dos hermanos al menos uno mentia, pero ambos compartían algo: la vanidad.
Zoé era vanidosa y no le importaba gastar el dinero de Sergio para mantener las apariencias, y Arturo, sin un buen respaldo familiar, se llenaba de marca de pies a cabeza por puro alarde. En cuanto a si había usado el dinero de Sergio o no para hacerlo, solo él lo sabía.
Me levanté y le dije: “Entonces todavía eres un hombre.”
“Por supuesto que soy…” Arturo comenzó a decir, pero justo entonces se escuchó un golpe en la puerta. Al girar la cabeza, vi a Jorge. Mi corazón dio un vuelco, ¿qué hacía allí? ¿Había ido a pelear? Si era así, eso iba a ponerse feo.
Mientras me preocupaba por hacerle saber a Jorge que no interviniera, escuché su voz fría preguntar: “¿Necesita ayuda, directora Gámez?”