Chapter 1
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Salvaje, era la denominación que se le otorgaba a un lobo cuando dejaba la manada, por voluntad propia o desterrado. Aquel
que se sometía a su instinto, a su naturaleza y era simplemente eso... un animal salvaje de ojos rojos, uno más fuerte, más
decidido, sin sentimientos, uno que era capaz de infundir miedo hasta a un mismo alfa *** Las manos se desplazaban por su
cuerpo desnudo y saciado, no eran dos, no eran tres, eran cuatro y acariciaban cada zona sobre estimulando cada sensible
nervio. Los alimentos calientes a cada lado de su rostro y la calidez que tanto ansiaba y deseaba la envolvía. Las dos marcas
palpitaban deliciosamente a cada lado de su cuello dado la cercanía de sus parejas, de sus lobos, de sus alfas. -Eres mía- -
Eres mía- -Eres nuestra- declararon esos dos lobos abrazando a la mujer de ojos rojos con una sonrisa de satisfacción en sus
labios. Clara abrió los ojos, después de tener un extraño, abrumador, pero acogedor sueño, encontrando la misma oscuridad
que la había acompañado los últimos dos días. Se sentó con el cuerpo adolorido después de dormir en un colchón duro en el
suelo y enfocó sus sentidos, mas no encontró nada. Aquella pequeña habitación donde estaba encerrada no tenía más de dos
metros de largo y ancho y las paredes eran tan sólidas que no dejaba pasar el sonido. Su estómago gruñó pidiendo alimento, el
cual no había recibido desde que había sido encerrada, castigada por sus actos. Solo por haberse negado a hacer algo. Apretó
las piernas contra su pecho. Su padre solo estaba de muy mal genio y por eso la había encerrado allí. Si hubiera estado
realmente enojado tendía marcas rojas en su piel. Al menos esta vez no era así. El sueño de nuevo volvió a su mente al cerrar
sus ojos. Había sido realmente extraño y su nuca, allí donde se encontraba su glándula virgen, palpitaban de una forma
incómoda. Ella, una loba que a sus 22 años no tenía pareja y sin encontrar a su mate, qué hacía pensando nada más ni nada
menos que en dos. Eso era una locura. Además, ella con lo pequeña que era le sería imposible poder estar con dos lobos a la
vez. Pero más que eso... quién querría estar con ella. Una loba débil, con una vista afectada, que se guiaba más por su olfato y
oídos que por lo que pudiera ver y que era intimidada por la mayoría por su fragilidad. Todos los días se preguntaba si era
correcto vivir, Si la Diosa Luna realmente la quería para un compañero, para un mate. Y aunque su esperanza aún latía dentro
de su pecho, con cada año que pasaba la llama se apagaba cada vez más. No supo cuánto tiempo estuvo allí, solo aspirando el
denso olor a moho cuando la puerta fuera abierta. El sonido del metal chirriante la sacó de su letargo, alzando la cabeza y
encontrando precisamente al mismo que la había encerrado. Entrecerró los ojos cuando la luz se filtró y la cegó por completo.
Sus ojos azules, tan claros como el agua, ardieron y se los cubrió con la mano, pero el olor que llegó a ella lo reconoció al
momento. -Padre- exhaló ella sintiendo la suave brisa que corría ahora al interior. -Sal de una vez, es hora de trabajar- espetó
Alester mostrándole los colmillos y con cara de asco antes de darse vuelta y alejarse, no sin antes dejarle ver a Clara las
marcas profundas de tres garras a lo largo de todo su brazo, al esta alzar la cabeza pestañeando repetidamente. Ella tragó en
seco sintiendo dolor de estómago ante el hambre que tenía de no haber comido en mucho tiempo. Su padre era un lobo grande,
fuerte y bastante violento por naturaleza, así que no creía que hubiera sido fácil hacérsela y no recordaba que él hubiera
comentado sobre cómo se la había hecho. Con la duda se levantó sintiendo un leve mareo y las imágenes de su propia garra,
romper la piel ajena pasó por delante de ella como un destello haciéndole soltar un gemido. Ella se quedó recostada en la pared
detrás de ella, jadeando y sacudiendo la cabeza confundida. ¿Qué había sido eso? Ella no recordaba haber atacado a nadie y
no era la primera vez que pasaba. No era tan usual, pero de vez en cuando venían destellos de recuerdos de cosas de las que
ella no tenía nada de conciencia. Sin embargo, cuando comenzó a salir pudo notar la punta de sus dedos ensangrentados y eso
le llamó la atención. -CLARA- pero el grito de su padre la hizo temblar y salir corriendo detrás de él. Quizás solo eran
imaginaciones de ella. Sí, era eso. Ella nunca podría ser capaz de ir en contra de su progenitor. *** Débil Inútil No sirves para
nada Horrible Despreciable Asquerosa Defectuosa Esas y más eran palabras que Clara había escuchado toda su vida en la
