Dilema entre el Odio y el Amor ( Mendoza )

Chapter Capitulo 8



Capítulo 8

Fabiola y Estefania cruzaron miradas, y un atisbo de sorpresa brilló en sus ojos. “Hermana, ¿qué haces aquí?”.

La fuerza de Carlos se relajó sin motivo, Estefanía discretamente retiró su mano y respondió con indiferencia: “Mejor pregúntale à la familia López”.

Dicho eso, pasó rozando el hombro de Fabiola y se marchó sin mirar atrás.

En el instante que dejó atrás la Gala Gloriosa, Estefanía apresuró el paso y casi corrió para salir de alli.

Cuando Carlos se levantó, la entrada estaba vacia, Estefania ya había desaparecido.

Fabiola lo miró, extendió su mano para enlazar su brazo y dijo suavemente: “El anciano y Joaquín nos esperan en casa, Joaquin dijo que quería…”.

Sólo llegó a la mitad de la frase cuando Carlos retiró su mano y su expresión se volvió distante: “Es tarde, mejor vete tu”.

Sin esperar la respuesta de Fabiola, se dirigió a su asistente: “Lleva a la señorita Fabiola a casa de los López”.

La mano con la que Fabiola había intentado enlazar a Carlos quedó suspendida en el aire mientras miraba cómo él se dirigia al ascensor sin voltear la vista.

“Señorita Fabiola, por favor”. El asistente le dijo a Fabiola con la cabeza baja y con cuidado.

Aunque no quería, Fabiola bajó la mirada y respondió en voz baja: “Está bien”.

Ese día era su vigésimo cumpleaños.

Cuando giró para irse, el asistente la miró, notó su rostro desolado y sintió lástima por ella, se preguntó cómo el señor Carlos podia ser tan duro con alguien tan adorable.

Y más aún delante de tantos importantes empresarios, con Fabiola siendo una figura pública tan popular y preocupada por su imagen.

Probablemente sólo alguien con el carácter dulce y tolerante de Fabiola podría aguantar a un señor Carlos así.

Estefanía se apoyó en la pared al salir del callejón sintiéndose muy ansiosa.

El vino que había bebido empezó a subirle a la cabeza.

Trató de mantener la claridad para recordar los detalles de la fiesta. O fue Sr. Silva quien, siguiendo las órdenes de la familia López, puso algo en la bebida, o fue Omar.

Después de caminar unos pasos por la verede y no ver ningún taxi, el tacón de su zapato

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se atascó en la rejilla de un desagüe, se tambaleó y se apoyó en el tronco de un árbol cercano para no caerse.

Estefanía miró hacia abajo y tiró de su pierna con fuerza, pero el tacón no se movió y su pie se salió del zapato.

Maldijo en silencio y se agachó incómodamente para tratar de sacar el zapato.

En ese momento, un “crack” sonó y un auto se detuvo a su lado.

Estefanía se quedó congelada en pleno intento de sacar su zapato y giró la cabeza paral mirar el Bentley.

El pasajero en el asiento trasero la miró a través de la ventana y dijo con dientes apretados y una voz siniestra: “Qué coincidencia, señora López, nos encontramos de nuevo”.

Estefanía no esperaba que Omar la siguiera tan rápido, no dijo nada, sólo intercambió una mirada inexpresiva con él y, deshaciéndose del otro zapato, caminó descalza hacia adelante.

No había avanzado mucho cuando varias figuras aparecieron para bloquear su camino.

“Qué espíritu salvaje tiene la señorita López, quería saber si también es así en la cama”, Omar la siguió lentamente en su auto mientras reia con desvergüenza.

Estefanía les echó un vistazo, se dio la vuelta y miró con indiferente a Omar y dijo: “¿Salvaje o no? ¿Por qué no pruebas con cinco millones y averiguas?.

A unos diez metros detrás de ellos, el Maybach que seguia a los dos se detuvo silenciosamente.

Carlos se quedó observando a Estefanía bajo la luz de la noche, parecia un hada con su inocencia y encanto.

Sus palabras, llevadas por el viento, llegaron a sus oídos y su expresión se oscureció de inmediato.


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