manada. No sabía la razón por la que había llegado a ello, ni porque la trataban así, quizás era por su debilidad visual que se
veía aún más afectada cuando el sol estaba alto en el cielo o cuando casi se quedaba ciega en la noche. Acaso era un
fenómeno. Sí, era una loba débil, sumisa por naturaleza, que solía bajar sus orejas y esconder la cola antes de enfrentar a algo
o alguien. Sin embargo, tenía buenos sentimientos y estaba segura que sería capaz de querer al igual que como la quisiera a
ella. Cuidaría de sus cachorros e intentaría hacer feliz a su mate. Era lo que se había repetido una y otra vez, aunque a esa
altura no sabía si tendría la oportunidad de expresar sus sentimientos. Mas no era tiempo de estar pensando en eso. Ahora
tenía que trabajar si quería ganarse su porción de comida, pues estaban de caza y a pesar de todas las ofensas, rechazos e
insultos, ella, al tener uno de sus sentidos afectados, hacía que los demás estuvieran potenciados, lo que la hacía la mejor
rastreadora de la manada. Eso no la hacía especial. Para muchos podría ser un beneficio y hasta un orgullo en su caso era una
total maldición. Como mismo tenía que encontrar las presas, su trabajo principal era avisar si había algún Salvaje en la zona y
la mayoría de las veces hasta ser de carnada para alejarlo, debido a ello había aprendido a correr realmente rápido para no ser
atrapada. El miedo de que un Salvaje te persiguiera era algo que muchas veces el quitaba el sueño y la dejaba temblando por
horas. Un solo lobo de ellos podía matar a tres de ellos sin contemplaciones, triturar los huesos dentro de su mandíbula sin
contemplaciones, destrozar la piel aun con su presa viva y no tener arrepentimiento por ello. Y Clara era consciente que no
podía dejar que se acercara a ninguno de los miembros de la manada, pues ella sería, al final, la que pagara las consecuencias.
Y su padre podía ser muy creativo. Lentamente, se fue desplazando por el camino, con su cuerpo inclinado, su panza casi
pegada al suelo. Su pelaje color castaño claro se perdía entre las hojas secas otoñales de los altos arbustos, eso era una
ventaja para ella que estaba en primera fila, aunque ahora se encontraba sucio y cubierto de barro que ocultaba completamente
su olor. Clara intensificó sus sentidos, desplazándolos incluso a kilómetros, buscando presas y enemigos, encontrando que
había un animal grande y jugoso para la cena de esa noche, pues se efectuaría la ceremonia de emparejamiento de todos los
años. Había intentado no pensar en ello para no deprimirse. Al haber encontrado un objetivo y ningún enemigo por la zona, para
suerte de ella, alzó la cabeza y aulló de forma suave, pero que llegaría los lobos cazadores a metros detrás de ella. Poco
después los oyó correr, pasando por al lado suyo y yendo directamente por su presa. Ella se sentó en sus traseros a esperar y
mantener la vigilancia en caso de que apareciera otra o... El cuerpo entero de Clara se tensó de pronto y alzó las orejas. Un
olor desconocido llegó a ella y la estremeció de pies a cabeza. Comenzó a temblar tanto que sus dientes castañearon. Era un
aroma denso, fuerte, incluso violento, mezclado sobre todo con sangre que no la dejaba definir que era incluso con su
olfato. Miró hacia atrás entrecerrando los ojos para encontrar que a lo lejos estaban dos lobos solo a la espera, pero que no le
prestaban atención. Y aunque ese olor misterioso la asustaba, en partes iguales la hacía avanzar hacia él. Así que caminó
hasta que se encontró corriendo, adentrándose en el bosque. La luz descendió dado los frondosos árboles y su vista se vio
afectada aún más, por lo que dejó que su instinto la guiara. Sus patas temblaban mas no se detenía. Después de unos minutos
se dio cuenta de que se había alejado demasiado del grupo y eso no sería nada bueno para ella. Se detuvo. Sentía el olor
siendo más fuerte, pero decidió que no iría más allá. ¿Y si solo la estuviera atrayendo? Ya era lo suficiente débil como para caer
en la tentación del olor que la llamaba, pero le preocupaba la fuerte esencia a sangre que casi lo opacaba. Sacudió la cabeza.
Su nariz picaba y su cuerpo se negaba a ir en el sentido de sus pensamientos. Incluso le fue difícil dar la vuelta para irse
cuando se petrificó. Detrás de ella escuchó pasos que rompían las ramas debajo de ella. Todo el pelaje de Clara se erizó y miró
hacia atrás por encima del hombro. Le costaba mucho enfocar en medio de su nebulosa, pero aun así pudo definir, en medio de
la oscuridad, dos orbes completamente dorados que la enfocaban y se acercaban a ella. Y Clara no supo esta vez sí correr o
quedarse allí.